¿Qué es una DANA?
DANA es el acrónimo de Depresión Aislada en Niveles Altos, que ocurre normalmente a principio del otoño (boreal), cuando, luego de semanas de altas temperaturas veraniegas en la superficie del mar, una enorme masa de vapor de agua se eleva a cotas altas de la atmósfera, succionada por las bajas presiones (depresión) de una masa de aire polar.
La condensación de este vapor en contacto con el aire frío a gran altura forma la depresión con nubes muy compactadas y cargadas de agua.
Se llama depresión “aislada” porque esa bolsa de aire polar a gran altura —entre 5,000 y 9,000 metros de altura y entre -20 y -24 grados— queda aislada al situarse en la capa alta de la atmósfera, circulando sobre sí misma.
Como explica de forma ilustrativa el meteorólogo español Fernando Martín León a El País, “es como si tú cogieras un vaso de agua y comenzaras a mover una cucharilla, se generaría un remolino en la parte alta del agua y poco a poco iría descendiendo hacia abajo”, descargando toda su furia en forma de lluvias torrenciales.
¿En qué se diferencia una DANA de un huracán?
Al igual que la DANA, el huracán se alimenta de la evaporación de las aguas cálidas del mar, pero se diferencia en que los huracanes se forman en capas bajas de la atmósfera y no en las altas. El huracán va de abajo arriba, al revés que la DANA.
Esta diferencia provoca que el huracán sea “a priori” un fenómeno potencialmente mucho más peligroso que una DANA.
Al formarse la DANA en niveles muy altos, los vientos ciclónicos pierden fuerza a medida que se van acercando a la superficie. Por el contrario, al formarse el huracán cerca de la superficie, el viento ciclónico gira a gran velocidad sobre su eje, formando el típico ojo de huracán en su centro y alcanzando vientos superiores a los 200 kilómetros por hora hasta rachas muy destructivas que llegan a alcanzar picos de 400 kilómetros por hora.
¿Por qué ha sido tan destructiva la DANA en España?
Básicamente, y por recurrir de nuevo a la metáfora del agua cálida del mar como combustible, lo que ha cambiado en menos de dos décadas es que esa “gasolina” ha pasado de ser magna a ser premium: es mucho más potente.
El calentamiento global ya no es una amenaza a futuro; es una realidad que ha llegado para quedarse y está poniendo de moda un nuevo término: “cambio climático antropogénico”. O dicho de otro modo: calentamiento global provocado por la quema de combustibles fósiles causado por los humanos.
El mar Mediterráneo se está convirtiendo en un inmenso caldero de “gasolina Premium”, con una temperatura de 21 grados centígrados, dos por encima de los normal y suficiente para aumentar dramáticamente la masa de agua evaporada. Y a más cantidad de agua evaporada, más agua descargada.
En el caso específico de la región valenciana, se creó una tormenta perfecta en la que ese ciclón de nubes con mucha carga de agua y vientos relativamente débiles, sin fuerzas para avanzar al interior de la pensínsula ibérica, generó una serie de tormentas que se autoalimentaban a sí mismas en un fenómeno que los expertos llaman “trenes convectivos estacionarios”.
No se trata en sí de un fenómeno meteorológico aislado. En España, país que sufre periodos de sequía seguidos de otros muy húmedos, hay un largo historial de tragedias ocasionadas por lluvias torrenciales, pero nunca había ocurrido con tal ferocidad y con tal cantidad de litros de agua por segundo.
Aunque antes se conociera popularmente como “gota fría” (calificativo que ha quedado obsoleto), la DANA golpeaba periódicamente el llamado “arco mediterráneo español”, una región muy poblada que comprende Cataluña, Valencia, Murcia, Islas Baleares, Andalucía oriental y el este de Castilla-La Mancha. Lo que ha cambiado es que, si antes una DANA catastrófica ocurría cada 15 o 20 años, ahora se ha reducido a cinco años y con una peligrosidad que ha igualado a la de los huracanes.
Para encontrar un desastre meteorológico en España habría que trasladarse a la noche del 25 al 26 de septiembre de 1962 en Cataluña, cuando una gota fría provocó lluvias torrenciales de más de 200 litros por metro cuadrado en tres horas, que causaron un millar de víctimas mortales.
La cifra de muertos por la DANA del martes escaló a 158 (y seguirá subiendo), pero lo que realmente ha causado asombro y preocupación en la opinión pública española y mundial, conmocionada por las escenas apocalípticas que circulan en los medios y en las redes sociales, es la enorme extensión del daño ocasionado por una cantidad inaudita de agua descargada en un tiempo récord: una media de 350 litros por metro cuadrado.
Por ponerlo en perspectiva, en la región valenciana llueve una media de 310 litros por metro cuadrado al año; en la zona cero de la tragedia, en torno a la localidad de Paiporta, cayeron la tarde-noche del martes hasta 610 litros por metro cuadrado… en apenas ocho horas.
¿Se podría haber prevenido la tragedia en España?
Las imágenes de miles de coches particulares y camiones de carga destrozados y amontonados en un revoltijo de hierros, tras ser arrastrados por las riadas, revelan que el sistema de prevención falló gravemente.
La AEMET (la agencia española de meteorología) sí avisó desde el domingo que se estaba formando una DANA frente a la costa de Valencia. Sin embargo, las autoridades regionales desdeñaron la gravedad de la tormenta que se avecinaba y el sistema de alerta en los celulares se activó dos horas después de las primeras inundaciones, cuando el agua ya comenzaba a entrar dentro de los coches.
Excepto algunas fábricas y universidades del corredor industrial en torno a Valencia (tercera ciudad de España), que sí decidieron por su cuenta pedir a los trabajadores y estudiantes que se quedaran en sus casas, el resto de la población no recibió la alerta temprana e hizo su vida normal, sobre todo tras escuchar al presidente de la comunidad autónoma de Valencia, Carlos Mazón, avisar la mañana del martes en televisión que la DANA iba a pasar rápidamente por la región y se iba a adentrar en España. Ocurrió lo contrario: estuvo diez horas sobre la región valenciana.
Cuando las aguas bajen a su cauce, el presidente Mazón, del conservador Partido Popular (PP), tendrá que explicar por qué nada más llegar al poder gracias a su alianza con Vox, la ultraderecha negacionista del cambio climático, anunció la eliminación de la Agencia de Emergencia que creó el anterior gobierno regional socialista, al considerarla despectivamente “una ocurrencia”.
¿Estamos desbordados por la nueva realidad climática?
Absolutamente. La tragedia en las montañas de Carolina del Norte agarró por sorpresa a las autoridades y a los habitantes de la localidad de Ashville, donde 100 personas murieron por las lluvias torrenciales inauditas descargadas por el huracán Helene a finales de septiembre.
Nunca antes el zarpazo de un huracán había golpeado con furia zonas tan alejadas de las costas de Florida y del golfo de México, dejando un rastro de destrucción en una franja de 800 kilómetros en seis estados del sureste de EU y un total de 250 muertos. En Tennessee, donde la palabra huracán no era parte del vocabulario de sus habitantes, decenas de trabajadores de una fábrica (casi todos hispanos) murieron ahogados, tras ser obligados por sus patronos a no moverse de sus puestos, creyendo que los zarpazos del huracán Helene no podían llegar tan lejos.
Las recientes imágenes insólitas del desierto del Sahara inundado o la catástrofe en Libia ocurrida en septiembre de 2022 por otra DANA, que arrasó la ciudad de Derna con un saldo de 4,352 muertos, son apenas dos ejemplos de esta nueva realidad climática, que ahora está golpeando a España.
Y si no que se lo digan a los habitantes de Acapulco, que aún no se reponen del huracán Otis, que el 22 de octubre de 2023 arrasó el puerto, tras pasar en cuestión de horas de ser una tormenta tropical a convertirse en un peligroso huracán categóría 5.
Cualquier punto del planeta puede recibir un zarpazo de la naturaleza, que ha empezado a devolver ya décadas de agresiones contra el medio ambiente y el desdén de autoridades y empresas contaminantes para descarbonizar el planeta. El pasado lunes, horas antes de la DANA catastrófica en España, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informó que el dióxido de carbono (CO2) se está acumulando en la atmósfera a un ritmo nunca visto en la historia de la humanidad, aumentando más de un 10 por ciento en tan solo 20 años. La noticia es la garantía más segura de que catástrofes como la de España ocurrirán cada vez con más frecuencia.