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El Nilo, camino de retorno para los sursudaneses que huyen de la guerra

Migraron a Sudan en busca de un futuro mejor que se truncó hace más de un año con el estallido de un nuevo conflicto

refugiados de sudan

Sursudaneses retornados de Sudán se sientan sobre su equipaje en un barco de la OIM que les llevará desde Renk

Sursudaneses retornados de Sudán se sientan sobre su equipaje en un barco de la OIM que les llevará desde Renk

EFE/ Rosa Soto

Un barco de 20 metros de eslora espera atracado en un pequeño puerto de Renk, en el norte de Sudán del Sur, a unos 600 sursudaneses que regresan a su tierra huyendo de la guerra en Sudán, país al que migraron en busca de un futuro mejor que se truncó hace más de un año con el estallido de un nuevo conflicto.

La guerra entre el Ejército regular sudanés y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR), que comenzó a mediados de abril de 2023, hizo que más de 500 mil personas cruzaran a Sudán del Sur tan solo en ese año, de los que el 83 por ciento eran sursudaneses que retornaban a su país, según el Programa Mundial de Alimentos (PMA).

Por entonces, Sudán del Sur, el país más joven de África que se independizó de su vecino septentrional en 2011, ya albergaba 360 mil refugiados y dos millones de desplazados internos por otras crisis, algunas relacionadas con la emergencia climática y sus efectos sobre la agricultura o conflictos entre diferentes comunidades locales.

Ligero equipaje, largo viaje

Bajo un sol abrasador y más de 40°C de temperatura, trabajadores humanitarios de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) organizan las dos filas de los pasajeros que subirán a la vieja embarcación cargados con sus maletas y coloridos fardos, neveras y botellas de agua rellenas de zumo o refresco con hielo que no tarda en deshacerse.

Llevan consigo las provisiones justas para aguantar los dos días que dura el trayecto por el río Nilo hasta el puerto de Malakal, a unos 285 kilómetros aproximadamente al sur de Renk, de acuerdo con las coordenadas en el mapa.

El capitán del buque organiza la distribución del equipaje, que varios hombres sitúan con relativo cuidado en el suelo, asegurándose de cubrir cualquier hueco para aprovechar el espacio al máximo. Después, cada viajero se sentará encima de su maleta.

Así no hay riesgo de pérdida, asegura a EFE el capitán.

Solas y sin recursos

Primero, suben las mujeres junto a sus hijos y las personas vulnerables, con algún tipo de discapacidad o ancianos; después suben los hombres, que representan un tercio de todos los pasajeros en esta jornada.

Muchas son chicas jóvenes, la mayoría están solas. Algunos maridos se quedaron en Sudán bajo la promesa de reunirse con ellas más tarde, otros fueron asesinados por hombres armados durante su huida.

Unas están embarazadas, otras cargan con bebés en sus brazos que empiezan a llorar tras un rato al sol. Para calmarlos, son trasladados a la cabina de mando, el único lugar cubierto que ofrece algo de sombra.

Amina, nombre ficticio, es la madre de los dos gemelos de tres semanas que descansan bajo el timón del barco. "No sé dónde está mi marido", dice a EFE mientras da el pecho a uno de los pequeños y el otro duerme en los brazos de su hermana en la cabina del barco.

Está cansada, dice con una sonrisa triste en su rostro. Regresa a Malakal para reencontrarse con sus padres y su comunidad en un intento de rehacer su vida y dejar atrás el miedo a los disparos y las bombas que se extendieron desde Jartum, donde trabajaba limpiando casas, hasta la frontera.

Regresar sin raíces

El miedo, las dudas y la preocupación acompañan a los pasajeros, que comparten entre ellos sus experiencias para desahogarse y encontrar fuerzas para seguir adelante.

Para muchos, dice otro retornado, Abdelatif, volver a Sudán del Sur no es volver a casa ni a un entorno seguro porque ya habían construido su vida en Sudán sin intención de volver. Es regresar a unas raíces que se secaron hace mucho.

Los casos más llamativos son los de los niños que nacieron en Sudán y viajan a Sudán del Sur, un país totalmente desconocido para ellos, pero del que poseen la nacionalidad por sus progenitores. Algunos viajan con sus padres, muchos únicamente con sus madres y otros lo hacen con hermanos mayores o tías porque perdieron a sus padres por el camino.

Cuando están todos sentados sobre sus maletas, un joven tripulante suelta el cabo que mantenía amarrado el barco a la maltrecha dársena. La embarcación empieza a separarse del muelle y los pasajeros se despiden con la mano de los trabajadores humanitarios que permanecen de pie en el puerto. La travesía por el Nilo ha comenzado.