Henry Kissinger, el hombre que marcó el rumbo de la diplomacia estadounidense en la segunda mitad del siglo XX, ha fallecido este miércoles, según ha anunciado su oficina. El que fuera secretario de Estado bajo dos presidentes y polémico premio Nobel de la Paz, ha muerto en su residencia de Connecticut a los cien años.
Fue uno de los arquitectos más influyentes de la política exterior de Estados Unidos durante más de medio siglo de Guerra Fría. Fue él quien convenció al presidente Richard Nixon de la necesidad de normalizar relaciones con la China de Mao Zedong, para contrarrestar el poder de la Unión Soviética. Propició, asimismo, el fin de la guerra en Vietnam, lo que le valió que le concediera el premio Nobel de la Paz en 1973, hasta la fecha uno de los más polémicos y sobre los que más personalidades se han pronunciado para que la Academia Sueca se lo revocase, lo que nunca ocurrió porque su propio estatuto lo prohíbe.
Su agresiva defensa de los intereses estadounidenses lo enfrentó a menudo con defensores de los derechos humanos, por ejemplo, por su papel en el bombardeo secreto estadounidense a Camboya, mientras hablaba de buscar la paz con los comunistas vietnamitas.
Su papel de “halcón” lo usó con especial saña en las relaciones de EU con América Latina, donde no dudó en conspirar criminalmente para frenar en seco el avance de la izquierda revolucionaria en la región, tras consolidar su poder Fidel Castro en Cuba.
Con un inexplicable desprecio, alentó, avaló, justificó y hasta aplaudió las más violentas y sangrientas dictaduras militares en América Latina, un continente que puso y dejó en manos de la CIA.
Fue el poder detrás del poder, un estadista frío y calculador, de profundos odios personales como el que expresó siempre hacia el socialista chileno Salvador Allende, al que contribuyó a derrocar y que mantuvo aún después de la muerte de Allende en el Palacio de la Moneda en 1973. Tal fue su éxito personal en solventar aquel sangriento golpe de Estado que abrió las puertas en Chile a la dictadura de Augusto Pinochet, que a los pocos días de la caída de Allende, Nixon lo hizo secretario de Estado.
En su juventud, Kissinger escapó de la Alemania nazi y llegó a convertirse en una de las figuras de política exterior más influyentes y controvertidas de la historia de Estados Unidos, de la mano de una de las familias más poderosas económicamente, pero que ansiaban más poder político: los Rockefeller.
De hecho, la familia Rockefeller le costeó su carrera universitaria en Harvard, y Kissinger, en reconocimiento años después, usó su poder de influencia para que Nelson Rockefeller llegó a ser vicepresidente de los Estados Unidos entre 1974 y 1977.
Su poder como el gran artífice de la política exterior estadounidense disminuyó tras la dimisión de Nixon en 1974, pero continuó ejerciendo una gran influencia durante el mandato del presidente Gerald Ford (1974-1977). Durante el resto de su vida continuó prestando consejos y asesoría.
Kissinger permaneció activo hasta el último momento, sin que perdiera lucidez mental: este año, el de su centenario, publicó un libro sobre estilos de liderazgo, testificó ante un comité del Senado sobre la amenaza nuclear de Corea del Norte y en julio pasado se desplazó por sorpresa a Pekín para una reunión con el presidente chino, Xi Jinping.
Copyright © 2023 La Crónica de Hoy .