
Las alarmas se han encendido en Kiev y generado incomodidad entre sus aliados europeos, luego de que la Administración de Donald Trump presentó lo que denomina su “oferta final” para poner fin a la guerra en Ucrania: que el Gobierno de Volodímir Zelenski acepte la pérdida de Crimea, junto con vastas zonas ocupadas por Rusia en el este y sur del país, renuncie a ingresar en la OTAN y ceda a EU acceso privilegiado a sus recursos naturales.
A cambio, Moscú congelaría los combates y el presidente ruso, Vladímir Putin, mantendría su control territorial sin rendirse ni pagar precio alguno.
Según reportes de Axios y The Washington Post, el plan de Trump ha sido planteado en un documento de una sola página, que ya circula entre negociadores europeos y ucranianos, y que muchos en Kiev consideran una claudicación ante el Kremlin.
El texto —estructurado en siete puntos— propone a Ucrania una “sólida garantía de seguridad”, sin explicar cómo se lograría si Putin conserva las regiones invadidas, incluida la estratégica central nuclear de Zaporiyia.
Trump exige recursos y control geopolítico
Pero la paz no es gratis. Trump exige su tajada. El plan contempla que la central nuclear de Zaporiyia, actualmente ocupada por fuerzas rusas, pase a estar bajo control de EU, para que Washington pueda abastecer de electricidad tanto a Ucrania como a Rusia. No se menciona cómo se mantendría la soberanía ucraniana, pero se habla de “territorio ucranio bajo gestión estadounidense”.
A esto se suma una cláusula explosiva: un fondo común entre Ucrania y EU para explotar los recursos naturales del país, incluyendo tierras raras, gas y petróleo. Según las fuentes consultadas, Kiev se quedaría con apenas el 50 % de los ingresos derivados de sus propios recursos estatales.
La oferta se presenta como una compensación por los cerca de 300,000 mdd que Washington dice haber inyectado en ayudas desde 2022.
El propio Trump, en su estilo característico, ha dejado claro que sin acuerdo, no hay más apoyo. Y el mensaje ha calado: Reino Unido rebajó la ronda negociadora de esta semana en Londres a un mero “encuentro técnico”, tras la retirada de última hora del secretario de Estado Marco Rubio y del enviado especial de Trump.
Zelenski resiste
La respuesta de Zelenski fue tajante: “Sería inconstitucional reconocer la soberanía rusa sobre Crimea”. También ha advertido que aceptar el plan de EU equivaldría a permitir que Putin consolide su invasión y reavive sus ambiciones imperiales.
La delegación ucraniana en las reuniones celebradas este miércoles transmitió al emisario de Trump para la guerra, Keith Kellogg, que Kiev no renunciará en las negociaciones a su integridad territorial.
“He subrayado que Ucrania se mantendrá firme en toda circunstancia en sus principios básicos, pues éstos son el fundamento de nuestra soberanía e integridad territorial”, fue la fórmula utilizada por el jefe de la oficina presidencial ucraniana, Andrí Yermak, al hacer balance en X de la reunión con Kellogg.
Sin embargo, la presión crece: Ucrania está perdiendo terreno militar y enfrenta crecientes tensiones diplomáticas mientras Rusia consolida su control sobre un 20 % del país.
Y mientras se discute el futuro político del conflicto, los bombardeos continúan. Este miércoles, un ataque con dron ruso en la localidad de Marhaset, región de Dnipropetrovsk, dejó al menos nueve muertos y casi medio centenar de heridos, según las autoridades locales. La paz no se firma en Londres, pero se cobra vidas cada día en el campo de batalla.
Plan con sabor a claudicación
En París ya se había advertido que Washington podría abandonar el proceso de negociación si no hay avances rápidos. Ahora, con una propuesta que favorece los intereses rusos y abre la puerta a la explotación extranjera del subsuelo ucraniano, EU parece haber cruzado la línea entre la mediación y la imposición. Trump no busca un final de guerra, sino una victoria geopolítica que beneficie su narrativa electoral y su bolsillo.
Kiev, por su parte, deberá decidir si acepta el chantaje disfrazado de tratado o si se enfrenta no sólo a Rusia, sino también a la fatiga —y las condiciones— de sus supuestos aliados.