Escenario adverso (muy probable):
Donald Trump cumple sus amenazas contra México desde el primer día de su segundo mandato, que comienza este 20 de enero. Nada más sentarse en el Despacho Oval, firma una subida del 25% de aranceles a las importaciones de productos mexicanos y activa la cacería de inmigrantes y las deportaciones masivas. Asimismo, mantiene la amenaza de cerrar las aduanas fronterizas cuando considere que el gobierno de Claudia Sheinbaum no está logrando frenar en seco el flujo de migrantes a la frontera y el de drogas.
El primer gobierno del magnate populista republicano (2017-2021) acabó sin cumplir sus promesas porque se topó con las presiones de los legisladores (que le vetaron, por ejemplo, presupuesto para su muro) y se amilanó por la ofensiva de jueces, activistas y la prensa independiente. Pero esta vez es diferente: Trump llega a su segundo mandato (2025-2029) más radical que nunca y dispuesto a culminar cada una de sus amenazas, gracias a un Congreso y una Corte Suprema controlados por los ultraconservadores, y convencido de que su gran victoria en las elecciones de noviembre es un mandato del pueblo estadounidense para que gobierne de forma autoritaria y por encima de cualquier poder (ya avisó en campaña: “me gustaría ser dictador, aunque sea por un día”).
Este escenario es muy probable, dada la deriva autoritaria de legisladores y jueces, y la intimidación a la prensa crítica, y es devastador para los intereses de México, que sufriría de inmediato un duro golpe en su industria (principalmente la automotriz) y en el comercio entre ambos países. El gobierno de Sheinbaum tendría que afrontar, además, la llegada masiva de inmigrantes deportados, y prepararse para las futuras embestidas del autor del “America First”.
El margen de maniobra y contraofensica de México (básicamente sanciones recíprocas) sería no sólo demasiado estrecho para doblegar la voluntad de Trump, sino contraproducente, ya que podría volverlo más agresivo.
Escenario pragmático (probable):
Trump manda al congelador su chantaje arancelario desde el primer día y extiende el plazo de su ultimátum como un “gesto” de buena voluntad hacia el gobierno mexicano para darle más tiempo para que cumpla con sus dos exigencias: frenar en seco el flujo de inmigrantes y declarar la guerra total a los cárteles del narcotráfico.
Este escenario es probable, si la mente de empresario pragmático de Trump se antepone a la de populista irracional y comprende que para lograr sus objetivos no puede apretar tan fuerte y tan pronto a su mayor socio comercial del planeta.
De esta manera, una tregua antes de iniciar la guerra comercial abriría una ventana de oportunidad al gobierno de Sheinbaum para negociar un nuevo acuerdo de cooperación bilateral para combatir con más firmeza la inmigración irregular y el narcotráfico.
En caso de que se impusiera este escenario, no sería descartable que en las negociaciones se acordase una participación de tropas del Ejército de EU y agentes de la DEA en la fiscalización de los barcos chinos que llegan a los puertos mexicanos, para evitar la entrada de precursores para elaborar fentanilo, o para el desmantelamiento de laboratorios, como condición de Trump a Sheinbaum para levantar las sanciones a México.
Pese a todo, la espada de Damocles sobre Claudia podría caer en cualquier momento, si el gobierno de Sheinbaum no convence a Trump y no renuncia en su totalidad a la fallida estrategia de “abrazos, no balazos”, que heredó de Andrés Manuel López Obrador y empoderó aún más al crimen organizado.
Escenario de pesadilla (poco probable):
Trump cierra la puerta a cualquier intento de acercamiento, negociación o colaboración con el gobierno mexicano, declarando la guerra comercial hasta sus últimas consecuencias (como la temida aplicación de un impuesto a las remesas que envían los inmigrantes a sus familias en México) para ahogar la economía nacional. La frontera en este caso permanecería básicamente cerrada, sólo abierta para la deportación masiva de inmigrantes y para el peor escenario posible: una invasión militar con el pretexto de destruir los feudos de los cárteles.
Este escenario es el peor posible, pero poco probable, puesto que sería suicida para la propia economía estadounidense y así se lo harán recordar los mercados y los propios consumidores, cuando se den cuenta de que van a subir los precios de multitud de productos, si dejan de entrar al país refacciones y todo tipo de productos a precios más competitivos.
Escenario ideal (casi imposible):
Trump tiene algo parecido a una epifanía al regresar a la Casa Blanca y comprende finalmente que los inmigrantes no son en su abrumadora mayoría criminales, sino que son esenciales para sostener la primera economía del mundo, y entiende Estados Unidos no es la víctima del narcotráfico, sino que es responsable de su existencia, no sólo por ser el mayor mercado consumidor de drogas, sino por negarse a combatir sus propios cárteles y, sobre todo, por permitir el flujo masivo de armas a México.
Estas son las dos cartas que debe usar el gobierno mexicano para convencer a Trump de que cualquier escenario que no sea el de intensificar la colaboración y la cooperación será muy perjudicial para los dos países. Debe hacerle entender que entre más armas de venta libre en EU entren en México, más difícil será ganar la guerra al crimen organizado y entre más insista en castigar a la economía mexicana, más presión migratoria habrá y más empresas y comercios estadounidenses cerrarán, particularmente en estados fronterizos muy interdependientes, como Texas.
Durante su discurso en el Zócalo por sus 100 días de gobierno, Sheinbaum agradeció a Trump “el respeto y la colaboración” que mostró en su primer mandato con el presidente Andrés Manuel López Obrador, cuando se firmó el T-MEC, “que tanto benefició a las tres naciones con la creación de empleo”, y recordó que esta fue “la única opción para enfrentar con éxito el avance comercial y económico de los países asiáticos”.
“Estoy convencida que la relación entre México y Estados Unidos será buena y de respeto y prevalecerá el diálogo; nuestra visión es el humanismo mexicano, la fraternidad entre los pueblos y las naciones”, dijo y proclamó ante el Zócalo lleno: “Eso sí, siempre tendremos la frente en alto, México es un país libre, independiente y soberano y como lo he dicho: nos coordinamos, colaboramos, pero nunca nos subordinamos”.
Es cierto, como recordó el secretario de Economía Marcelo Ebrard que no hay que mantener la cabeza fría y ser firmes ante cualquier escenario adverso que se presente a partir de la semana que viene, pero lo que es seguro es que el gobierno mexicano deberá modificar drásticamente toda su estrategia en política migratoria y de seguridad, si no quiere vivir un escenario muy estresante y preocupante durante los próximos cuatro años.
Y el primer desafío para el gobierno mexicano frente al segundo gobierno mexicano ya está en marcha: la caravana de inmigrantes que este domingo se puso en marcha desde Chiapas rumbo a la frontera con Estados Unidos.