“El virus ruge furioso. Ya no tengo amigos que no estén muertos o muriéndose. Como si una avalancha azul los hubiera alcanzado. En el trabajo, en el cine, en las manifestaciones, en la playa. Arrodillados en la iglesia, corriendo, volando, silenciosos o protestando a gritos”. Doliente y en agonía, así describe sus últimos días como enfermo de SIDA el cineasta Derek Jarman, fallecido en 1994, en su último filme titulado Blue (1993).
El SIDA arrasó por el mundo como un vendaval en los 80. Sembró el miedo y la incertidumbre tanto o más como sucedió con el covid.
Aquellos fueron años de sufrimiento y pérdida. Alguien como la actriz Tilda Swinton lo vivió en carne propia. En una entrevista con The Guardian dijo que al menos durante un año asistió a 43 funerales, todas muertes relacionadas con el SIDA. “La única persona que realmente entendió por lo que estaba pasando fue mi abuela, que vivió dos guerras mundiales, y dijo: ‘Esta es la guerra de tu generación’”.
Los cuerpos atrofiados por el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida ciertamente se desvanecieron como en una guerra. Alguien como Susan Sontag reflexionó sobre la apropiación retórica del razonamiento militar en el ánimo por contrarrestar una enfermedad como el SIDA.
La enfermedad se convirtió en aquello que la sociedad debía “combatir”, en un virus “invasor” del cuerpo, en un “enemigo” al que se le declaró la guerra. Fue así que la metáfora militar contribuyó a estigmatizar la enfermedad e inevitablemente también a los enfermos.
Y como Sontag escribió en La enfermedad y sus metáforas. El sida y sus metáforas, en un contexto médico concerniente al SIDA esta metáfora “sugiere implícitamente la necesidad de la represión y la violencia del Estado”.
Políticas violentas y prejuiciosas es lo que también se recuerda de aquellos años. Era de gobiernos ultraconservadores y discursos inflexibles de líderes como Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y de la iglesia católica en voz del papa Juan Pablo II.
Por eso debe preocuparnos que ahora en la Argentina de Javier Milei la reducción en la partida de salud golpee duramente el presupuesto para los tratamientos gratuitos contra el VIH. Cayó en 2024 un 67% y caería un 46% en el 2025.
En la conmemoración del Día Mundial del SIDA este 1 de diciembre, no hay que olvidar que el virus aún “ruge furioso”.
Tan solo en Europa, el número de nuevos diagnósticos de personas infectadas creció casi un 12 % de 2022 a 2023, informó este jueves el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC).
Y según un informe del estadounidense Instituto de Métrica y Evaluación Sanitarias (IHME), pese a avances sustanciales contra la incidencia del virus no estamos en camino de cumplir los objetivos de Naciones Unidas de reducir para 2030 las nuevas infecciones y las muertes relacionadas con la enfermedad en un 90 %.
Freno a los avances
En su reciente informe “Toma el camino de los derechos para acabar con el SIDA”, ONUSIDA denuncia que las violaciones de derechos fundamentales siguen frenando los avances necesarios para acabar con la pandemia.
“Cuando acudir a un servicio de salud es un peligro por la comunidad a la que perteneces, se niegan herramientas que salvan vidas y que son esenciales para erradicar el sida”, piensa Winnie Byanyima, directora de ONUSIDA.
En 2023, unas 39,9 millones de personas vivían con VIH, de las cuales 9.3 millones no tienen acceso a terapia antirretroviral. El año pasado, 1.3 millones contrajeron el virus y 630,000 murieron por enfermedades relacionadas con el SIDA. Desde que comenzó la pandemia hace cuatro décadas, 88.4 millones de personas han contraído VIH y 42.3 millones han fallecido.
Discriminación: enemigo mortal
El lema de este año, “Sigamos el camino de los derechos”, subraya que sin igualdad no hay salud. ONUSIDA alerta que negar la educación a niñas, tolerar la violencia de género o criminalizar la orientación sexual perpetúan la propagación del VIH.
“Las mujeres y niñas de África oriental y meridional tienen tres veces más probabilidades de vivir con VIH que los hombres”, según Byanyima.
Los colectivos LGTBIQ enfrentan un panorama desolador. En 63 países las relaciones entre personas del mismo sexo son ilegales, lo que no solo viola derechos sino que obstaculiza el acceso a tratamientos. “En esos lugares, la prevalencia del virus entre hombres homosexuales es cinco veces mayor”, de acuerdo con un activista de MPact Global Action.
Avances científicos no alcanzan
Mientras los nuevos medicamentos de acción prolongada prometen revolucionar el tratamiento del VIH con solo dos inyecciones al año, el acceso sigue siendo un privilegio. “Estas opciones deben llegar a todos, sin demora, para lograr una cobertura universal”, reclamó Alexandra Calmy, especialista en VIH de los Hospitales Universitarios de Ginebra.
El informe subraya otra realidad que inquieta: 1.4 millones de menores de 14 años viven con VIH, y 5.4 millones de seropositivos desconocen que son portadores del virus.
Metas incumplidas
En el marco de la conmemoración, The Lancet anunció que el mundo está lejos de cumplir los ambiciosos objetivos de ONUSIDA para 2030. Su informe advierte que el número de personas con VIH alcanzará un alarmante máximo de 44.4 millones en 2039, antes de descender gradualmente a 43.4 millones en 2050.
Mientras África subsahariana encabeza la disminución global en nuevas infecciones y muertes, el panorama es desolador en Europa Central, Europa del Este y Asia Central. Entre 2003 y 2021, el porcentaje de personas con una carga viral no suprimida aumentó un escandaloso 116,1 %.
Aunque se han logrado avances, el informe sentencia que el mundo “no está en camino de cumplir” el objetivo de reducir en un 90 % las nuevas infecciones y las muertes por SIDA para 2030.
La lucha en otras arenas
Para este domingo, la famosa Charlize Theron cederá su cuenta de Instagram a Ibanomonde Ngema, una activista de 21 años con VIH con la idea de dar visibilidad a los jóvenes seropositivos.
La joven sudafricana de 21 años, que nació con VIH, utilizará el perfil de Theron para contar en primera persona su experiencia como seropositiva.
Una acción así deja ver que la lucha contra el virus no solo se libra en laboratorios y hospitales, sino también en los espacios públicos donde se moldean percepciones y se desafían estigmas.
En un mundo donde millones siguen enfrentando discriminación y silencio, amplificar las voces de quienes viven presos del enfermedad es un acto de resistencia tan poderoso como cualquier avance médico.
@alanrguez16