
Aún con los avances en política de género, el camino continúa con desafíos y trabas que demeritan la capacidad del sexo femenino para ser policías, comandantes e inspectoras de seguridad en la Ciudad de México, esto a causa de planteamientos y discursos regresivos que según ellas, en algunas ocasiones emergen de las compañeras de trabajo, a las cuales, les cuesta reconocerse como autoridades, dado que la ciudadanía no las considera aptas para desmantelar células delictivas, realizar cateos o limpiar las calles de sustancias ilícitas que dañan el tejido social.
Son las 18:20 horas y la inspectora jefa María del Carmen Hernández González “Jefa Tlatelolco” está lista para iniciar el operativo “Cuauhtémoc Seguro”. En la Calzada de la Ronda 88 coordina la formación de ocho patrullas que irán tras los criminales en las colonias de mayor incidencia delictiva en la demarcación. La mando es una única mujer al frente del despliegue, sin embargo, su disciplina, firmeza y liderazgo hace que todos los elementos policiales le presten atención y fijen la mirada y sus sentidos en las indicaciones para la recuperación de la paz en el “corazón de México”.
A pesar de los retos para lograr la equidad en el campo laboral de seguridad y justicia, el trabajo de Hernández González no se detiene, deja atrás los calificativos negativos hacia las mujeres y narra que con su preparación y esfuerzo, ellas pueden ser las coordinadoras de grandes operativos policiacos, ser las responsables de la detención de múltiples agresores y las mejores calificadas para construir una historia distinta en territorios conflictivos.
“En el campo se dificulta, existe represión de los ciudadanos porque creen que una mujer no puede desempeñarse y desenvolverse de manera correcta, darle solución a los problemas que se presentan en la vía pública. Laboralmente hemos tenido bastante apoyo en la Secretaría de Seguridad Ciudadana, tanto que van en incremento los cargos que ocupan las compañeras”, dijo a Crónica la inspectora jefa María del Carmen Hernández González.
Las patrullas de los sectores Tlatelolco, Buenavista, Morelos y Roma están listas, la inspectora las cuenta, dirige para estacionarlas y a punto de que anochezca, prenden las torretas. Vestida con su uniforme azul impecable, ordena la formación a los 50 hombres y algunas mujeres que portan las armas en el operativo; con actitud seria y contundente, se para frente a ellos y les dice: “hemos tenido varias eventualidades de homicidio, los quiero dinámicos, nos vamos a bajar a hacer remisiones, todo bajo protocolo. No quiero que tengamos alguna situación con un ciudadano, si se pone renuente controlamos la situación”.

La mujer reitera que todo el trabajo se debe de hacer en apego al respeto y hace énfasis en que cualquier persona puede captar y evidenciar alguna mala práctica, por lo tanto, no quiere que existan llamadas de atención. “Cualquier persona nos puede estar grabando, entonces de lo más tranquilo y seamos prudentes en nuestro actuar”, exige. En seguida, les instruye el número de equipos en que partirán, les pide romper la formación y dirigirse a sus unidades, sin que alguno de los policías despegue su mirada y atención de los comandos que da la jefa.
“Existe bastante apoyo de los compañeros y de los mandos, nos dan cursos y capacitaciones en donde nos dan la oportunidad de no sólo formar parte de la policía, si no de desempeñarnos en un cargo. Pero cuando acudimos a alguna emergencia de violencia contra la mujer se vuelve más complejo el tema porque no creen que una mujer puede resolver una situación o un problema; sale el llamado, acudimos a la emergencia y el masculino está agrediendo a su esposa o pareja sentimental, tratamos de controlar la situación y ser empáticos con cada una de las partes para que no se saliera de control y el masculino se tornó violento, creyendo que no podíamos“.

“No solo en la policía, las mujeres somos más sensibles que los hombres, con madres de familia y la preocupación que se vive en casa lo podemos vivir en el campo. Hace falta que las compañeras se crean lo que son, que portamos un uniforme, no nada más por necesidad laboral, si no por convicción, a muchas les cuesta trabajo creer que tenemos el apoyo”.
“A veces las compañeras no salen de ese espacio donde antes estaban reprimidas, eso ha cambiado y evolucionado, pero hace falta que las compañeras entiendan, crean y vivan que sí hay oportunidades para nosotras”.
Son las 18:40, la jefa firma el inicio del recorrido, avanza por la calle Tetrazzini, mediante su radio anuncia: “estamos en condiciones del inicio del operativo Cuauhtémoc seguro, con apoyo y supervisión de mi jefe en la zona centro, dando inicio en la Ronda 88”.
La mayoría de su lenguaje es en clave, la mando no para de hablar con los demás policías, en sus manos porta hasta cuatro radios, les dice por qué vialidades deben de avanzar y posibles puntos rojos en los que deben de prestar más atención.
Al llegar a la esquina de la calle Caruso, la jefa observa una patrulla sin elementos tripulantes, por ello, les llama la atención a los demás policías.
La mayoría de las viviendas de la zona son populares, vecindades poco iluminadas como calles en mal estado. Hernández González pide a su acompañante policía poner énfasis en las vecindades, sitios donde comúnmente ocurren actividades delictivas.
La noche se hace más densa, las patrullas se adentran en el barrio y los policías reciben la alerta de una emergencia en el botón de pánico del C5, en la calle Tamagno, de inmediato, la mujer ordena que se dirijan al sitio. Con una reacción en menos de dos minutos, la jefa es la primera en bajarse, una señora pide ayuda por un sujeto que la agredió verbalmente.
La jefa instruye a que se localice al sujeto en las calles aledañas; no obstante, en el camino observa en la calle Atotonilco a un grupo de jóvenes que beben en la vía pública. Aunque su acompañante policía no los ve, la mujer le exige que desciendan para hacerles una revisión.

En la inspección, ella da las órdenes, les llama la atención por ingerir alcohol en la calle y les advierte que si no ingresan a su domicilio, revisará el interior.
“Tengo nueve años de servicio, a mi corta edad y en mi carrera policial, lo más importante es generar empatía en cada uno de los compañeros, un vínculo para que respondan de la mejor manera, no nos cuesta nada ser cortés, hablarles por su nombre, escuchar si tienen alguna situación, si tienen alguna necesidad”.
“Queremos que haya el mismo número de mandos mujeres y hombres, que tengamos equidad. En la policía lo encuentras todo, violencia contra la mujer, robos a mano armada y homicidios, siempre es resolver, es un crecimiento laboral pero también profesional”.
En el recorrido, Hernández González llama la atención a sus compañeros, una de las veces, por no responder las instrucciones en el radio.
En la entrevista, coincidió que a partir de la administración de Omar García Harfuch y ahora con Pablo Vázquez, las puertas de la SSC se abrieron para que altos cargos sean ocupados por mujeres: “anteriormente no teníamos tantas oportunidades”, subrayó.
“Trabajamos en la vinculación ciudadana, que no nada más toquemos a su puerta y conozcan el nombre de su policía que está a cargo de su cuadrante y sector, si no que generemos una cercanía para que sepan que en cualquier emergencia les vamos a resolver e involucrar a todas las madres de familia de la Ciudad de México, la violencia a la mujer nos distingue de clases”.
Hernández González hace una pausa, es momento de bajar de las unidades para dar nuevas indicaciones, generar bases para fortalecer las estrategias de vigilancia, así hasta altas horas de la noche, para que los habitantes de las colonias Maza, Peralvillo, Vallejo estén arropados por la fuerza de una mujer.