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Muere el expresidente Fujimori

El expresidente peruano falleció en casa de su hija Keiko tras salir de la cárcel en diciembre, peses a su condena de 25 años por crímenes de guerra

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Fujimori, junto a sus hijos Kenji (i) y Keiko (d) tras su salida de prisión en diciembre de 2023

Fujimori, junto a sus hijos Kenji (i) y Keiko (d) tras su salida de prisión en diciembre de 2023

EFE

El expresidente de Perú, Alberto Fujimori, condenado por crímenes de lesa humanidad, murió a los 86 años este miércoles en su cama, en la casa de su hija Keiko, según informó la excandidata presidencial en X.

“Después de una larga batalla contra el cáncer, nuestro padre, Alberto Fujimori acaba de partir al encuentro del Señor. Pedimos a quienes lo apreciaron nos acompañen con una oración por el eterno descanso de su alma. Gracias por tanto papá! Keiko, Hiro, Sachie y Kenji Fujimori”, escribió.

Fujimori, quien gobernó Perú con puño de hierro en los años noventa, permanecía en la casa de su hija en el distrito limeño de San Borja. Horas antes su médico de cabecera admitió que el expresidente “lucha por su vida” y se encontraba en estado crítico, tras serle diagnosticado en mayo un nuevo tumor maligno.

El Ejecutivo de Dina Boluarte se pronunció horas antes a través de las redes sociales. “Desde la presidencia de la República expresamos nuestra preocupación por la salud del expresidente Alberto Fujimori y hacemos votos por su pronta recuperación. Extendemos a su familia, nuestra solidaridad y fuerza”, indicaba el mensaje.

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Antes de conocerse su muerte, un sacerdote fue visto saliendo de la casa de Keiko, lideresa del partido Fuerza Popular. También ingresaron algunos congresistas del partido Naranja y su médico de cabecera.

El autócrata, condenado a 25 años de cárcel por ser el autor intelectual de las matanzas de los casos Barrios Altos y La Cantuta, fue excarcelado en diciembre del año pasado debido a una polémica decisión del Tribunal Constitucional que revalidó un indulto humanitario otorgado en el 2017 por el entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski.

La decisión contravino una orden de la Corte IDH y colocó al Gobierno de Dilma Boluarte en una posición de desacato frente al sistema interamericano.

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A lo largo de este año, ya fuera de la cárcel, Fujimori tuvo un papel bastante activo en las redes sociales, donde produjo diversos videos para limpiar su imagen.

Además se afilió a la agrupación política liderada por su hija. En julio pasado fue precisamente Keiko quien aseguró que su padre sería la principal carta del fujimorismo para las elecciones generales del 2026.

“Yo creo que es él quien debe llevar la batuta. Yo dejaría que sea mi padre el líder de esa plancha presidencial”, dijo la política que perdió las últimas tres elecciones por un estrecho margen, la última contra el izquierdista Pedro Castillo, en la cárcel por su intento de dar un autogolpe de Estado.

Las declaraciones de Keiko abrieron un debate público, pues según la Constitución, todos aquellos condenados por haber cometido un delito doloso, sea en calidad de autores o cómplices, tienen prohibido aspirar a un cargo de elección popular. Además, como recordaron juristas, el indulto no desaparece la condena.

Sin embargo en un nuevo golpe a favor de Fujimori, el Congreso (de mayoría fujimorista) aprobó en agosto una ley que favorece directamente al autócrata, pues libra de todo proceso judicial a quienes hayan cometido delitos de lesa humanidad o crímenes de guerra antes de julio de 2002, cuando entró en vigencia en Perú el Estatuto de Roma. Además, se le otorgó una pensión vitalicia.

Estos hechos despertaron el rechazo de un gran sector de la población. Según la ley, los expresidentes constitucionales deben recibir una pensión equivalente al total de los ingresos de un congresista en actividad, pero este beneficio queda suspendido en caso de contar con una acusación constitucional, a menos que el Poder Judicial declare su inocencia. Fujimori mantenía una deuda millonaria con el Estado peruano que asciende a 15 millones y medio de dólares. 

Finalmente, el expresidente murió sin pagar la deuda monetaria ni pagar la pena de cárcel por sus cientos de víctimas.