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Ataque con 20 muertos en el Cáucaso ruso revive el fantasma del terrorismo islamista

Resurge el terrorismo islamista en Daguestán a tres meses del ataque en un sala de conciertos de Moscú que dejó 145 muertos

patio trasero ruso

Sinagoga incendiada en Derbent, capital de Daguestán, donde vive desde hace siglos una comunidad judía

Sinagoga incendiada en Derbent, en la república caucásica de Daguestán, donde vive desde hace siglos una comunidad judía

EFE

El atentado terrorista del domingo contra dos iglesias ortodoxas, dos sinagogas y varios puestos de policía dejó al menos una veintena de muertos y decenas de heridos, siete de ellos grave, en la república rusa de Daguestán, revive los fantasmas del terrorismo separatista islámico en el Cáucaso norte, explosiva región de la Federación Rusa, donde la mayoría de sus habitantes profesan la religión musulmana y donde es minoría el cristianismo ortodoxo, la religión oficial del Kremlin.

Este lunes, las autoridades elevaron la cifra de víctimas de tres a veinte, en tres ataques simultáneos en Daguestán: resultaron muertos un sacerdote, el guardia de seguridad de una de las iglesias, dos civiles y, al menos, quince policías que intentaban apresar a los atacantes, cinco de los cuales han sido abatidos, según el Comité de Instrucción de Rusia (CIR).

Los ataques se produjeron pocos minutos antes de las seis de la tarde hora local en la histórica localidad daguestaní de Derbent, considerada la ciudad más antigua de Rusia y que se encuentra a orillas del mar Caspio.

Primero, los asaltantes atacaron la Iglesia de la Intercesión, donde murió degollado un sacerdote de 66 años, y después la sinagoga de Kele-Numaz, que fue consumida por el fuego, tras lo que se enzarzaron en tiroteos con la policía.

Al mismo tiempo, los terroristas atacaron la Catedral de la Ascensión en Majachkalá, capital de Daguestán, donde se atrincheraron unas veinte personas, que bloquearon las puertas; y una sinagoga que se encontraba en las inmediaciones.

Además, también atacaron varios puestos policiales, tanto en esas dos ciudades como en la localidad de Sergokal. Las autoridades sanitarias estiman en casi medio centenar los heridos, en su mayoría policías, siete de ellos graves.

Polvorín caucásico

La región caucásica rusa cuenta con un largo historial de ataques terroristas y tensiones separatistas que degeneraron en dos guerras en Chechenia.

La primera guerra ruso-chechena comenzó cuando el Ejército ruso intentó recuperar el control de la autoproclamada república independiente de Chechenia, entre diciembre de 1994 y agosto de 1996, y donde se libró la devastadora y final batalla de Grozni, la capital chechena que fue arrasada por los rusos.

La segunda guerra chechena fue iniciada por Rusia el 26 de agosto de 1999 tras la invasión del vecino Daguestán por parte de Chechenia por parte de guerrilleros de la Brigada Internacional Islamista, y también por una serie de atentados que causaron cientos de muertos.

Masacre en la escuela de Beslán

El más grave de estos atentados terroristas fue el ocurrido en la caucásica Osetia del Norte, cuando un comando islamista checheno tomó la escuela de Beslán el 1 de septiembre de 2004, tomando como rehenes a 1,181 personas, la mayoría niños, y acabó tres días después con la entrada de las tropas rusas, que dejó un saldo de 334 muertos (186 niños) y más de 700 heridos.

La segunda guerra chechena acabó en 2009 con la victoria de los rusos, el aplastamiento del terrorismo separatista islamista y encumbramiento del presidente Vladimir Putin (quien desde entonces sigue aferrado al poder).

Aunque desde entonces Chechenia recuperó su normalidad vigilida, gracias al férreo gobierno del presidente Román Kadírov, fiel aliado de Putin, la situación no se calmó en la vecina Daguestán, donde esporádicamente han ocurrido atentados de corte islamistas y protestas violentas, como en octubre pasado, cuando una turba tomó el aeropuerto de Majachkalá para intentar agredir a los pasajeros judíos de un avión procedente de Tel Aviv, en el marco de la guerra de Israel en Gaza,

Y hace apenas tres meses ocurrió el brutal atentado en una sala de conciertos a las afueras de Moscú, la noche del 23 de marzo pasado dejó 145 muertos, en lo que fue el más grave acto terrorista cometido en territorio ruso desde 2004.

El Kremlin resta importancia o culpa a extranjeros

Con todo, el Kremlin descartó una repetición de la oleada terrorista que sacudió en su momento el Cáucaso ruso y achaca los atentados de Moscú y de Daguestán a una “mano negra extranjera”.

"Considero que lo ocurrido no tiene ninguna razón objetiva, es ajena a nosotros y es una provocación absolutamente cínica. Fue planificada detenidamente desde el exterior por nuestros enemigos, financiada por ellos y encaminada a crear división. Ese es su plan", dijo Valentina Matviyenko, presidenta del Senado ruso.

Parafraseando al presidente Putin, Matviyenko aseguró que el objetivo de los enemigos de Moscú es "dinamitar nuestra sociedad desde dentro" al atacar uno de los principales fundamentos de Rusia, su diversidad étnica y religiosa.

Putin, que se cuida mucho de criticar a las fuerzas de seguridad rusas por su negligencia, utilizó el mismo argumento tras el atentado de marzo en la sala de conciertos de Moscú, pese a que Estados Unidos advirtió a Moscú sobre la inminencia de un atentado yihadista.

La policía detuvo entonces a cuatro yihadistas y el Estado Islámico (EI) reivindicó el atentado, pero el Kremlin vio desde el principio una mano negra ucraniana con la complicidad de Occidente, aunque nunca presentó pruebas irrefutables al respecto.

La oposición y las organizaciones de derechos humanos acusan al Kremlin de descuidar la seguridad ciudadana desde que comenzó la campaña militar en Ucrania.