En Iztacalco, la brecha entre los habitantes y su alcalde, Armando Quintero, parece ensancharse ante la aparente falta de respuesta a las persistentes denuncias sobre el albergue Coruña Jóvenes. La inseguridad crece mientras personas en situación de calle continúan en las vialidades cercanas, desafiando los esfuerzos de reubicación exigidos por la comunidad.
Durante años, tanto habitantes de la colonia Viaducto Piedad como personas en situación de calle han levantado sus voces contra el albergue Coruña Jóvenes, ubicado en Sur 65 A esquina Santa Anita. Las demandas que abarcan desde problemas de inseguridad a los alrededores hasta el maltrato físico y psicológico dentro del inmueble han sido sistemáticamente ignoradas.
Aunque la semana pasada, la alcaldía, de la mano del Gobierno capitalino, desplegó 2 mil 878 elementos de seguridad en el reciente Operativo de Seguridad, sólo se han abarcado colonias como Infonavit, Picos, Reforma Iztaccíhuatl y Tlacotal. En la colonia Viaducto Piedad no se ha visto acción de seguridad, pues la zona, aseguran habitantes, sigue siendo igual o más insegura.
"Desde que se vieron unidades de la policía en colonias cercanas, la zona de Viaducto Piedad sigue siendo excluida al parecer, sigue igual de insegura que siempre. ¿Cómo es posible que una de las áreas más afectadas no esté incluida en estas medidas de seguridad?", se queja una habitante de la zona, frustrada con las recientes medidas de seguridad.
El dilema en materia de seguridad persiste en las calles circundantes al albergue, donde aquellos destinados a encontrar refugio optan por permanecer en la vía pública. Sorprendentemente, la oferta de un albergue en la colonia de la Ciudad de México no ha disuadido a estas personas por la ineficacia de la Secretaría de Inclusión y Bienestar Social (SIBISO) y de la propia alcaldía.
El albergue Coruña Jóvenes ha dejado de ser un refugio seguro. Los testimonios de los vecinos pintan un cuadro alarmante: actividades peligrosas en las calles, fumadores y consumidores de drogas operando sin restricciones. “Fuman, beben, se drogan, hacen del baño en la calle y nadie les dice nada", expresan los residentes con angustia.
La situación se agrava con el comportamiento de quienes buscan refugio. Residentes reportan que, al negarse a dar dinero, enfrentan agresiones verbales y físicas. Este ambiente tenso y amenazador genera temor entre los habitantes locales, quienes se sienten abandonados por las autoridades municipales.
Los habitantes de la zona resaltan que el albergue ha evolucionado en un "foco rojo" debido al comportamiento problemático de algunos de sus ocupantes. Se relatan escenas de consumo de drogas y comportamientos agresivos, que han generado una sensación generalizada de inseguridad en la comunidad. Han organizado protestas, bloqueando calles importantes como la calzada de Tlalpan, para llamar la atención sobre su causa
Antonio Sánchez es una persona en situación de calle que ha optado por pasar sus días al aire libre antes que refugiarse en el albergue Coruña Jóvenes. Su elección no se debe a la falta de opciones, sino a una serie de circunstancias que revelan la complejidad de la vida en la calle.
Para él, las calles son un refugio más que el albergue. Explicó que, a pesar de las dificultades y la dureza de la vida en la calle, ha encontrado una especie de libertad que no puede experimentar en el albergue por las condiciones en que este lugar se encuentra.
Antonio valora su independencia y la conexión directa con la ciudad que las calles le proporcionan, pues ahí no sufre maltratos ni humillaciones que lo hacen sentir como una persona que no merece ningún tipo de cuidados.
“En varias ocasiones, fui testigo de situaciones en las que se nos trata con falta de respeto, como si nuestra condición de personas en situación de calle nos hiciera merecedores de un trato inferior. Las humillaciones eran constantes, y parecía que algunos empleados se olvidaban de que, al igual que ellos, somos seres humanos que merecemos dignidad”, dijo.
A pesar de la incertidumbre diaria y las carencias materiales, él elige este estilo de vida como una expresión de su autenticidad.
“Prefiero pasar mis noches a la intemperie antes que someterme a ese ambiente tóxico nuevamente. Las calles son duras, sin duda, pero al menos allí no tengo que soportar el maltrato y la humillación que experimenté en el albergue”, expresó
En 2021, diputados locales denunciaron en repetidas ocasiones la falta de condiciones dignas y de higiene en los inmuebles destinados a albergar a personas en situación de calle. Acusaron a los espacios de no cumplir con los protocolos establecidos para la operación de albergues, lo que plantea preguntas sobre la supervisión y regulación de estas instalaciones.
Además, en marzo de este año, los residentes salieron a las calles para reclamar la falta de seguimiento a una solicitud de reubicación del Centro de Asistencia e Integración Social, conocido como “El Albergue de Coruña”, y un campamento de indigentes. A pesar de los riesgos evidentes y las actividades delictivas a plena luz del día, las autoridades no han respondido a estas demandas, dejando a la población local en una situación de vulnerabilidad persistente.
El albergue es unos de los Centros de Asistencia e Integración Social, hogares permanentes donde se brindan servicios sociales y atención a personas que sufren de abandono social o bien, que alguna vez vivieron en situación de calle.
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