Irán cierra 2024 como su “annus horribilis” tanto en el exterior como en el interior, con el régimen de Alí Jamenei sometido a duros golpes tanto en el interior como en el exterior, y descargando su frustración y sus vulnerabilidades con la población, sometida a una creciente ola represora, con decenas de arrestos y ejecuciones en juicios sumarísimos.
El año comenzó con el peor atentado terrorista desde el triunfo de la revolución islámica en 1979. Ocurrió el 3 de enero, cuando dos explosiones mataron a menos a 84 personas —entre los que hay media docena de niños— y otras 200 resultaron heridas, cerca de un cementerio donde se celebraba una ceremonia para conmemorar el cuarto aniversario del asesinato de uno de los comandantes más importantes del país, Qasem Soleimani, que murió en 2020 en un ataque con drones estadounidenses.
Reaparece el Estado Islámico
El salvaje atentado fue reivindicado por el Estado Islámico confirmó no sólo que el régimen chiita es objetivo prioritario del grupo terrorista sunita (que considera a esa corriente islámica como hereje), sino que reveló la vulnerabilidad del régimen de los ayatolás, golpeado impunemente en su territorio.
Cuando aún no se había repuesto el régimen del atentado terrorista, los iraníes se levantaron el 19 de mayo con la noticia de que el helicóptero del presidente Ibrahim Raisi, desaparecido desde el día anterior, había aparecido estrellado en una zona montañosa y con todos sus ocupantes muertos.
La muerte del presidente Raisi, un ultraconservador de la línea dura del régimen, supuso un duro golpe para el líder supremo de la República Islámica, Ali Jamenei, quien perdía a su hombre más fiel al frente del gobierno y se vio obligado a convocar en 55 días elecciones, como ordena la Constitución.
Pese a todos los intentos del régimen por eliminar a los candidatos progresistas, no evitó que ganara las elecciones un moderado, Masud Pezeshkian. Fue la venganza de la mitad de la población que se sacudió el miedo por un día y acudió a las urnas para castigar con su voto al candidato favorito del ayatolá Jameni, considerado por el exilio como un líder terrorista, que anima a los jueces que apliquen el castigo máximo contra la disidencia. De hecho, no es casualidad que Irán sea el segundo país en número de ejecuciones.
Esperanza fallida
El triunfo de Pezeshkian dio esperanza a millones de iraníes de que las cosas podrían cambiar, pero pronto se vio que su moderación era en realidad falta de valentía para imponerse a la autoridad de Jamenei y a la de los guardianes de la revolución. Lejos de aliviar las leyes represivas, especialmente contra las mujeres, el presidente no impidió que el parlamento aprobara nuevas leyes.
En septiembre, el Consejo de los Guardianes iraní, que revisa la legislación adoptada en el país, ratificó el proyecto de ley que endurece las penas a las mujeres que infrinjan el estricto código de vestimenta islámico, en especial la falta de uso del velo.
La ley castiga con hasta 10 años de cárcel la falta de uso del velo, un gesto de desobediencia civil que han adoptado numerosas iraníes tras la muerte de Mahsa Amini tras ser detenida por la Policía de la moral por no llevar bien puesto el hiyab en septiembre de 2022, cuyo fallecimiento provocó fuertes protestas y la muerte de al menos 300 muertos a manos de la policía.
Además, establece multas de hasta 2,000 dólares, la confiscación de automóviles y la prohibición de conducir, además de deducciones de salario, prestaciones laborales o la prohibición de acceder a servicios bancarios.
Este endurecimiento de la represión interna en Irán es para el exilio la cruel respuesta del régimen islámico por el año que más golpes ha recibido desde el exterior desde la guerra que libró contra Irán.
“El régimen terrorista tiene miedo de que la población interprete sus derrotas en el exterior con vulnerabilidad e intente derrocarlo”, declaró un activista refugiado en Londres, en referencia al año en que sus dos principales organizaciones armadas en Oriente Medio, la libanesa Hezbolá y la gazatí Hamás están prácticamente derrotas, tras declararles la guerra Israel, luego del atentado del 7 de octubre de 2023.
El problema sirio
Para rematar el año, el régimen sirio de Bachar al Asad, el único gobierno árabe aliado de Irán, está sometido desde hace tres días a la mayor contraofensiva de la oposición en cuatro años de guerra civil contra la oprimida mayoría sunita.
Después de un año de ataques israelíes contra bases de Hezbolá, no sólo en Líbano, sino en Siria (donde ayudaba al tirano de Damasco a aplastar a la oposición), la oposición armada siria (ayudada por Turquía) tomó por sorpresa la ciudad de Alepo, la segunda ciudad siria.
Desde Teherán, las autoridades deben estar siguiendo con extrema preocupación los acontecimientos en Siria y probablemente redoblará la presión interna para mandar la señal a los opositores de que cualquier intento de derrocar al régimen será respondido con brutalidad.
Se avecina otro annus horribilis para los iraníes que luchan por la libertad.