Mundo

¿Está jugando Altman con los dados de Dios, en busca de la Superinteligencia Artificial?

La recontratación del creador de ChatGPT a OpenAI, tras su expulsión, destapa la guerra sorda entre los que, como Sam Altman, defienden que la Inteligencia Artificial es beneficiosa e imparable, y los que lo despidieron por alertar sobre la amenaza para la humanidad. El mundo debe vigilar de cerca sus movimientos

inteligencia artificial

Sam Altman, CEO de OpenAir

Sam Altman, CEO de OpenAi

EFE

Hay algo profundamente inquietante detrás del caso Sam Altman —cesado el pasado 17 de noviembre de OpenAI, la mayor empresa de Inteligencia Artificial del mundo, y recontratado tan sólo cuatro días después—, luego de que saliera a flote la lucha entre quienes, como él, buscan sacar el máximo partido a esta nueva, poderosa, pero aún experimental herramienta, y los que ya predicen su potencial daño para humanidad y están dispuestos incluso a destruirla, antes de que sea demasiado tarde.

La expulsión fulminante de Altman de OpenAI, su contratación el pasado lunes por Microsoft, la rebelión de los trabajadores para exigir su regreso a la mayor compañía de inteligencia artificial del mundo, y finalmente su recontratación, pese a la posible existencia de una carta donde se revela un “descubrimiento perturbador”, ha generado una gigantesca interrogante: ¿Cruzó Altman, desde su laboratorio de experimentación en OpenAI, el punto de no retorno en el que la inteligencia artificial escapó del control de los humanos? O por decirlo de otra manera: ¿Está un milenial de 35 años jugando con los dados de Dios y poniendo en peligro a la humanidad?

El secretismo o las respuestas ambiguas en torno a la verdadera causa del sorprendente despido de Altman no hicieron sino poner más foco de atención sobre el creador de ChatGPT, la aplicación más valiosa del mundo en un tiempo meteóricamente corto y la más avanzada en chatbot (diálogo con un robot inteligente e intuitivo). Y la presión mediática debió ser tan fuerte en el interior de OpenAI, que no tardó en estallar la bomba. Según informó la agencia Reuters la semana pasada, “varios investigadores escribieron una carta a la junta directiva, advirtiendo sobre un poderoso descubrimiento de inteligencia artificial que, según dijeron, podría amenazar a la humanidad”.

Lee también

Sam Altman regresará como consejero delegado de OpenAI, tras inédita rebelión

Fran Ruiz
Sam Altman, uno de los mayores expertos mundiales en Inteligencia Artificial

Según la información que obtuvo el mencionado medio, dos personas familiarizadas con el asunto añadieron que los firmantes de la carta expresaron su “preocupación” sobre la conversión de OpenAI (una empresa creada sin fines de lucro) en una avariciosa máquina de hacer dinero, comercializando una nueva generación de Inteligencia Artificial “antes de que comprender las consecuencias”.

La carta subraya que el aspecto que causó preocupación es que el nuevo “descubrimiento” de Altman podría reproducir el pensamiento matemático, que se considera propio de la humanidad y límite en el desarrollo de las máquinas. La ciencia ha podido desarrollar supercomputadoras capaces de hacer billones de cálculos en cuestión de segundos; sin embargo, no es capaz de crear máquinas capaces de usar matemáticas de una manera razonada, intuitiva y planteando hipótesis hasta lograr soluciones creativas, sin la intervención humana, y por tanto, en provecho e interés de la propia máquina (que puede coincidir que sea para bien o para mal de la humanidad).

Pues bien, este último lazo que hace a la inteligencia artificial dependiente de los humanos es el que podría haberse roto en algún momento de los últimos meses en el laboratorio computacional de Altman, dando paso así a una nueva generación de IA mucho más poderosa y autónoma… y por supuesto mucho más peligrosa, al extremo que, quienes alertaron en la carta del descubrimiento, coincidieron en señalar que no es la Inteligencia Artificial (que desarrollan por su cuenta Google, Elon Musk o la propia OpenAI), sino la SuperInteligencia Artificial que al parecer descubrió Altman y su equipo, la que si supondría una amenaza para la propia existencia de la humanidad.

Lee también

Al interior de la empresa, algunos trabajadores consideraron que el proyecto Q* (leído Q-star), liderado por Altman, puede implicar un gran avance en la búsqueda de la Superinteligencia Artificial, también conocida como Inteligencia Artificial General (IAG). “OpenAI define la IAG como sistemas de IA más inteligentes que los humanos”, declaró un investigador desde el anonimato.

Esta sería la causa (nunca confirmada oficialmente) de que los directivos de OpenAI que conspiraron para echar de la empresa a Altman decidieran su expulsión fulminante, por haber traicionado el espíritu de la empresa de usar un código de inteligencia artificial abierto (de ahí la palabra OpenAI), al haber tratado, presuntamente, de ocultar qué descubrió. Y, paradójicamente, este conocimiento que ha acumulado el genio informático podría ser la causa de su inmediato regreso por la puerta grande y con más poder, en el entendido de que su propia inteligencia y conocimiento adquirido con sus experimentos son tan valiosos que podrían servir, precisamente, para que ayude a desactivar el peligro de que la IA se salga de control.

Sea cierto o no que se ha cruzado ese punto de no retorno o se está cerca de cruzarlo —un día antes de su despido, Altman anunció en una conferencia que “la superinteligencia está cerca”—, el caso debería servir de revulsivo para obligar a la comunidad científica, a gobiernos y a instituciones internacionales a aplicar de manera inmediata nuevas leyes que regulen en todo el mundo la Inteligencia Artificial.

Albert Einstein tenía razón cuando dijo que, en los temas de la leyes fundamentales de la física “Dios no juega a los dados”, pero lo cierto es que él mismo jugó a ser Dios cuando sus experimentos abrieron el campo de la física nuclear, que fue usado en el proyecto Manhattan para acabar creando la bomba atómica… y miren lo que acabó ocurriendo.