
Un psicópata es esencialmente una amenaza. Una amenaza que se insinúa como peligro para el mundo. Egocéntrico, maligno, inmoral, el psicópata se guía con el único propósito de conseguir lo que desea ¿Cuántos personajes así podemos contar dentro de la crónica de nuestro tiempo?
En su libro El psicópata integrado en la familia, la empresa y la política. Claves para neutralizarlo (Editorial Ariel, 2024), el académico de la Universidad de Valencia, Vicente Garrido, apunta que el psicópata puede emplear la violencia “psíquica o física” para satisfacer su motivación esencial: el dominio. Y en algunos casos, como en la política, el poder.
Desde un país con hegemonía geopolítica e inmenso poder, el presidente estadounidense Donald Trump rebasa los bordes de lo que Garrido define como psicópata integrado: “Un individuo que no ha sido definido como un criminal o como un psicópata por parte de la sociedad”. Aunque no podemos omitir que en el caso del mandatario republicano, estamos hablando del primer presidente de EU en ser condenado como delincuente por un juez.
La definición de Garrido se completa con un rasgo inquietante, que sin duda Trump hoy día exhibe sin reservas. El psicópata integrado es además “responsable de una gran cantidad de sufrimiento en el mundo”.
Líder tóxico
El interesante estudio de Garrido, catedrático de Educación y Criminología, arroja claves para comprender por qué líderes como Donald Trump son motivo de alarma. Nos explica que cuando se trata de personas que ostentan un poder financiero y/o político “pueden hacer un daño inmenso a la sociedad”.
Al líder psicópata de un partido político o de un gobierno, de acuerdo con Garrido, se le puede identificar como un “líder tóxico”, “líder predatorio” o “líder destructivo”. Hablando de Trump, se trata de personas que generan un efecto venenoso y permanente en los individuos (sus rivales políticos), las familias (inmigrantes), las organizaciones (USAID y otras) y en toda la sociedad en su conjunto.
La figura de Trump cumple con la noción de psicópata integrado porque manifiesta un notorio culto a la personalidad. También por su facilidad para conectar con el ciudadano corriente, su desprecio por los medios de comunicación independientes, así como por las leyes y la independencia judicial.
Igualmente por hacer uso de “mensajes simples para resolver problemas complejos (como construir un muro para acabar con el problema de la emigración)”, dice Garrrido.
Trump y Putin: psicópatas primarios
En las páginas de esta publicación también hay lugar para otro líder que va por el mundo infligiendo daño: Vladimir Putin. Trump y Putin representan dos versiones del psicópata primario, una figura caracterizada por la falta de empatía, la crueldad, la manipulación y el narcisismo.
Los dos gobernantes carecen de ansiedad y sentimientos de culpa, lo que los hace actuar sin remordimientos. Sin embargo, difieren en su estilo de ejercer el poder.
Trump encarna al psicópata impulsivo. Es exhibicionista, provocador y emocionalmente inestable. Sus acciones son caóticas y descontroladas, guiadas más por el instinto que por la estrategia. Su tendencia a la grandilocuencia y la confrontación lo vuelve predecible, aunque muy peligroso por su influencia sobre las masas.
Putin, en cambio, es un psicópata controlado. Frío y calculador, actúa con astucia y previsión. Su capacidad para tomar riesgos de manera estratégica lo convierte en un líder taimado, capaz de manipular a largo plazo sin perder el control. Mientras Trump genera caos con impulsividad, Putin lo hace con precisión quirúrgica.
La lectura que se desprende de lo planteado por Garrido es que ambos líderes han utilizado sus características psicopáticas para acumular poder y debilitar instituciones democráticas. Aunque sus métodos sean distintos, el resultado es el mismo: líderes sin escrúpulos que anteponen su ego y ambición sobre el bienestar de sus pueblos.
En esta idea de Donald Trump visto como psicópata se explica también porque, de acuerdo con el libro de Garrido, es innegable que el magnate flagela al mundo haciendo eco de sus méritos de ayer y de hoy. Parte de su argumentación tóxica se funda en alusiones de grandeza pasada (Make America Great Again) o de futuros logros (freno a la Tercera Guerra Mundial y a la “invasión migratoria”).
Así es como se puede observar a Trump a través del microscopio clínico para intentar explicar su proceder. Se hace evidente que el líder republicano puja por un nuevo orden mundial. De ahí que parece conveniente recordar la advertencia de Gramsci: “El viejo mundo se muere, el nuevo tarda en aparecer. Y en ese claroscuro surgen los monstruos”.