
El presidente de la República de China, William Lai, definido por la China continental como “alborotador”, lanzó a principios de marzo una serie de declaraciones incendiarias en contra de Pekín en las que tildó a la República Popular China de “fuerza externa hostil” cuya “infiltración” debe ser contenida y contrarrestada.
A la par de sus polémicas declaraciones, Lai anunció que divulgará 17 propuestas para combatir la infiltración china que incluyen la reinstalación de tribunales militares cuyo móvil sería contener la “influencia de Pekín en territorio taiwanés”.
Cuatro días después de que Lai enunciara estas medidas, Pekín envió 59 aeronaves militares más allá de la Zona de Identificación de Defensa Aérea (AIDZ) taiwanesa, una suerte de buffer o zona de amortiguamiento entre ambas entidades territoriales que, no obstante, fue proclamada como tal, unilateralmente, por parte de Taiwán.
Las aeronaves del Ejército Popular de Liberación (EPL), de acuerdo con el Ministerio de Defensa de Taiwán, sobrevolaron la isla realizando una serie de maniobras en lo que parece ser una advertencia.
Tras esta demostración, Wu Qian, vocero del Ministerio de Defensa de China, afirmo: “Estamos dispuestos a luchar y vencer y a derrotar decididamente todos los intentos separatistas. Cualquier intento por separar Taiwán de la madre patria está abocado al fracaso” y agregó que “Taiwán nunca ha sido un país, no lo es ahora y nunca lo será”.
Desde la primera incursión de las 59 aeronaves chinas en el espacio aéreo de Formosa, hasta la fecha, la defensa taiwanesa ha registrado la violación de la ADIZ 238 veces en tan solo quince días. Y el Ministerio de Defensa afirma que ha identificado entre las aeronaves de guerra chinas cazas de combate J-16, bombarderos y drones que han cincunnavegado el enclave republicano.
Es importante recordar que la República Popular China considera Taiwán como una parte “inalienable” de su propio territorio y, de forma histórica, desde 1949, nunca ha descartado la posibilidad de consumar la reunificación nacional mediante el uso de la fuerza.
Taiwán, gestionado por un gobierno progresista desde 2016, argumenta que la isla es un país de facto independiente: la República de China.