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Una guerra entre Israel y Hezbolá sería catastrófica para Líbano

Claves para entender el polvorín en Oriente Medio y la grave crisis humanitaria que puede desencadenarse en caso de bombardeos israelíes sobre Líbano

tensión en oriente medio

Soldados libaneses en el lugar de la explosión en Beirut que acabó en enero con la vida de Saleh Aruri, número 2 de Hamás

Soldados libaneses en el lugar de la explosión en Beirut que acabó en enero con la vida de Saleh Aruri, número 2 de Hamás

EFE

Líbano e Israel comparten apenas 79 kilómetros de frontera, pero es uno de los límites más inestables del mundo, con el fantasma de la guerra sobrevolando los dos países desde el ataque terrorista de Hamás del 7 de octubre de 2023, que llevó al gobierno israelí a declarar la guerra a Gaza y llevó a la guerrilla libanesa Hezbolá a lanzar cohetes al norte de Estado judío, en solidaridad con sus “hermanos” palestinos.

Tras casi un año de escaramuzas bélicas, la guerra estuvo más cerca que nunca este domingo, cuando el Ejército israelí lanzó por sorpresa un “ataque preventivo” contra Líbano, en el que participaron hasta 100 aviones de guerra, que abrieron fuego contra “miles de lanzaderas de cohetes" de Hezbolá en 40 zonas, en su mayoría en el sur del país, con un balance de cuatro muertos.

Casi simultáneamente al ataque masivo israelí, ocurrido a las 5 de la mañana y duró varias horas, Hezbolá lanzó 320 cohetes y drones contra 11 bases militares en el norte de Israel, con al menos un soldado muerto y tres heridos.

Tanto Israel como Hezbolá anunciaron que sus objetivos son puramente militares, pero bajo el cielo de ambos países hay decenas de aldeas y localidades urbanas muy pobladas, como Beirut (2.38 millones de habitantes), con civiles que miran con temor al cielo y que ya han sido víctimas de las escaramuzas bélicas entre ambos bandos armados, con varias decenas de muertos en los dos países.

Beirut, atacada dos veces por Israel

Al término del ataque de Hezbolá de este domingo, el jeque de la milicia chiita, Hasán Nasralá, anunció que esta había sido la “primera fase”, dando entender que habrá nuevos ataques de represalia por el asesinato el 30 de julio de su número dos, Fuad Shukr, en Beirut.

No fue la primera vez que Israel ataca la capital libanesa desde que Hezbolá comenzó a lanzar cohetes contra Israel, el 8 de octubre de 2023.

El 2 de enero, Saleh al Aruri, número dos de Hamás, murió tras un ataque con drones israelíes en el edificio donde se encontraba en el sur de Beirut (feudo chiita controlado por Hezbolá). Se trató entonces del primer ataque de este tipo contra la capital libanesa en casi dos décadas.

Estos dos ataques israelíes contra la capital libanesa han reavivado el temor a que las escaramuzas bélicas entre Israel y Hezbolá degeneren tarde o temprano en una guerra a gran escala, como la entablada en 2006 y que acabó con el desplazamiento interno de 200 mil libaneses. En ese entonces, la ONU logró un alto el fuego después de un mes de estallar el conflicto, pero la situación ahora no es la de entonces: es mucho más grave.

Temor a convertirse en escudos humanos

Aunque la calma relativa volvió este lunes, la tensión sigue en máximos y los libaneses ven con terror que podrían convertirse en las próximas víctimas de la agresión israelí, si los milicianos de Hezbolá insisten en seguir provocando a Israel y usen a los civiles de “escudos humanos”, tal como hacen los dirigentes de Hamás con los palestinos en la ratonera en la que se ha convertido Gaza.

De hecho, Hamás no sólo pidió contención a sus aliados de Hezbolá, para evitar una catástrofe humanitaria en Líbano —como la que sufren en carne propia los 2.5 millones de palestinos atrapados en Gaza—, sino que los felicitó por la intensidad de la ofensiva y los animó a que no cesaran sus ataques contra Israel.

"La respuesta poderosa (de Hezbolá), que golpeó profundamente a la entidad sionista, es una bofetada en la cara del gobierno de ocupación fascista (israelí)y un mensaje de que su terrorismo y sus crímenes contra el pueblo palestino y libanés no quedarán sin respuesta", dijo Hamás en un comunicado.

Y si la oratoria de Hamás y Hezbolá está salpicada de guiños bélicos, tampoco el bando israelí parece predispuesto a una solución diplomática.

“No hemos concluido en el Líbano”

El jefe del Estado Mayor del Ejército israelí, Herzi Halevi, dijo este lunes en una visita al norte del país que la misión contra Hezbolá "aún no la hemos concluido".

Halevi insistió en que las llamadas Fuerzas de Defensa de Israel seguirán “eliminando” a comandantes de la milicia libanesa proiraní, así como anulando sus medios y capacidades, con el objetivo de garantizar el retorno de los evacuados del norte del país a sus comunidades, unos 60 mil israelíes.

Tiene motivos para estar confiado, dada la clara superioridad de Israel sobre el Líbano, tanto en su servicio exterior de inteligencia, espionaje y contraterrorismo (Mossad) como en sus fuerzas de combate (Tsahal), gracias a la ayuda militar estadounidense, que no ha cesado ni siquiera tras las denuncias de que Israel está usando armas y munición estadounidense directamente contra la población gazatí, con la destrucción de hospitales, escuelas-refugio y viviendas (considerados por la ONU crímenes de guerra).

Un factor que explicaría la saña israelí contra los palestinos lo llevan grabado a fuego en la psique colectiva: el instinto de supervivencia desde el mismo nacimiento del Estado judío en 1948. Por ello, no dudarán en declarar la guerra al Líbano si el gobierno considera que Israel se enfrenta a una amenaza existencial, y responderán con toda la contundencia que crean necesaria, por muchas protestas antiisraelíes en todo el mundo, especialmente numerosas en los campus universitarios estadounidenses.

Esto explicaría la brutalidad de la agresión israelí en Gaza, que va mucho más allá de su derecho a la legítima defensa y a la eliminación de los terroristas de Hamás, y explicaría que la sociedad israelí se muestre impasible ante las imágenes de niños muertos por los bombazos (más de la mitad de los más de 40 mil palestinos muertos son mujeres y menores de edad). De hecho, las únicas manifestaciones en Israel no son para pedir contención a sus tropas en Gaza o contra el terrorismo de los colonos judíos contra los palestinos de Cisjordania, sino para exigir la liberación de los rehenes.

Este lunes, muchos habitantes de Acre, una ciudad israelí a 36 kilómetros de la frontera con Líbano, protestaron porque les pareció poco el ataque preventivo de las fuerzas aéreas israelíes contra objetivos de Hezbolá en Líbano: piden guerra abierta.

Llegados a este punto, el gran dilema es hasta dónde estirarán la cuerda israelíes y milicianos de Hezbolá para que no se rompa y estalle la guerra.

¿Se podrá evitar la guerra?

La respuesta, en caso de que los principales actores del conflicto insistan en la amenaza bélica, pasa por el poder de disuasión de los principales aliados internacionales de cada bando en la región.

En el caso de Hezbolá, el papel de Irán es fundamental. Si durante años lo fue para fortalecer a Hezbolá mediante el envío de armas, lo puede ser ahora para convencerlos de que una guerra contra Israel sería catastrófica e incendiaría toda la región de Oriente Medio.

Del bando israelí, la presión de sus aliados estadounidenses es fundamental. El presidente Joe Biden ha cambiado el tono, luego del potente discurso de la vicepresidenta Kamala Harris en su aceptación de la candidatura presidencial, donde denunció el sufrimiento sin fin de los palestinos y sugirió que ella sí cortaría el flujo de armas.

Por último, las principales confesiones que mantienen el frágil equilibrio del poder en el Líbano —cristianos maronitas, sunitas y chiitas — también deben ejercer toda la presión interna para disuadir a Hezbolá de seguir lanzando ataques a Israel y reconducir la causa contra ocupación israelí mediante la diplomacia y unidos al resto de libaneses, no sólo para evitar una guerra con Israel, sino para evitar una nueva guerra civil fratricida.