La madrugada del 3 de diciembre de 1984, los habitantes de un barrio marginal de la ciudad de Bhopal, en el centro de India, se despertaron para comenzar a vivir una pesadilla de la que miles de ellos siguen sufriendo cuarenta años después.
Esa noche, 45 toneladas de isocianato de metilo gaseoso, un pesticida altamente tóxico, se escaparon de un depósito en mal estado de la fábrica de la compañía estadounidense de productos químicos Union Carbide, formando una densa nube que se posó sobre los barrios próximos, donde dormían miles de familias de clase baja y trabajadora, muchas en la misma fábrica afectada.
“Fue como un Hiroshima invisible”, relata una anciana a Times of India, rememorando esa eterna noche oscura de la que nunca salió porque quedó ciega desde entonces: “La gente corría gritando y sin rumbo, sin saber qué era es cosa invisible que les quemaba la piel y los ojos y los pulmones”, declaró sin saber por qué ella sobrevivió y por qué la persigue, después de tanto tiempo, ese fuerte olor a químico.
Muchos de los que lograron llegar a los hospitales murieron en los siguientes minutos, ante el espanto de enfermeros y médicos, que nada pudieron hacer por salvar a esos cuerpos agonizantes (y salvarse a sí mismos) porque los dueños de la fábrica nunca detallaron a las autoridades locales y sanitarias qué productos químicos fabricaban y cómo proceder en caso de envenenamiento masivo.
Con motivo del 40 aniversario de la tragedia, Union Carbide (ahora parte de la multinacional también estadounidense Dow Chemical), emitió la noche del lunes un comunicado en el que vuelve a exculparse y da por válida la cifra oficial de víctimas del gobierno indio: “aproximadamente 5,200 muertos y varios miles que aún sufren daños permanentes”, señaló.
El segundo mayor desastre humano en tiempos de paz
Descartados los desastres naturales (geológicos o biológicos), como terremotos, tsunamis, epidemias, o los causados por el hombre en tiempos de guerra (Segunda Guerra Mundial, bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, genocidios…), la cifra de muertos de Bhopal es el mayor accidente químico de la historia y la segunda mayor tragedia por negligencia humana en tiempos de paz, sólo por detrás del accidente nuclear de Chernobil, que dejó unos 9,000 muertos, según estima la OMS.
Sin embargo, organizaciones no gubernamentales que recopilaron datos a lo largo de los años sobre la tragedia de Bhopal arrojan cifras mucho más alarmantes: entre 22,000 y 25,000 mil muertos. En cuanto al número de víctimas que arrastran desde entonces graves secuelas —principalmente insuficiencia respiratoria crónica, ceguera y trastornos neurológicos— fue de al menos 578 mil.
Y detrás de esta cifra tan alta está otro negligencia criminal de la que poco se ha hablado, la del agua subterránea contaminada por el sedimento químico que se posó en la superficie y envenenó durante años a los habitantes de Bhopal, sin que las autoridades reaccionaran ante las repetidas denuncias de los ecologistas.
Qué provocó el accidente
El accidente de Bhopal siguió el mismo patrón de avaricia y negligencia criminal que ha provocado tantas tragedias, sólo que con el agravante de que se manejaban productos extremadamente peligrosos, equivalentes a armas de destrucción masiva.
Fue lo ocurrió apenas dos años después de la tragedia india, sólo que en una remota ciudad de la república soviética de Ucrania: Chernobil. La noche del 26 de abril de 1986, una cadena de errores hizo que explotara el reactor 4 de la central nuclear V.I. Lenin, liberando millones de toneladas de polvo radioactivo, una catástrofe que dejó al descubierto el grave deterioro de la industria soviética y la corrupción estatal que aceleraron la caída de la URSS en 1991.
En el caso de Bhopal, la falta de mantenimiento y la decisión de los responsables de la fábrica de almacenar 42 toneladas del gas tóxico en un tanque, en vez de las 30 toneladas permitidas, provocó que la presión reventara una tubería oxidada, liberando todo el contenido. En paralelo, la compañía llevaba años reduciendo el presupuesto destinado al mantenimiento de la planta, tanto que al momento del accidente no funcionaba ninguno de los seis sistemas de control creados para evitar un escape de gas a la atmósfera.
Qué pasó con los culpables
Fiel a su doble vara de medir, cuando están en juego intereses estadounidenses, el gobierno y la justicia de ese país se pusieron del lado de los acusados de esa nacionalidad.
Todos los casos penales presentados en EU contra Unión Carbide y contra su consejero ejecutivo, Warren Anderson, fueron desestimados y redirigidos a los tribunales indios entre 1986 y 2012, alegando que la fábrica no dependía de la matriz estadounidense, sino de una compañía distinta llamada Union Carbide of India Limited, por lo que los responsables era sus directivos.
Finalmente, Anderson viajó a India donde fue confinado en un hotel a la espera de ser juzgado por el Tribunal de Distrito de Bhopal, pero las autoridades indias lo devolvieron días después en un avión a EU, levantando las sospechas de que todo fue un montaje y un caso de escandalosa impunidad de Washington, que “compró” a Nueva Delhi tras acordar con la matriz estadounidense el pago de apenas 470 millones de dólares a las cientos de miles de víctimas .
Años después se conoció que el gobierno indio ni siquiera tuvo la decencia de repartir la totalidad de la indemnización y se quedó con una parte a la que se le perdió la pista.
En junio de 2010, siete ciudadanos indios que eran empleados de la fábrica fueron declarados culpables de causar la muerte por negligencia y condenados a dos años de prisión y una multa de unos 2,000 dólares cada uno. Todos fueron puestos en libertad bajo fianza poco después del veredicto.
El comunicado del lunes de Union Carbide sigue defendiendo el trabajo “diligente” de Anderson para “brindar ayuda a las víctimas e intentaron establecer un proceso para resolver sus reclamos”.
Anderson murió en completa impunidad el 29 de septiembre de 2014 a los 92 años, poco antes de que se cumplieran 30 años de la tragedia.