Ira, ansiedad, culpa. Depresión, nostalgia, miedo. Pensamientos pesimistas, pensamientos obsesivos, pensamientos fatalistas (“Es demasiado tarde para salvar el planeta, ¿por qué molestarse en intentarlo?”). La ecoansiedad, ecomiedo, ecoculpabilidad, o como se prefiera llamarle, es un padecimiento psicológico actual que arroja nuestra modernidad moldeada por la incertidumbre y los riesgos climáticos. Los psicólogos ya tratan a pacientes con este problema.
Este jueves, el secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), Petteri Taalas, pidió a las personas, sobre todo a los jóvenes, que conserven la calma ante los embates del cambio climático, asegurando que el desastre puede mitigarse.
"A los jóvenes que actualmente sienten pánico les transmito el mensaje de que no vamos hacia el fin del mundo, de la humanidad o de la biosfera; tenemos un porvenir por delante con varias escalas de gris", dijo el experto finlandés antes los medios al analizar la actual crisis medioambiental en el mundo.
También este jueves, el Instituto Goddard de Estudios Espaciales (GISS) de la NASA, confirmó que atravesamos el verano más caluroso desde que comenzaron los registros globales en 1880.
El miércoles, la revista Science Advances dió a conocer los resultados de un estudio elaborado por 29 científicos de ocho países. Es un análisis del estado actual de los nueve procesos clave que garantizan la estabilidad de la Tierra. La conclusión es alarmante: ya se han superado seis de los nueve límites que garantizan su seguridad.
Hace una semana, el programa Copernicus de la UE anunció que el planeta tuvo, con el pasado mes de agosto, los tres meses consecutivos más calientes de la historia.
El daño al planeta se traduce en un malestar entre quienes lo habitamos. El cambio climático dejó de ser una figura lejana y ahora deja ver su huella en cada una de las acciones que desempeñan dirariamente las personas, a menor o mayor escala.
Como lo ha hecho la pandemia, y lo provoca la guerra en Ucrania o la inflación, la crisis por el clima engendra un problema mental entre millones de personas, la ansiedad. Una condición más que propia de nuestra era.
Según una encuesta de la revista británica The Lancet (fundada en 1823) en la que participaron 10,000 personas. Un 45 % de la población afirma que la preocupación por el clima afecta de forma negativa a su vida cotidiana.
La ecoansiedad es algo que se inflama en el pensamiento y arde como preocupación. Se manifiesta a través de una serie de síntomas emocionales y cognitivos que reflejan la intranquilidad y el malestar profundo relacionados con el cambio climático. Los síntomas pueden incluir pensamientos maniacos sobre el clima, un sentimiento fatalista que plantea preguntas sobre si es útil tomar medidas para salvar el planeta, y un miedo existencial sobre el futuro de la Tierra.
A menudo se asocia con una profunda culpabilidad personal en relación con la propia huella de carbono, así como la ira o frustración dirigida hacia las generaciones mayores o los funcionarios gubernamentales que se perciben como ineficientes en la lucha contra el cambio climático.
Casi siempre alberga sentimientos de desánimo o pánico, al igual que de dolor y tristeza por la pérdida de entornos naturales, y que es conocido como “solastalgia”. La ecoansiedad también puede afectar el sueño, la concentración y los patrones de alimentación, desatando una crisis emocional y mental significativa.
La ecoansiedad afecta mayormente a los jóvenes, quienes anticipan las consecuencias del cambio climático en su futuro, tienden a experimentar un mayor temor por lo que les depara.
Las comunidades indígenas, cuya vida y cultura están intrínsecamente conectadas con la naturaleza, pueden sentir una preocupación profunda por la pérdida de sus entornos autóctonos.
Las personas en comunidades marginadas con recursos, incluyendo a desplazados, aquellos con condiciones de salud preexistentes y personas de estatus socioeconómico más bajo, también están en mayor riesgo.
Los trabajadores que dependen estrechamente de la tierra, como agricultores, pescadores y cazadores, así como los investigadores del clima, pueden resentir las alteraciones climáticas de manera más aguda.
Las personas que residen en zonas de mayor riesgo geográfico, como las comunidades costeras o del norte, también están en una situación vulnerable. Igual quienes trabajan en la primera línea de los desastres climáticos con experiencia de primera mano con las consecuencias de la crisis.
La ecoansiedad supone un fenómeno global y transgeneracional, pero está afectando con más intensidad a los jóvenes porque aparentemente son más sensibles al problema. Han crecido escuchando sobre una conciencia ecológica necesaria para el futuro que les espera. Pero, además, se consideran víctimas de los actos de irresponsabilidad de las generaciones precedentes.
En el informe de The Lancet se reporta que la mayoría de los jóvenes experimenta ira por lo que vislumbran en años venideros. Un futuro que consideran que debería haber sido, y todavía podría ser, impedido por una generación mayor que no hizo lo suficiente para evitarlo.
La encuesta abarcó a 10,000 jóvenes, de entre 16 y 25 años, en 10 países: Reino Unido, EU, Australia, Brasil, Finlandia, Francia, India, Nigeria, Filipinas y Portugal.
En general, el 75% de los jóvenes encuestados dijo que “el futuro es aterrador”. Más del 50% de los encuestados confesó que se sentía “triste, ansioso, enojado, impotente, impotente y culpable” por el cambio climático. En algunos países, esa cifra fue incluso mayor. En Portugal, fue del 81% y en Filipinas, del 92%.
Mitzi Tan, una filipina de 23 años, dijo: “Crecí con miedo de ahogarme en mi propia habitación. La sociedad me dice que esta ansiedad es un miedo irracional que debe superarse, un miedo que la meditación y los mecanismos saludables de afrontamiento solucionarán”.
En el fondo, parte de la ansiedad climática proviene de un sentimiento profundo de traición entre muchos jóvenes, debido a la inacción del gobierno. Y es que para atacar con seriedad nuestra creciente ansiedad climática, necesitamos justicia.
Apenas el pasado 8 de septiembre, una evaluación de la ONU sobre la reducción de emisiones muestra que los países no cumplen en gran medida con sus compromisos.
La falta de progreso en materia de cambio climático en las últimas décadas a menudo alimenta el resentimiento hacia quienes se considera que han desaprovechado el tiempo y poder para alterar la trayectoria ambiental. Para evitar la catástrofe.
La ecoansiedad no es una sobrerreacción, no es una expresión “ridícula” acerca del atolladero ambiental del que no estamos saliendo. Es una figura, un rasgo, una clave entre tantas sobre lo que como humanidad nos va (deter)minando.
Especialistas como Ulrich Beck señalan que para anticipar catástrofes globales deben considerarse todos los escenarios posibles; no sólo lo que venga de la experiencia y la ciencia sino también lo que agrega la imaginación, la sospecha, la ficción, el miedo y por supuesto, la ansiedad.
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