Por primera vez, dos grandes eventos internacionales se alinean en el tiempo y en el espacio para que acudan a ellas el mayor número posible de líderes mundiales. Desde este jueves al sábado, se celebra en Lima (Perú) la cumbre de la APEC, el Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico al que pertenecen 21 países que concentran el 46% del comercio mundial; mientras que el lunes y martes de la próxima semana, y a sólo cinco horas de vuelo desde la capital peruana, Río de Janeiro acogerá la cumbre del G-20, el gran encuentro entre las mayores potencias (G-7) y las economías emergentes, casi todas en el llamado “Sur global”.
A la cumbre de la APEC —que integran, del lado americano del Pacífico, Canadá, Estados Unidos, México, Perú y Chile; del lada asiático, Rusia, China, Japón, Corea del Sur, Vietnam, Malasia, Filipinas, Indonesia, Brunei, Singapur y Tailandia; y del oceánico, Australia, Papua Nueva Guinea y Nueva Zelanda— han confirmado su presencia los mandatarios de las dos superpotencia, Joe Biden y Xi Jinping, así como la de la mayoría de miembros, incluido el primer ministro japonés, Shigeru Ishiba, quien apenas lleva dos días en el cargo como líder de la tercera economía del mundo. No asistirá el presidente ruso, Vladimir Putin, sobre quien pesa una orden de arresto de La Haya por crímenes de guerra en Ucrania, y quien espera ansioso la llegada al poder de su amigo Donald Trump para que le saque de la condición de paria internacional.
Sin embargo, habrá también otra llamativa ausencia, la de la presidenta de México.
Boicot de Sheinbaum
El lunes pasado, Claudia Sheinbaum confirmó que viajará a la cumbre del G-20 en Brasil, su primer viaje internacional desde que asumió el cargo, pero no lo hará a la cumbre de la APEC en Perú, ni intervendrá virtualmente en tan decisivo foro, sino que enviará a un representante de la secretaría de Economía.
Aunque no detalló las causas de este boicot, se trata de otra herencia que acepta de su mentor político y anterior mandatario, Andrés Manuel López Obrador, quien nunca reconoció a la presidenta Dina Boluarte y sigue considerando presidente legítimo a Pedro Castillo, pese a que el 7 de diciembre de 2022 intentó un autogolpe de Estado, que fracasó ese mismo día, cuando no se sumó el Ejército y acabó siendo arrestado mientras huía a la embajada de México en Lima para pedir asilo.
Este martes, el canciller peruano, Elmer Schialer, expresó su tristeza por la falta de participación de México. “Me duele mucho, es un gran país”, dijo, sin entrar a valorar por qué la líder morenista (como su antecesor) desprecia al gobierno peruano por encarcelar a Castillo por su intentona golpista, pero recibe con honores al dictador cubano Miguel Díaz-Canel, pese a ordenar que se pudran en la cárcel miles de cubanos por pedir lo que defiende Sheinbaum: democracia.
En cualquier caso, este doble rasero no es exclusivo de la presidenta de México. Este jueves, la presidenta Dina Boluarte acudirá por la mañana junto con el presidente chino Xi Jinping (cualquier cosa menos un defensor de la democracia) a la inauguración del megapuerto de Amancay, construido con capital chino y llamado a convertirse en la joya de la corona de la Nueva Ruta de la Seda, el ambicioso proyecto multimillonario del régimen comunista para convertir a China en la superpotencia comercial del mundo.
Por la tarde, recibirá al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, el mayor suministrador de armas a Israel para que prosiga el genocidio del Estado judío contra los palestinos en Gaza, y los crímenes de guerra en Cisjordania y Líbano.
Reunión Biden-Xi, con fentanilo de fondo
Los líderes de las dos superpotencias se reunirán en la capital peruana en el marco de la APEC, por tercera y última vez, ya que Biden deja el poder el 20 de enero. La foto resaltará aún más el contraste entre los líderes de las dos superpotencias. Por un lado, el octogenario presidente saliente de EU, convertido en lo que en la jerga política estadounidense se llama “lame duck” (“pato cojo”), cuando un presidente se queda sin influencia alguna. Por otro lado, Xi, el dictador vitalicio chino que llega a América Latina erigido en el líder global del libre comercio y dispuesto a rellenar el hueco que vaya dejando libre el presidente electo de EU cuando tome el poder el próximo 20 de enero y empiece a dinamitar acuerdos comerciales con todo el mundo, empezando México.
Entre los temas en la agenda de Biden que tratará con Xi están el tráfico de fentanilo y la amenaza de Trump de imponer aranceles tanto a China como a México, a los productos chinos que entren en EU por la frontera, especialmente los coches.
Cumbre carioca
A donde sí acudirá Sheinbaum es al G-20 en Río de Janeiro, que reunirá el próximo lunes y martes a los gobernantes de veinte países: Alemania, Arabia Saudí, Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Corea del Sur, Estados Unidos, Francia, India, Indonesia, Italia, Japón, México, Reino Unido, Rusia, Turquía y Sudáfrica.
Su presencia va mucho más allá de la afinidad ideológica de la presidenta de México y el presidente de Brasil, Lula da Silva, líderes de las dos potencias regionales de América Latina: anticipa un giro estratégico de México en sus relaciones con el mundo, con la presencia física de la presidenta en los principales foros de decisión del mundo; todo lo contrario a la alergia del anterior presidente López Obrador a participar en cumbres internacionales para visibilizar y defender mejor los intereses de México en la comunidad internacional.
A falta de saber qué hablarán los líderes mundiales en la mayor cita sobre el comercio mundial y con el presidente de la primera potencia a siete semanas de dejar el puesto, quizá lo más acertado habría sido que Biden hubiese invitado a Trump a la cumbre del G-20, aunque sea para que los otros líderes intenten convencerlo del enorme error estratégico en el que incurriría si lleva su política proteccionista al extremo; y en el caso más probable de que no consigan convencerlo, advertirle, como ya ha hecho el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, de que el resto de países también puede aplicar aranceles recíprocos, y que si persiste en la hostilidad, lo único que conseguirá es que Estados Unidos deje de ser un socio fiable y acabe (junto con su moneda) cada vez más aislado, mientras el resto del mundo se une en otros bloques económicos, como el BRICS.