
El presidente de EU, Donald Trump, y el primer ministro de Canadá, Mark Carney, sostuvieron su primera llamada oficial este viernes, en medio de un ambiente marcado por la tensión diplomática y la guerra comercial desatada por Washington.
A través de su red Truth Social, Trump aseguró que la conversación fue “extremadamente productiva” y que ambos mandatarios acordaron reunirse “inmediatamente” después de las elecciones generales en Canadá, el próximo 28 de abril, para discutir “política, negocios y todos los demás factores”.
Sin embargo, la versión canadiense fue más escueta. Carney —quien asumió el poder el 14 de marzo y lidera al Partido Liberal— no comentó directamente sobre la llamada. La reticencia parece responder al momento político: la imposición de un arancel del 25% a los vehículos importados por EU, que entra en vigor el 2 de abril, amenaza con devastar la industria automotriz canadiense, que emplea a más de 500,000 personas.
“La antigua relación con EU ha terminado”
En declaraciones ofrecidas la noche del jueves, Carney fue contundente: “Estados Unidos ya no es un socio comercial confiable”. También afirmó que el Acuerdo de Productos Automotrices entre ambos países, vigente desde 1965, “está terminado”.
El nuevo primer ministro prometió represalias comerciales con “impacto máximo” y anunció un fondo de apoyo de 2,000 millones de dólares canadienses para amortiguar los efectos del arancel en las plantas y cadenas de suministro afectadas.
El diario The Wall Street Journal confirmó que las tarifas estadounidenses se aplicarán a todos los vehículos importados a partir del 2 de abril, y a partes como motores, transmisiones y chasis a partir de mayo. La Casa Blanca no ha ofrecido excepciones.
Aunque Trump elogió el diálogo con Carney, su retórica previa hacia Canadá ha sido incendiaria. Al ex primer ministro Justin Trudeau llegó a referirse públicamente como “el gobernador Trudeau”, en tono despectivo.
Además, el mandatario republicano ha coqueteado en más de una ocasión con la idea de convertir a Canadá en el “estado 51” de la Unión, una propuesta vista como provocadora y ofensiva por muchos canadienses.
Por su parte, líderes de la oposición en Canadá han condenado los aranceles como “injustificados y peligrosos”. El conservador Pierre Poilievre calificó la medida como “una agresión económica sin causa”, mientras que el líder del NDP, Jagmeet Singh, la definió como “una traición”.
EU lanza advertencia contra Canadá y Europa
Como si no bastara la tensión con Ottawa, Trump advirtió el viernes que cualquier intento de Canadá de aliarse con la Unión Europea para contrarrestar los aranceles estadounidenses será respondido con “tarifas a gran escala, mucho mayores que las previstas actualmente”.
Los efectos ya se sienten. Empresas como Stellantis, Ford y GM —todas con operaciones binacionales— han alertado de impactos millonarios. Además, los cruces de piezas a través de las fronteras (aluminio desde Tennessee, modelado en Canadá, ensamblado en México y regresado a EU) podrían volverse económicamente inviables.
La llamada entre Trump y Carney fue, en apariencia, un intento de abrir canales de diálogo. Pero en el fondo, el intercambio refleja una crisis profunda en la relación bilateral más estrecha del continente.
Lo que está en juego no es solo el comercio de automóviles, sino la arquitectura económica construida durante más de medio siglo entre Canadá y EU. Y a juzgar por las declaraciones cruzadas, la próxima reunión no será un paseo diplomático, sino una cumbre de alto voltaje político y económico.