
Siete meses después de la reapertura del tramo renivelado de la Línea 9 del Metro entre Pantitlán y Ciudad Deportiva, la situación en la terminal oriente sigue siendo la misma: escaleras eléctricas cubiertas de polvo y basura, inservibles y en algunos casos, simplemente cerradas con anuncios de “en mantenimiento”, sin que exista rastro de algún trabajador o señal de avance.
La estación Pantitlán, que concentra a diario una de las mayores afluencias del Sistema de Transporte Colectivo (STC), especialmente de usuarios provenientes del oriente de la Ciudad de México y del Estado de México, enfrenta una contradicción constante entre el discurso institucional y la experiencia real de los pasajeros.
Aunque las obras de renivelación se extendieron durante meses, usuarios denuncian que los trabajos de rehabilitación de las escaleras nunca se concluyeron en esta terminal. En un recorrido realizado por Crónica, se pudo constatar que muchas de las escaleras permanecen clausuradas, sin funcionamiento o completamente estáticas, usadas como un simple tramo de escaleras comunes, para repartir el flujo de usuarios que, en horas pico, se vuelve abrumador.

Aun así, detrás de los anuncios impresos con la leyenda “Escalera eléctrica en proceso de atención. Agradecemos tu comprensión”, puede observarse material olvidado, madera, y herramientas aparentemente abandonadas, acumulando polvo como las propias estructuras mecánicas que deberían estar en operación.

Afectación diaria para los más vulnerables
“Yo tengo que agarrarme del pasamanos con las dos manos, porque ya no me funcionan las rodillas como antes”, relata doña Herminia, una señora de casi 80 años que utiliza el Metro para llegar a su consulta médica en el Hospital General de Balbuena. “El otro día un joven me ayudó a subir los escalones, pero no siempre hay alguien. Es muy difícil. Me canso mucho”, cuenta, con la voz entrecortada tras subir lentamente los más de 30 escalones estáticos de la estación Pantitlán.
Como ella, decenas de personas con movilidad limitada, bastones, muletas, andaderas o incluso en silla de ruedas enfrentan cada día el mismo obstáculo: la imposibilidad de subir de forma segura y sin desgaste físico una estación que, por su importancia como nodo de conexión, debería tener accesibilidad garantizada.
“Cuando reabrieron la línea pensé que ya iba a estar todo funcionando. No fue así. Aquí seguimos subiendo a pie como si estuviéramos en la época de los años 80. ¿Dónde quedó la modernización del Metro?”, cuestiona Jorge Velasco, habitante de Nezahualcóyotl que aborda diariamente en Pantitlán para dirigirse a su trabajo en la colonia del Valle.

La estación Puebla, un ejemplo incompleto
La situación contrasta con la estación Puebla, también en la Línea 9, donde las escaleras eléctricas fueron inauguradas por la jefa de Gobierno, Clara Brugada, el 26 de diciembre de 2024. No obstante, usuarios aseguran que dichas escaleras han dejado de funcionar en múltiples ocasiones desde su reinauguración, lo que, dicen, pone en duda la calidad y durabilidad de las rehabilitaciones hechas.
“Las escaleras de Puebla a veces sí funcionan, a veces no. Es una suerte que te toque el día que sí sirven”, dice un joven de la Universidad Autónoma Metropolitana y que transita diariamente por esa estación.
Otras líneas, el mismo problema
Pero el abandono no es exclusivo de la Línea 9. Usuarios también han reportado deficiencias en estaciones de la Línea 7, como Polanco, San Antonio y Mixcoac, donde las escaleras están totalmente detenidas. En algunos casos, incluso, ostentan calcomanías con la leyenda “nueva escalera eléctrica”, pero que no han funcionado ni un solo día.
“La escalera de Polanco lleva meses sin moverse. ¿De qué sirve que sea nueva si no sirve?”, expresa Karen, una trabajadora que usa esa estación para llegar a su oficina.

¿97% de funcionamiento?
A pesar de las constantes denuncias, el STC Metro asegura, a través de sus redes sociales, que el 97% de las escaleras eléctricas del sistema están en funcionamiento. Una cifra que contrasta con la experiencia cotidiana de miles de usuarios que deben subir, a pie, estructuras pensadas para facilitar el tránsito de personas, no para servir como obstáculo.
Algunos usuarios, resignados, toman la situación con algo de humor. “Mínimo nos ejercitamos”, dice entre risas don Enrique, mientras se limpia el sudor de la frente al subir la escalera inmóvil. Pero no todos pueden reír. Para muchos, este abandono representa una barrera diaria que vulnera su derecho a la movilidad y a un transporte público accesible.
En tanto, las escaleras eléctricas en Pantitlán siguen igual: cubiertas de polvo, fuera de servicio, sin fecha clara para su rehabilitación, como un símbolo inmóvil de un sistema que, en ocasiones, parece olvidar a quienes más lo necesitan.