La adicción de Estados Unidos a las armas está teniendo gravísimas consecuencias en el sector más vulnerable de la población: los menores de edad. Según los datos más recientes del Centro para el Control de Enfermedades (CDC), la cifra de niños y adolescentes estadounidenses muertos por disparo —ya sea por homicidio intencional o accidental, o por suicidio— está batiendo todos los récords, especialmente desde la llegada al poder del presidente republicano Donald Trump (enero de 2017), el presidente de la era moderna que ha defendido con más ardor el derecho de la población a comprar armas sin control y a pasearse con ellas en lugares públicos.
En 2021, último año del que hay registros, un total de 2,432 menores murieron por arma de fuego en EU frente a 1,374 en 2017; casi el doble.
De esa cifra total, 2,279 niños y adolescentes (de 1 a 18 años) fueron asesinados con armas de fuego, frente a los 1,314 de 2016, el último año de Barack Obama en la Casa Blanca y el año en que Trump ganó por sorpresa las elecciones.
No existe ningún país en el mundo (en guerra o no) que supere a EU en esta lacra.
Por poner en contexto esta anomalía, laa invasión rusa en Ucrania ha dejado en año y medio de guerra unos 500 niños, según cálculos del propio gobierno de Kiev, casi cinco veces menos que en Estados Unidos en un solo año. Y se teme que la cifra siga escalando cuando se conozcan los datos de 2022 y de 2023, con récords de tiroteos masivos, debido a la impotencia del presidente Joe Biden de convencer a los republicanos de que no se puede seguir permitiendo esta locura.
De hecho, tanto Trump como sus rivales para convertirse en candidato presidencial republicano de cara a las elecciones de noviembre de 2024, prometen relajar, aún si cabe más, los escasos y fallidos controles sobre la venta de armas.
Bajo el mandato del gobernador y ahora aspirante republicano Ron DeSantis, Florida se convirtió en un paraíso de las armas, donde un profesor puede ser expulsado (por ley) si se niega a defender en el salón el derecho a portar armas.
Impasible al inmenso dolor que debe causarles a los padres de los 17 adolescentes asesinados a balazos por un exalumno adolescente de la secundaria de Parkland, ocurrido el 14 defebrero de 2018, DeSantis promete liberalizar esta culto a las armas sin control alguno en toda la nación, si llega a la Casa Blanca.
Junto con la masacre de Parkland —que sólo sirvió para que el entonces presidente Trump propusiera como solución armar y entrenar a los profesores—, las otras dos mayores matanzas de niños en tiroteos de la historia de EU ocurrieron bajo el mandato de Barack Obama y otra de nuevo con Trump al frente de la nación.
El 14 de diciembre de 2014, un adolescente mató indiscriminadamente a 20 niños en la primaria Sandy Hook de la pequeña ciudad de Newtown (Connecticut); la segunda peor matanza de niños ocurrió el 24 de mayo de 2022, cuando otro adolescente, frustrado con la vida, mató a 19 niños en la primaria Robb de Uvalde (Texas).
La reacción de Obama, ante la matanza de Newtown que le tocó como presidente, y la de Trump, ante la de Uvalde, resume mejor que nada por qué Estados Unidos es incapaz de salirse de esta espiral absurda de sangre y muerte, que ha matado a muchos más estadounidenses que cualquier atentado terrorista en su suelo.
El mismo día de la masacre en la primaria Sandy Hook, Obama pidió con lágrimas en los ojos a los congresistas un mayor control de armas y la prohibición de los fusiles de asalto semiautomáticos.
En el otro extremo, tres días después de la matanza de niños en la localidad texana de Uvalde, fronteriza con México, el entonces presidente Trump hizo una encedida defensa de las armas y hasta bailó sonriente sobre el escenario de la convención de la Asociación Nacional del Rifle, que no se suspendió pese a la tragedia, y que se celebró en Houston, a menos de 250 kilómetros de la escuela de Uvalde.
En vez de aprovechar su cargo para pedir leyes que investiguen en profundidad a potenciales clientes con historial de mensajes de odio en las redes o de avisos de comportamiento amenazante por parte de profesores o psicólogos, Trump se aferró al derecho "sagrado" a portar armas, sin importarle que miles de adolescentes con problemas de comportamiento propios de su edad estaban (están) siendo envenenados por miles de videos y portales donde se venera el culto a las armas y se anima a que hagan uso de ellas para que sientan lo que realmente es ser poderoso y temido.
Uno de esos niños hipnotizados por esta religión típicamente estadounidense de adoración de las armas (y de su uso como venganza), fue el que disparó a sangre fría en enero pasado contra su profesora de una escuela en el estado de Virginia, con la única exucsa de que le regañó el día anterior.
El niño (cuya derecho a preservar su anonimato es superior al de portar armas, segú las leyes de EU) dejó al borde de la muerte a su joven profesora Abigail Zwerner, quien, tras salir del hospital, declaró que le aterrorizó tanto el hecho de que un niño haya intentado matarla con una pistola frente a sus compañeritos, como la declaración que hizo ante la policía, con apenas 6 años de edad, y que mostró algo parecido al orgullo de un adulto con instinto asesino: “Yo disparé a esa pendeja”.
Con apenas 6 años, el niño ya sabía lo que era odiar hasta el deseo de matar y relató a los agentes cómo no tuvo problemas en agarrar la pistola del cuarto de su madre (pese a que el menor ya había sido diagnosticado por comportamiento agresivo) y cómo pudo ingresar sin ser detenido a la entrada de su escuela, gracias a que el consejo directivo decidió que había necesidad de poner detectores de armas, como recomendó el gobierno federal, tras quedar en evidencia que las escuelas en EU llevan (al menos desde la masacre en la escuela de Columbine en 1999) como blancos fáciles para cualquier amante de las armas carcomido por el odio.
Pero el reciente informr alerta que no sólo las escuelas son objetivos ideales de muertes por disparos, sino el lugar que a priori es donde alguien se siente más seguro: el hogar.
La cifra de disparos involuntarios que acaban en muerte de niños pasó de 60 en 2018 a 153 en 2021, más del doble en sólo tres años, según el informe del CDC.
Más del 70% de los tiroteos involuntarios de niños en EU se producen en el interior o en los alrededores de los hogares, con mayor frecuencia en momentos en que los menores pasan más tiempo en casa: durante el fin de semana y en verano.
Pero los casos de niños que juegas con armas reales, creyendo que son juguetes, y acaba el juego en tragedia son ya tan frecuentes en EU que sólo son noticia cuando presentan una característica especial.
En julio de este año, un niño de tan sólo 3 años mató a su hermano, un bebé de un año, en San Diego, California, estado donde, pese a que sus ciudadanos apoyan masivamente un estricto control de las armas, no puede hacer nada contra las leyes nacionales que sí apoyan la venta de armas sin control, y que son responsables de que hayan muerto cinco niños en ese estado en lo que va de 2023.
¿Qué vida les espera a ese padre o madre que compraron el arma homicida y la dejaron a manos de un hijo pequeño para que éste matara a su hermano bebé? ¿Qué trauma arrastrará el resto de su vida el homicida de su propio hermano; será suficiente consuelo que le tocó la mala suerte de vivir en el país que adora las armas y que sus padres se la pusieron en bandeja?
Por último, el informe advierte de que los suicidios por arma de fuego han crecido también de forma alarmante en EU, desde el polémico paso de Trump por la Casa Blanca. El crecimiento de hogares estadounidenses con armas superó hace dos años la cifra de 48 por ciento, muchos de ellos con al menos dos o tres unidades, lo que explica que haya más armas que habitantes en EU (otra de las anomalías que hace único al vecino del norte).
Conscientes de que una manera ráida de quitarse la vida es darse un tiro, unos 1,071 menores de edad decidieron poner fin a sus vidas en 2021, frente a los 867 de 2016.
Las autoridades advierten, además, de que este aumento se aceleró particularmente durante los confinamientos a causa de la pandemia por COVID-19 (declarada en 2020 y levantada este año) debido a la peligrosa combinación estancia forzosa en casa-aburrimiento-depresión-armas en el cajón de cualquier armario.
Sin embargo, no todos los menores de edad que viven en Estados Unidos corren el mismo nivel de riesgo.
Los niños y adolescentes negros tienen muchas más probabilidades de morir en incidentes relacionados con armas de fuego que los niños de otras razas, especialmente la blanca.
Datos de CNN revelan que 17 de cada 100,000 niños negros murieron por arma de fuego en 2021, frente a 6.1 nativos americanos, 3.3 hispanos y 2.9 blancos.
Primera causa de muere
Tras alcanzarse bajo el mandato de Trump el hito histórico de casi la mitad de los hogares con armas, se produjo en paralelo otro hito: desde 2020, último año de mandato del republicano, la primera causa de muerte de niños y adolescentes fue, por primera vez, las causada por una herida de bala (19%), superando los accidentes automovilísticos, el cáncer y los suicidios por otros métidos que no sean un disparo.
A mayor control, menos muertos
Pero, como repiten (sin éxito) los demócratas y los activistas a favor de un mayor control de armas, esta tragedia podría disminuir drásticamente, sin ni siquiera cambiar la Constitución y abolir el obsoleto derecho de los ciudadanos a llevar armas (que se escribió cuando los primeros colonos tenían miedo de los nativos).
Basta con endurecer algunas leyes estatales, saltándose las leyes federales imposibles de aprobar debido al veto de la mayoría de legisladores republicanos en la Cámara de Representantes (convenientemente financiados por la Asociación Nacional del Rifle).
El comparativo entre los estados progresistas y los conservadores es sangrante:
Los cinco estados con más muertos por armas de fuego de EU están controlados por los republicanos y tienen las leyes más laxas: Mississippi (28.6 por cada 100,000 personas), Louisiana (26.3), Wyoming (25.9), Missouri (23.9 ) y Alabama (23.6).
Los cinco estados con menos muertos por armas de fuego son: Massachusetts (3.7), Nueva Jersey (5.0), Rhode Island (5.1) y Nueva York (5.3), pese a que la Gran Manzana es la ciudad más poblada y décadas atrás era conocida por su peligrosidad.
¿Y qué hicieron estos cinco estados demócratas para esquivar esta epidemia de tiroteos y muertes a balazos? Pues aprobar leyes con tanto sentido común (pero que repudian los republicanos) como leyes estatales que cargan el delito de un niño que dispara con un arma no custodiada a sus padres o tutores. Así de simple.
Como este no ocurre ni se vislumbra un cambio a favor de un mayor control de armas, sino todo lo contrario, si los republicanos recuperan la Casa Blanca en enero de 2025, Estados Unidos está condenado a ser el único donde las armas son la primera causa de muerte entre menores, lo que hace que la tragedia sea mucho más incomprensible ante las siguientes preguntas:
¿Cuántos miles de niños seguirían vivos de no ser por la epidemia de armas y tiroteos en EU, perfectamente evitable? ¿Por qué cada vez que hay un tiroteo en EU se dispara la venta de armas? ¿Por qué la Asociación Nacional del Rifle no es considerada una organización terrorista resposable de la primera causa de muertes de niños y jóvenes estadounidenes? ¿Y, finalmente, por qué tantos estadounidenses siguen votando a políticos republicanos (empezando por los que tienen decidido votar a Trump el año que viene), si cuando llega la Navidad, mandan postales de sus familias, incluidos niños, en las que se retratan como si fueran miembros del Cartel Jalisco Nueva Generación y piden de deseo a Santa "más municiones" para su fusiles de asalto de alta capacidad y defenderse a tiros de sus propios compatriotas?
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