Mundo

Muere Mijaíl Gorbachov, el líder que soñó una URSS democrática y acabó enterrándola

El político ruso pasará a la historia por convertir su mayor fracaso —quiso reformar la URSS para que sobreviviera— en un episodio fundamental de la Historia. “¿Por qué no usé la fuerza para mantener la unión? Porque habría dejado de ser yo mismo”>

El presidente de Rusia, Vladimir Putin, observa la Puerta de Brandenburgo en Berlín.
Gorbachov contempla la puerta de Brandenburgo de Berlin. La caída del Muro estará siempre unida a la historia del último presidente de la URSS Gorbachov contempla la puerta de Brandenburgo de Berlin. La caída del Muro estará siempre unida a la historia del último presidente de la URSS (Former Soviet President Mikhail Gorbachev dies at age 91/EFE)

Mijaíl Gorbachov, último presidente de la Unión Soviética y figura fundamental para entender la segunda mitad del siglo XX, falleció este martes a los 91 años en un hospital de Moscú.

Pese a representar todo lo que Gorbachov no es y de considerar que su legado causó la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX —la caída del imperio soviético—, el presidente ruso, Vladimir Putin, lamentó la muerte del último dirigente de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS), que se desintegró a finales de diciembre de 1991 y puso fin a la Guerra Fría con Estados Unidos, la potencia ganadora.

"La Unión Soviética se vino abajo cuando Gorbachov debilitó al Estado en un intento por fortalecer al individuo”, escribió William Taubman en “Gorbachov, vida y época”, una extensa biografía del antiguo líder soviético y de cómo su honesto empeño en un humanizar y democratizar una sociedad acostumbrada sólo a autócratas, acabó yéndose de las manos, hasta que el enorme espacio de influencia soviética —desde Alemania del Este a Kazajstán, en Asia Central— colapsó.

Mucho antes de que el mundo lo conociera y lo elevara a la categoría de leyenda viva de la Historia —recibió el premio Nobel de la Paz en 1990—, el joven Gorbachov escaló puestos de forma meteórica en la anquilosada jerarquía comunista, que empezó a ver señales preocupantes de agotamiento del modelo tras la llegada de líderes casi octogenarios, como Leonid Breznev, Yuri Andropov y Konstantin Chernienko.

Andropov, su padrino político, fue quien convenció a sus pares de que había de dar paso a una generación nueva, con un líder que no conoció la dureza del estalinismo, y que podía combinar una forma más dinámica de gobernar con lealtad absoluta al partido.

"Si quiero cambiar algo, debo aceptar el cargo. Así no se puede seguir viviendo", dijo Gorbachov a su esposa Raisa un día antes de asumir la secretaría general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), el 11 de marzo de 1985. Obviamente, este comentario fue en privado. De haber sabido los jerarcas del Politburó que sus intenciones eran casi revolucionarias, el mundo no habría sabido de su existencia.

Una vez dentro del Kremlin, Gorbachov demostró que, si fue bueno para escalar, también fue bueno para mantenerse en el poder, sin que temiera un golpe palaciego o un magnicidio. Su empatía natural y don de comunicación fue esencial para ganarse rápidamente las simpatías de la sociedad rusa y, desde luego, de las cancillerías internacionales.

Así, pudo sacar entre 1985 y 1990 dos reformas aperturistas inéditas y que resultaron trascendentales para lo que vino después: la perestroika (reestructuración) de la economía y la glasnost (transparencia). Gorbachov ordenó, por ejemplo, que las sesiones de la Duma (Parlamento) fueran televisadas, para poner en evidencia a los diputados que se resistían a cambios de enorme calado, como la democratización del PCUS y una reforma constitucional para permitir el multipartidismo y la libre empresa, que en la práctica habría supuesto la muerte de la dictadura del proletariado y la conversión de Rusia en una democracia.

Lo insinuó entonces y lo dijo cuando ya estaba fuera del poder. Gorbachov lo que quería era “humanizar la URSS”; lograr una mejora de la vida de sus ciudadanos y que no vivieran con miedo a las represalias del Estado. Quería que los soviéticos estuvieran orgullosos de vivir en un país con libertades que nunca soñaron y con fronteras abiertas… lo que no pretendió en ningún momento fue la desintegración de la URSS. Su misión no era derribar la Unión Soviética, sino al contrario, salvarla.

Pero Gorbachov cometió un error de cálculo que resultó fatal para sus intenciones. Creyó ingenuamente que era posible tomar lo mejor de las democracias occidentales y adaptarlo sin más a un Estado con una estructura incompatible. Dicho de otro modo, creyó que los ciudadanos soviéticos iban a aceptar seguir viajando en el incómodo Mosckovich de siempre, con la promesa de que algún día le iban a instalar el motor de un BMW.

Impresionado, sin duda, por la poderosa petición pública de Ronald Reagan, cuando dijo desde Berlín en 1987: “Señor Gorbachov, derribe este Muro”, y obligado moralmente a cumplir su propio deseo de distensión, el presidente de la URSS no hizo nada en los meses siguientes para tapar las pequeñas grietas que se abrían en la Cortina de Hierro, por donde se escapaban a Occidente ciudadanos de la Europa del Este.

La presión se hizo insostenible aquella histórica noche del 9 de noviembre de 1989, cuando una caótica rueda de prensa de las autoridades de la Alemania del Este fue entendida por la población como la señal de que ni el régimen de Erick Honecker ni las tropas rusas acantonadas en Berlín oriental iban a impedir por la fuerza el paso a la zona oeste de la ciudad a través de los puestos fronterizos.

Las imágenes de los alemanes derribando eufóricos el Muro de Berlín tuvieron el efecto de un cataclismo en los cimientos del imperio soviético, que provocó un desesperado intento de revertir la situación, con el fallido golpe de Estado del ala dura del partido contra Gorbachov, y culminó con la independencia de las 15 Repúblicas de la Unión Soviética, entre el 11 de marzo de 1990 y el 24 de diciembre de 1991, cuando Boris Yeltsin proclamó el nacimiento de la Federación Rusa.

Con los hechos consumados, el 25 de diciembre de 1991, el presidente Gorbachov se dirigió a la nación para anunciar su renuncia. En su discurso, explicó que, aunque había apoyado siempre la soberanía de las repúblicas, también había sido un firme partidario de la unidad del Estado; pero los acontecimientos habían tomado otro rumbo”.

Efectivamente, Gorbachov derribó el Muro, lo que no imaginó es que ese Muro iba a derribarlo a él

Años más tarde, cuando ya un anciano Gorbachov empezó a salir del ostracismo, tras ser señalado por los nostálgicos soviéticos de traidor, recordó aquellos meses vertiginosos y explicó por qué actuó de esa manera.

“Fueron días oscuros para la Unión Soviética, para Rusia y para mí también. Pero no tenía derecho a hacer otra cosa”, recordó Gorbachov en declaraciones a la agencia rusa Tass, realizadas el año pasado.

El ex mandatario también explicó por qué nunca usó la fuerza para tratar de mantener unido al imperio.

“En primer lugar porque habría dejado de ser yo mismo”, dijo. “Y entonces tal decisión habría desencadenado una guerra civil gravísima con consecuencias impredecibles. Estaba seguro de que este escenario debía evitarse a toda costa”, agregó.

Muchos rusos, sin embargo, no opinan que el enfrentamiento deba evitarse a toda costa; son los mismos que defienden con orgullo patrio la guerra en Ucrania y defienden la cruzada de Putin para reconquistar el imperio perdido.

Gorbachov, ya gravemente enfermo, nunca se pronunció abiertamente sobre la invasión rusa de Ucrania, ordenada por Putin en marzo, pero toda su larga vida fue un camino para evitar la guerra, al considerarla un fracaso de la humanidad y para que Rusia fuera una democracia.

En una declaración pública en ocasión del 30 aniversario de la intentona golpista para apartarlo del poder, Gorbachov señaló que la “única vía correcta de desarrollo de Rusia es la democrática”.

Por eso, su epitafio bien podría ser, recurriendo de nuevo a sus propias palabras: “Evité la fuerza porque habría dejado de ser yo mismo”

Copyright © 2022 La Crónica de Hoy .

Lo más relevante en México