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Las elecciones de este domingo llegan en el peor momento para la democracia y el mejor para el populismo autoritario

El fantasma del nazismo acecha a Alemania en vísperas de las elecciones (con la ayuda de Musk)

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Tensión “Hitler también fue elegido democráticamente”, alerta un cartel en una reciente manifestación masiva en Berlín contra la extrema derecha (EFE)

No es una novedad que algunos personajes relevantes del submundo de la extrema derecha internacional hayan alzado la voz para relativizar o incluso negar el Holocausto, en las ocho décadas transcurridas desde la derrota del nazismo; pero probablemente nadie ha llegado tan lejos en todo como Elon Musk con un sólo objetivo: que la extrema derecha gane las elecciones alemanas este domingo y regrese al poder, como ocurrió en 1933, con la victoria en las urnas del Partido Nacionalsocialista de Adolf Hitler.

Empoderado por el gran triunfo electoral de Donald Trump en Estados Unidos, al que contribuyó de forma activa y entusiasta, Musk volvió a participar en un mitin de forma virtual en la campaña electoral alemana y a poner su red social X al servicio de partido Alternativa para Alemania (AfD), para que difundiera bulos y calumnias sobre los inmigrantes y para animar a los alemanes a que recuperen su “orgullo” como pueblo.

Ocurrió el pasado 25 de enero en la ciudad de Halle. Ante una multitud de ocho mil personas, Musk hizo una aparición virtual para animar a los presentes (y a los cientos de miles de alemanes que siguieron su intervención mediante una conexión directa en X) a votar por Afd, el único partido que no mira al pasado con complejo de culpabilidad y que se siente orgulloso de una patria fuerte, blanca y cristiana.

“Es bueno estar orgulloso de la cultura alemana, los valores alemanes, y no perder eso en una especie de multiculturalismo que diluye todo”, dijo Musk, aludiendo a uno de los campos de batalla de la extrema derecha nacionalpopulista: la ideología progresista o liberal, que defiende la diversidad sexual, racial y la convivencia de diferentes culturas, como antídoto contra el totalitarismo etnocéntrico.

Contra la “culpa del pasado”

De hecho, no es casualidad que Musk, originario de Sudáfrica de una familia simpatizante del Apartheid y quien celebró con un saludo nazi el regreso al poder en Estados Unidos de Donald Trump, diga a los alemanes que “hay que dejar de enfocarse en la culpa del pasado” y que “necesitamos superarlo”, como si el exterminio de seis millones de judíos y de miles de gitanos, eslavos, homosexuales, bolcheviques o cualquiera que se negase a someterse al nazismo fuese un detalle de la historia a olvidar, abriendose así la puerta a que se vuelva a repetir.

La candidata de AfD, Alice Weidel, no puede estar más contenta con la impagable propaganda masiva de Musk, que la ha llevado a situarse en un histórico segundo puesto en las encuestas, sólo por detrás de Friedrich Merz, el candidato de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), quien ha tenido que endurecer su discurso antiinmigrante, para no verse arrollado por la marea xenófoba que recorre casi todo el mundo.

Lejos queda la CDU que llevó al poder a dos leyendas de la derecha “civilizada”: Helmut Kohl, arquitecto de la reunificación, y Angela Merkel, quien consolidó a Alemania como motor indiscutible de Europa, para lo que abrió las puertas a la inmigración (sin la cual esta hegemonía no habría sido posible), pero también a miles de refugiados, en su mayoría procedentes de países en guerra o donde son perseguidos, expiando de esta manera parte del trauma que arrastra la sociedad alemana por los peores crímenes contra la humanidad durante el Tercer Reich.

Que Weidel, la joven candidata de AfD (46 años recién cumplidos), dijera en el pasado que Merkel era una “cerda” por abrir las puertas a los inmigrantes, o que la acusara de “marioneta de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial”, en alusión a Estados Unidos, entonces gobernado por Barack Obama (“un negro de la globalización”), no sólo no ha acabado con su carrera política, sino que le ha dado publicidad extra.

Y esto es así porque las generaciones del presente siglo, las que no vivieron ni los horrores de la guerra, ni los terrores nucleares de la guerra fría, son las más receptivas a los cantos de sirena de la extrema derecha, que vuelve a culpar a “los otros” de la decadencia del pueblo alemán y recurre al lenguaje del odio.

La “repugnancia” del canciller Scholz

Con el triunfo en las urnas de otros ultraderechistas como el argentino Javier Milei y, especialmente el regreso al poder de Donald Trump en Estados Unidos, la candidata de la extrema derecha alemana (toda ella una paradoja, ya que defiende el matrimonio tradicional y la deportaciones masiva, pero cría a una hija con otra mujer, para colmo de Sri Lanka), se permite criticar abiertamente el “culto a la culpa” de la clase política alemana, empezando por el canciller socialdemócrata Olaf Scholz, quien calificó de “repugnante”, tanto la sumisión de Weidel a Musk, como la grosera propaganda del magnate en contra de Europa y a favor del “imperialismo” del presidente ruso Vladimir Putin.

Pero el auge imparable en Alemania de la extrema derecha prorrusa (que gobierna ya en Hungría y República Checa) no es sólo mérito de la propaganda desde dos frentes (Musk y Putin) contra el gobierno de coalición alemán (socialdemócratas, liberales y verdes), sino a la gestión gris y falta de carisma de Scholz, rebasado por el griterío de los populistas, y la guerra de Ucrania, que dejó al país más industrial de Europa sin el gas barato ruso.

Las elecciones de este domingo llegan, por tanto, en el peor momento para los demócratas, especialmente para el candidato a la reelección Scholz (que va camino de llevar a los socialdemócratas del SPD a una derrota histórica y un humillante tercer o cuarto puesto) y en el mejor momento para los extremistas xenófobos, que cuentan los votos que ganarán de más con cada atentado islamista en las últimas semanas. Sólo una movilización masiva de los demócratas alemanes en las urnas, como hicieron en las calles cientos de miles en manifestaciones masivas como las de Berlín y Munich, podría evitar la catástrofe.

Según las últimas encuestas la CDU ganaría las elecciones, pero muy lejos de la mayoría absoluta y con el dilema del siglo: ¿romperá el “cordón sanitario antinazi” y gobernará en coalición con la extrema derecha, o facilitarán una “Gran Coalición” (Große Koalition) de partidos para no pasar la vergüenza histórica de ver cómo regresan al poder los hijos de Hitler.

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