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Sheinbaum espera que la amenaza proteccionista sea retórica de campaña, pero la caída del peso alerta del peligro si gana Trump, el más radical, mientras desde muy lejos alguien se frota las manos

¿Tiene futuro el T-MEC si Harris votó en contra y la palabra favorita de Trump es aranceles?

Amenaza Trump realizó en septiembre un mitin en una fábrica de tractores de John Deere en el estado clave de Pensilvania para anunciar 200% de aranceles si instala una fábrica en México

El pasado 1 de febrero, la moneda mexicana cerró a 16.5 por dólar, el mejor cierre en una década, mientras el presidente Andrés Manuel López Obrador presumía de superpeso. El pasado miércoles 23 de octubre, el peso superó las 20 unidades por cada dólar. Ya nadie habla desde entonces del superpeso.

No hay ningún misterio detrás de está escalada. Lo admitió la propia presidenta de México, Claudia Sheinbaum: “Según plantean, algunas declaraciones de uno de los candidatos a presidente de los Estados Unidos”, declaró sin atreverse a señalar al candidato republicano, Donald Trump”. Yo creo que son declaraciones en la campaña. El tratado no está en riesgo”, agregó.

La gobernante mexicana reaccionó así después de que el tipo de cambio cerró este martes en 19.98 pesos por dólar, uno de sus niveles más altos del año y una depreciación de casi 3% ante la misma jornada de la semana pasada.

Para reforzar su idea de tranquilizar a los mercados y a la patronal mexicana, Sheinbaum se reunió con 240 directivos de empresas en el ‘US-Mexico CEO Dialogue’ para recordarles que “hay integración económica y Estados Unidos depende mucho ya de su principal socio comercial, y México también tiene ya mucha interrelación con la economía de Estados Unidos y Canadá”.

Pero los mercados tienen memoria y recuerdan que también las autoridades chinas quitaron importancia cuando el entonces candidato Trump lanzaba amenazas proteccionistas contra el gigante asiático en la campaña de 2016, y luego, cuando el magnate republicano ganó las elecciones, emprendió una guerra comercial contra centenares de productos chinos nada más mudarse a la Casa Blanca.

De hecho, las palabras de la presidenta no sonaron tan poco convincentes que el peso rompió la barrera psicológica de las 20 unidades por dólar; una clara señal de que sus palabras no tranquilizaron precisamente, sino todo lo contrario; el hecho de que tuviera que salir al paso para defender el peso y recordar lo integrados que están los dos países constató que la amenaza realmente persiste y que incluso ha empeorado, porque el “enemigo” para Trump ya no es sólo China, sino México.

“México no venderá ni un solo coche en EU”

El candidato republicano lo dejó claro hace unos días en la recta final de campaña: “México no va a vender ni un solo automóvil en Estados Unidos, si soy presidente; voy a imponer aranceles del 200%”, declaró en un mitin en Michigan, el estado automotriz por excelencia, ante los gritos entusiastas de sus seguidores.

Tras semanas por debajo de Kamala Harris en las encuestas, el expresidente ha sustituido su palabra talismán con la que ganó las elecciones en 2016, “muro”, por “aranceles”... y a tenor de lo que anuncia las encuestas en la recta final de campaña, ha tenido éxito.

“Aranceles es mi palabra favorita del diccionario”, declaró el 16 de octubre en entrevista a Bloomberg, uno de los medios financieros más prestigiosos del mundo, de los que recuerdan los incumplimientos de las promesas hechas.

El cambio de estrategia de Trump para ganarse los estados industriales donde se decidirán las elecciones no sólo dio resultado —el expresidente se puso por delante en las encuestas hace una semana—, sino que llevó a su adversaria demócrata a caer en el mismo discurso, aunque sin llegar a los extremos radicales del republicano.

“Yo voté en contra del T-MEC”, recordó Harris recientemente, en alusión a la renovación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que firmaron México, Estados Unidos y Canadá en 2020, a iniciativa precisamente del entonces presidente Trump.

Pero, ¿qué ha pasado para que el T-MEC se haya convertido en tema candente de la campaña para las elecciones más trascendentales de la historia para EU (y para el resto del mundo, empezando por México)?

Básicamente, han ocurrido tres cosas que presagian malos tiempos en la región con el mayor intercambio comercial del mundo:

El centro de gravedad se desplaza

El primer factor es que el centro de gravedad de la ola proteccionista de EU en la campaña electoral se está trasladando de China a México cada vez con más fuerza. Si bien el magnate republicano logró durante su mandato (2017-2021) que muchas compañías cerraran sus plantas en el gigante asiático y desincentivara a otras de trasladar allí sus cadenas de montaje, no previó que muchas de ellas, en vez de regresar a EU lo hicieron a México, amparados por los acuerdos de libre comercio del T-MEC y la ventaja de proximidad (“nearshoring”).

La segunda consecuencia (directa de la primera) es que Trump no sólo criminaliza a los inmigrantes que cruzan la frontera, estrategia que le ayudó a ganar las elecciones en 2016 y derrotar a Hillary Clinton, sino que ahora incluye en el paquete de “enemigos que invaden EU”, los bienes importados de México. especialmente a los automóviles, a los que acusa de ser responsables de la “decadencia de la industria automotriz estadounidense”una calumnia que no la sostiene con ningún dato y que refuerza con otro bulo: China quiere inundar EU con sus automóviles fabricados en plantas mexicanas.

Y el tercer elemento que ha puesto al T-MEC en el centro de la batalla electoral en EU, es que la vicepresidenta Harris aseguró en una tensa entrevista en Fox News, que ella es más dura que Biden en temas sensibles, como la frontera y las relaciones comerciales. De hecho, la vicepresidenta se habría opuesto también al TLCAN de 1992, por el que votó a favor Biden entonces, cuando era senador, aunque en ningún momento de la entrevista amenazó con imponer sanciones a sus socios comerciales.

Harris, “una pizarra en blanco”

Al respecto, Harris William A. Reinsch, profesor de la Cátedra de Negocios Internacionales en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales, comentó en julio a “The New York Times” que Harris es “un poco una pizarra en blanco”, pero coincidió con el titular que abría la información: “lo más probable es que (Harris, de presidenta) se contagie de lleno de escepticismo comercial”.

Así que, llegados a este punto, al nuevo gobierno mexicano ya no le debe caber duda de que tendrá que lidiar durante los próximos años con una administración estadounidense proteccionista, y debe prepararse para ello. pero también sería absurdo que intentara equiparar el rechazo de Harris al T-MEC con la retórica agresiva de Trump, que lejos de considerar a México como un socio comercial privilegiado insiste en verlo como un enemigo.

De Harris se podrá decir que votó en contra del T-MEC, pero podrá rebatir que lo hizo porque el tratado de libre comercio norteamericano (como el de naciones del Pacífico y tantos otros) sigue privilegiando el beneficio rápido por encima de una preocupación creciente, pero despreciada por los gobiernos: la falta de reglas que obliguen a combatir la realidad del cambio climático, y en consecuencia, la falta de penas que castiguen a gobiernos y empresas que antepongan sus beneficios a la protección del medio ambiente.

De Trump se podrá decir que lo último que le preocupa es el cambio climático y lo único que le obsesiona es destruir sus alianzas comerciales o chantajeando a sus socios con la amenaza de aranceles brutales; hasta el 200% prometió que le aplicará a la fábrica de tractores John Deere, ante trabajadores de una fábrica en Pensilvania (uno de los siete estados-bisagra), si se atreve a levantar una planta en México, como anunció recientemente, para abaratar costes.

Por tanto, mal haría el gobierno mexicano si quita importancia a esta amenaza o no se prepara desde ya para defender con su mejor equipo la ofensiva proteccionista estadounidense que se avecina, y sobre todo, para convencer al equipo negociador del futuro gobierno del vecino del norte que, si retroceden en el libre comercio, el hueco lo llenará China, la superpotencia que trata de desbancar a Estados Unidos en la hegemonía mundial, con su ambiciosa apuesta por la globalización mediante su Nueva Ruta de la Seda.

Si hay alguien que se está frotando las manos en este momento ante la posible victoria de Trump, pese a su retórica antichina, es el presidente Xi Jinping, ya que, gracias a la guerra comercial que le declaró el republicano, el mandatario comunista entendió que la mejor manera de combatirlo es presentándose al mundo como el adalid del libre comercio.

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