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La decisión de Trump de poner a un negacionista como secretario de Salud y de acabar con USAID es una bomba biológica de relojería que amenaza con matar a millones de personas y con provocar una crisis más grave que la que estalló hace cinco años

Las vacunas nos libraron de la pandemia; los antivacunas están gestando la próxima

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Alerta sanitaria La vacunación en todo el mundo ha caído peligrosamente desde la pandemia de covid (EFE)

El 5 de mayo de 2023, la Organización Mundial de la Salud (OMS) levantó la pandemia por covid y el mundo respiró aliviado; el pasado 17 de marzo de 2025, menos de dos años después, el director general, Tedros Ghebreyesus, advirtió que la próxima pandemia acecha y que millones de personas morirán en los próximos años, si el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, desmantela en su totalidad USAID, la mayor agencia de ayuda humanitaria del mundo, cuyos programas de vacunación y prevención de enfermedades contagiosas han salvado la vida a cientos de millones de personas, principalmente en países vulnerables y con sistemas de salud muy frágiles.

Sólo la generosa distribución de USAID de vacunas en 27 países de África, Asia y América Latina ha salvado en las últimas décadas a 80 millones de personas, recordó Ghebreyesus, por lo que pidió a Trump que reconsidere su intención de desmantelar, lo que activistas de todo el mundo consideran “lo mejor que ha dado Estados Unidos desde su ayuda a liberar al mundo del totalitarismo nazi”.

Las redes de vacunación contra enfermedades como la malaria, la poliomelitis o la rubeola en muchos países en desarrollo están ya sufriendo los efectos del final de la contribución estadounidense a través de la agencia de cooperación USAID y otros canales, lamentó el etíope Ghebreyesus.

En el caso de la malaria, “si continúan las interrupciones en la vacunación, se podrían sufrir 15 millones de casos adicionales y 107,000 muertes anuales, lo que supondría perder 15 años de progreso”, destacó el máximo responsable de la agencia sanitaria de la ONU.

“Una red de más de 700 laboratorios para la inmunización global de estas enfermedades estaba completamente financiada por Estados Unidos y ahora corre el riesgo de tener que cerrar justo en el peor momento, cuando está habiendo un resurgimiento del sarampión”, agregó.

Sólo el fin de las ayudas de EU para prevenir el sida en el mundo “podría causar 10 millones de seropositivos más, el triple de las registradas el pasado año, y tres millones de muertos más”, advirtió.

Desgraciadamente, nada indica que el magnate republicano y su aliado Elon Musk, al que nombró director de los brutales recortes de agencias federales, empezando por USAID, vayan a dar marcha atrás, ya que los negacionistas tienen el cerebro tan plano como los terraplanistas, por eso no son capaces de aceptar la evidencia científica: que las vacunas salvaron a millones de morir de covid.

De hecho, la elección de Robert F. Kennedy por parte de Trump como secretario de Salud de EU, cuyo único “mérito” curricular es lanzar bulos como que las vacunas provocan el autismo, sólo puede entenderse desde la ignorancia y la maldad del presidente, que ve en esta jugada una manera de vengarse y de burlarse de la clase científica y académica estadounidense, tradicionalmente liberal y que en la pasada campaña electoral alertó del “peligro” de que volviera al poder el “negacionista” Trump.

Vitamina C contra el sarampión

La fatalidad quiso que, el mismo día que se entrenó en el cargo de secretario de Salud, el 27 de febrero, Kennedy tuvo que tragar saliva y anunciar la muerte de un niño por sarampión que no estaba vacunado, la primera en una década, ocurrida en el oeste de Texas y en el marco de un brote que aún no ha sido controlado y que ha causado ya más de 200 contagios.

Frente a sus compañeros de gabinete reunidos en el Despacho Oval con el presidente Trump, Kennedy mintió al decir que la crisis “no es inusual” y “sucede cada año”, cuando la realidad es que el último brote de la misma gravedad ocurrió hace tres décadas. Luego fue a las cadenas “amigas” a asegurar que la mejor receta para combatir el sarampión (que en los casos más graves puede causar neumonía, encefalitis y la muerte) es aumentar el consumo en la dieta de vitamina C y aceite de hígado de bacalao.

Tras una catarata de críticas de científicos y medios de comunicación por la peligrosa ignorancia del responsable nacional de Salud, Kennedy emitió un comunicado en el que admitió (o fue forzado a admitir) que “las vacunas no solo protegen a los niños individualmente del sarampión, sino que también contribuyen a la inmunidad comunitaria, protegiendo a aquellos que no pueden vacunarse por razones médicas”.

Sin embargo, en lo que parece un intento desesperado por mantener a flote el negacionismo,en el mismo comunicado confundió a la opinión pública al añadir que “la decisión de vacunarse es personal”, descartando una campaña nacional de concientización y de vacunación masiva.

La “terrible paradoja del covid”

El avance de los antivacunas es consecuencia de lo que podríamos llamar la “terrible paradoja del covid”, en la que, en vez de que las redes sociales se llenen de agradecimientos a la científicos por haber sintetizados las vacunas que lograron aplastar al virus respiratorio letal y sacaron al mundo de la pandemia, triunfaron los bulos conspiranoicos del tipo “el gobierno creó la vacuna para inyectarnos un microchip y controlarnos a todos”.

En nombre de la libertad de expresión sin censura, plataformas como X llevan tres años inundadas de absurdas teorías conspirativas contra las vacunas del covid, ante las que poco pueden hacer noticias, basadas en datos matemáticos y cálculos predictivos que señalan que, de no haberse llevado a cabo una campaña masiva de la vacuna anti-covid, en vez de estar lamentando 15 millones de muertos desde hace cinco años, estaríamos hablando de 35 millones de muertos más, y además el mundo seguiría en pandemia.

No lo dice cualquier activista provacunas que trata de hacerse oír en las redes, sino la Organización Mundial de la Salud (OMS),cuya conclusión tras analizar todos los datos disponible es que, desde que comenzó la campaña masiva de vacunación, en diciembre de 2020, se han salvado unas 20 millones de vidas y permitió que se consiguiera la “inmunidad de rebaño”, lo que cortó la cadena de contagio y se pudo declarar el fin de la pandemia en tiempo récord: el 5 de mayo de 2023.

Menos de dos años después, el mundo está volviendo a hablar de brotes epidémicos, como el de sarampión en Texas.

¿Por qué ahora; por qué Texas es un foco rojo?

Cuando Trump —quien llegó a defender el uso de un desinfectante inyectado en las venas para evitar el covid— fue derrotado en noviembre de 2020, empezó a difundir bulos como que Pekín conspiró con los demócratas para esparcir el virus durante su mandato para que ganara las elecciones Joe Biden. Uno de los primeros en seguirle el juego fue el gobernador de Texas, Greg Abbott, quien impulsó la “cláusula religiosa y personal” para desincentivar la vacunación masiva, supuestamente obligatoria en las escuelas.

Era cuestión de tiempo para que la bomba de reloj biológica estallase por la caída en las vacunaciones de menores. Ocurrió a finales de enero en una comunidad menonita del oeste de Texas, con el mayor brote de sarampión en tres décadas, con 250 casos, 34 hospitalizados y un niño que no estaba vacunado muerto.

A mediados de marzo, el brote de sarampión cruzó la frontera y se instaló en Chihuahua, con 43 casos, lo que puso en alerta a la Secretaría de Salud, que anunció que reforzará la campaña de vacunación en la Semana Nacional de la Salud, del 26 de abril al 3 de mayo. En total se aplicarán 14 vacunas, con énfasis en la protección contra el sarampión y contra la tosferina, que también ha resurgido como brote.

Pero muchos expertos temen que sea ya demasiado tarde para impedir otra pandemia, ya que la cobertura de inmunización global ha caído de forma alarmante desde que el virus del covid se esparció por todo el planeta. Según la OMS, en 2023 ninguna vacuna alcanzó el estándar recomendado del 95% de aplicación para evitar brotes epidémicos.

“La cuestión no es si habrá o no una próxima pandemia, sino cuándo ocurrirá”, declaró el director general de la OMS, Tedros Ghebreyesus, tras lamentar que la experiencia traumática del covid no haya servido de lección y el mundo esté dejando de vacunarse. “La próxima vez lo pagaremos caro”, advirtió.

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