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La ultraderecha escaló al segundo lugar (como estaba previsto), pero tiene cerrada la puerta para gobernar tras el veto del futuro canciller; está por ver si el “Rasputín” de Trump ayudó con su empeño de que los alemanes olviden el pasado o fue contraproducente. Las claves

Nuevo mapa electoral alemán: por qué Musk se lo pensará antes de volver a hacer el saludo nazi

Mapa Mapa de Alemania con los líderes de los tres primeros partidos
¿Quiénes ganaron?

Alemania se ha decantado claramente por la derecha en las elecciones adelantadas de este domingo, pero la extrema derecha seguirá vetada y no podrá negociar ni formar parte en el futuro gobierno, por decisión de la derecha “civilizada” ganadora.

El principal ganador es la coalición conservadora democristiana CDU (en alianza con su versión bávara CSU), que logró el 28.5% de los votos y 14.1 millones de votos, lo que le da un mayoría relativa de 208 escaños y permitirá al candidato Friedrich Merz (más derechista que su antigua rival de partido, la excanciller Angela Merkel) negociar con otros partidos la formación de un nuevo gobierno y convertirse en canciller (que espera ocurra a más tardar en abril).

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Victoria El candidato del CDU, Friedrich Merz, futuro canciller de Alemania (HANNIBAL HANSCHKE/EFE)

El otro ganador, como ya anticipaban las encuestras, es el partido de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD, en alemán), de la candidata Alice Weidel, que dobló el número de votos desde las elecciones de 2021 y quedó en segundo lugar con el 20.8% de los votos y 10 millones de votos.

La sorpresa de la noche fue un voto mayor de lo esperado de La Izquierda (Die Linke), que con 4.7 millones de votos y 8.7% dispara su presencia de diputados en el Bundestag (Cámara de Diputados), al pasar de 39 a 64 escaños, gracias en gran parte al voto joven antifascista.

¿Quiénes perdieron?

El gobernante Partido Socialdemócrata (SPD) del canciller saliente, Olaf Scholz, es el claro perdedor, con el peor resultado en 161 años de historia, tras lograr apenas el 16.4% de los votos y 8 millones de votos, dos millones menos que la AfD y seis millones menos que sus adversarios históricos del CDU.

Los otros perdedores son los Verdes (11.6%), que caen del tercero al cuarto lugar, y pasan de 118 a 85 escaños. Sin embargo, los mayores perdedores son los Liberales, un partido que pasará de estar gobernando en coalición con el SPD a lograr menos del 5% de los votos y quedar fuera del parlamento por segunda vez desde la restauración de la democracia en 1949 en Alemania Occidental.

Los resultados del domingo arrojan también una paradoja: el otro gran perdedor es al mismo tiempo uno de los grandes ganadores: Alternativa para Alemania.

¿Por qué la extrema derecha es también el gran perdedor de las elecciones?

Porque el objetivo último de cualquier partido es gobernar y la extrema derecha alemana está vetada.

La misma noche del domingo, en la llamada “ronda de Elefantes” —una curiosa e insólita tradición alemana en la que todos los candidatos debaten justos en televisión su estrategia a seguir tras conocer los resultados electorales—, Weidel reclamó entrar en el futuro gobierno de Merz, alegando que han doblado el número de votos y que se debe tener en cuenta la opinión de ese 20% de los alemanes que votó por la fuerza extremista.

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Victoria agridulce La candidata de la ultraderecha, Alice Weidel, vetada para el futuro gobierno alemán (RONALD WITTEK/EFE)

Pero el sistema democrático alemán (como en el resto de democracias europeas) es parlamentario y el gobierno, en caso de que ningún partido logre mayoría absoluta, lo negocia el ganador con otros partidos, sin que necesariamente sea el segundo más votado o el más afín ideológicamente.

En el caso alemán, el partido más votado, CDU, y el tercero, el SPD, ya han anunciado negociaciones para formar gobierno rápidamente, ya que tendrían mayoría absoluta (328 de los 316 escaños necesarios). En ningún caso, reiteró Merz, negociará con AfD.

Al respecto, la candidata ultra (otra paradoja en sí misma, ya que defiende el matrimonio tradicional y apuesta por expulsar a los inmigrantes, viviendo ella en pareja con una mujer emigrante de Sri Lanka), dijo entre lamentos que no entendía cómo Merz rechazaba negociar con su formación ultra, si el programa electoral de CDU “es prácticamente el mismo que el de AfD”, aseguró.

¿Por qué entonces la derecha ganadora no quiere gobernar con la extrema derecha?

Porque el peso de lo ocurrido hace menos de un siglo en Alemania es demasiado traumático para la sociedad alemana y AfD pretende pasar página, sin más, como si fuera un detalle de la historia lo que ocurrió hace menos de un siglo, cuando los antepasados de los actuales votantes pusieron en marcha la mayor maquinaria de genocidio de la historia de la humanidad, y cuya derrota en 1945 dejó a un país reducido a cenizas y con un décimo de su población muerta (7.7 millones).

Esta es la razón principal por la que sigue funcionando el llamado “cerco sanitario” alemán, el pacto entre partidos democráticos para impedir que no lleguen al gobierno formaciones antidemocráticas y neofascistas.

Bajo este mismo cordón sanitario, la ultraderechista Marine Le Pen ha fracasado tres veces en su intento de llegar al poder en Francia, país que sufrió no sólo la invasión nazi, sino que arrastra la culpa del colaboracionismo con Berlín durante la denostada “Répública de Vichy”.

¿Qué revela el mapa electoral de Alemania?

Los colores de cada partido y donde son predominantes en el mapa revelan, principalmente, cómo 35 años después de la reunificación alemana — ocurrida el 3 de octubre de 1990, un año después de la caída del Muro de Berlín— no se ha logrado unificar a la sociedad alemana, como si existiera aún un muro invisible.

Prácticamente toda la antigua Alemania del Este se pinta de azul, el color del partido de extrema derecha AdF, lo que revela cómo el gen autoritario del antiguo régimen comunista sigue presente en la actualidad, solo que ahora en el otro extremo ideológico, con la excepción de Berlín, que sigue siendo una isla progresista y antifascista, en medio del mar ultraderechista.

Por el contrario, prácticamente toda el lado occidental alemán que correspondía a la República Federal Alemana (cuando la capital era Bonn) ha pasado de estar casi todo teñido de rojo, el color de los socialdemócratas, a negro, el color que distingue a la coalición cristianodemócrata CDU/CSU.

Detrás de este cambio radical está el voto de castigo al gobierno del canciller Olaf Scholz por la decadencia de la economía alemana y la recesión en la que ha caído el país más industrializado y poblado de Europa, el más perjudicado por las sanciones contra Rusia por la guerra en Ucrania y el veto al gas barato ruso.

Aunque de manera menos perceptible, los puntos rojos, morados (la izquierda) y verdes en grandes ciudades como Berlín, Hamburgo, Hannover y zonas conurbadas de la cuenca del Ruhr, anuncian una resistencia del voto más urbano y con mayor nivel educativo a los cantos de sirena de la extrema derecha populista e incluso a la deriva anti inmigrante de la derecha conservadora.

De hecho, existe un patrón de voto antipopulista en las elecciones alemanas similar al de las pasadas elecciones de noviembre en Estados Unidos, en el que los sectores que más se resistieron al votar por el republicano Donald Trump fueron las mujeres, los sectores más educados y con profesiones más cualificadas, los jóvenes y las ciudades.

¿Por qué Elon Musk no tiene motivos para la euforia?

Porque el hombre más rico del mundo y el “Rasputín” de Trump ha fracasado en su objetivo de convertir en poder la marea nacionalpopulista en el corazón de Europa, como logró en noviembre en Estados Unidos.

Nada le habría gustado más a Musk que volar a Alemania para celebrar una victoria de la candidata Weidel, que se le escapó de la mano, pese a la formidable propaganda de la red X y a su insólita injerencia electoral. Una cosa es que haga el saludo nazi en la América de Trump y otra que lo haga en Berlín, la capital donde precisamente los jóvenes, los que más usan sus redes, dieron un voto histórico a Die Linke.

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Euforia Heidi Reichinnek (segunda izq.), líder del partido Die Linke (La Izquierda) festeja su triunfo en Berlín, la capital alemana

Tiempo tendrá para reflexionar el “Rapsutín” de Trump si decir a los alemanes, como dijo en un mitin, que ya era hora de mirar al futuro y sentirse “orgullosos” de su pasado ayudó al segundo puesto de la AfD o fue contraproducente y movilizó a los jóvenes a empezar a levantar otro muro en Alemania, solo que éste para que no regrese el totalitarismo al poder al corazón de Europa, donde empezó todo.

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