Los restos del papa emérito Benedicto XVI, fallecido el pasado sábado a los 95 años, ya reposan en la cripta de la basílica de San Pedro del Vaticano, tras un entierro que culminó este jueves, tras cinco días expuesto en la capilla ardiente, por la que pasaron casi 200 mil personas a rendirle homenaje.
El papa Francisco, su sucesor desde la histórica renuncia de Josep Ratzinger en 2013, asistió a la inhumación.
Los restos del emérito reposarán en la que hasta 2011 fue tumba de Juan Pablo II y, como manda la tradición, lo hacen en un féretro triple: uno en madera de ciprés, introducido en uno segundo de zinc y sellado y revestido todo en uno tercero en olmo barnizado.
Solo algunos detalles, como el hecho de que el cuerpo no fuera con el palio al cuello, el ornamento que indica que el pontífice estaba en el puesto en el momento de su muerte, lo distinguen de un funeral y un entierro como el de Juan Pablo II, el último papa que falleció, en abril de 2005, y a cuyo funeral acudieron unas 300,000 personas.
Al funeral del papa emérito acudiero 50 mil personas, pero, como ocurriera con el del muy popular pontífice polaco, se oyeron gritos de "¡santo súbito!", mientras varios fieles portaban una pancarta pidiendo su pronta beatificación, como primer paso a la canonización.
El cuerpo de Benedicto XVI vestía los paramentos pontificios, como la túnica o el manto rojo (color del luto papal), mientras que su rostro fue cubierto por un pañuelo de seda blanca y en sus manos se dejó un rosario.
En el interior del ataúd también han sido colocadas las monedas acuñadas durante su pontificado, el pergamino con una breve relación de los 8 ocho años de su pontificado y los palios que lució como arzobispo de Munich y Roma.
Pocos minutos antes de las 9.30, dos guardias suizos se colocaron junto al féretro de Benedicto XVI. Fue justo antes de que el papa Francisco apareciese en silla de ruedas, empujada por un ayudante, y subiese por una rampa lateral al altar de la plaza, cubierta todavía por la niebla y donde aguardaban unos 50 mil fieles.
Los problemas de movilidad de Francisco, desde hace más de un año debido a los dolores en una rodilla, le impiden caminar con normalidad. Por ese motivo, pese a que presidió la celebración, le ayudaba en el altar el decano del colegio cardenalicio, Giovanni Battista Re, que condujo el rito.
Pese a ello, Francisco realizó la homilía, muy religiosa y con pocas referencias directas al difunto. Hasta el momento final: “Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz”.
Después, el féretro fue introducido a hombros en la cripta del templo, donde reposan los papas del pasado.
Ya en la cámara subterránea, fue sellado en el metálico y después cerrado en un tercero en madera de olmo, con una cruz, su escudo papal y una placa en metal que indicaba la identidad del cuerpo que contiene: "Corpus Benedicti XVI P.M" (Cuerpo Benedicto XVI Pontífice Máximo, en latín).
Finalmente el féretro fue precintado con unas cintas rojas y se le imprimieron los sellos, en lacre, de la Cámara Apostólica, de la Prefectura de la Casa Pontificia, de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del papa y del Capítulo Vaticano.
El rito estuvo reservado a algunas pocas personas, entre estas el arzobispo Georg Gänswein, su secretario personal desde 2003, así como por las laicas consagradas que lo asistieron en su años de vida tras su renuncia, en el monasterio Mater Ecclesiae del Vaticano.
También acudió el secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin, entre otras autoridades de la Santa Sede, mientras un coro entonaba cánticos católicos.
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