Opinión

Mi ídolo el alcalde desarmado

(La Crónica de Hoy)

Cada vez me sorprende más el hecho de que a los estadunidenses cada vez los sorprende menos la muerte de gente inocente a manos de desequilibrados mentales que libre y legalmente poseen armas de fuego. Igualmente me sorprende que quienes defienden ese derecho consideren que las armas no matan, sino que es la gente la que lo hace.

La semana pasada supimos del joven que asesinó a ocho en un centro comercial de Nebraska. Esta semana fue en Colorado. Apenas en abril un estudiante con problemas emocionales dio muerte a 32 en Virginia. Hace unos meses otro enfermo mental mató a diez niñas en una escuela de Pennsylvania. Y cómo olvidar la horrenda matanza de Colombine, en donde dos adolecentes dieron muerte a una docena de sus compañeros, o quién no recuerda al loco que hace unos años mató a 23 comensales en una cafetería de Texas y al que dio muerte a 16 en la Universidad de Austin.

En todos los casos el criminal era una persona armada. Y es que tener armas es derecho constitucional de todos los estadunidenses. Poseerlas, por tanto, es parte del estilo de vida aquí. Desafortunadamente también es estilo de muerte. Tan sólo el año pasado 30 mil personas murieron a causa de un arma de fuego, ya sea por asesinato, suicidio o accidente.

Llama la atención el hecho de que es más fácil para un joven de 18 años comprarse un rifle que un paquete de cerveza. El alcohol sólo se vende a mayores de 21. No en balde se estima que en promedio diariamente mueren en Estados Unidos 82 personas debido a lesiones ocasionadas por un arma, casi siempre pistolas. Mientras que cifras oficiales calculan en alrededor de 200 millones, mucho más que en ningún otro país, el número de armas de fuego que están en manos de personas comúnes y corrientes, algunas de ellas en su sano juicio, muchas otras es muy posible que no.

Quizás por eso es que están floreciendo los negocios que ofrecen equipo protector antibalas de todo tipo. Como las mochilas que se venden para niños y que vienen en cuatro colores y garantizan que no permiten el paso a munición de 9 milímetros, calibre 22, el tipo que se sabe ha sido usado en el 97 por ciento de los crímenes colectivos. En otras palabras, igual que los niños llevan casco para andar en biclicleta y chalecos salvavidas para ir a remar, ahora también deben cargar los libros en bolsas que sirven de escudo.

Y es que según la oficina de Control de Armas y Explosivos tan sólo en los últimos siete años se han fabricado anualmente cerca de tres millones de armas para uso y venta de civiles. Aunque desde luego hay quienes buscan, pero sin ningún éxito, que se legisle en contra de la posesión de armas, sosteniendo que en la actualidad la cifra de estadunidenses que mueren por la violencia ocasionada por éstas es mucho mayor que la de sus compatriotas que fallecen en combate en Irak y Afganistán juntos.

De acuerdo con las últimas estadísticas del FBI, en este país tan sólo el año pasado murieron asesinados por un arma 17 mil personas, pero la cifra record es de hasta 25 mil asesinatos. Por eso hay quienes sostienen que muchas ciudades, pueblos y comunidades de este país son más peligrosos y violentos que el mismo frente de guerra.

Sin embargo no se espera que el gobierno federal cambie de posición y opte por prohibirlas al menos en los próximos 30 años. Paradójicamente en Washington, la capital, no se permiten las armas. Está prohibido tenerlas y el alcalde Andrian Fenty, un joven demócrata de 37 años de edad, sostiene sobre esto una constante lucha con la Casa Blanca que considera esa prohición ilegal y anticonstitucional. Tan sólo eso, estar firmemente en contra de que todos gocen y disfruten de un arma de fuego, ha sido más que suficiente para convertirlo en mi ídolo.

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