Hasta el amanecer del 7 de octubre de 2023, el Estado de Israel no había sido invadido desde su fundación, el 14 de mayo de 1948. Fue atacado numerosas veces por aire: en las guerras de los Seis Días (1967) y de Yom Kipur (1973), ganadas a sus vecinos árabes. y su territorio fue “rasguñado” de tanto en tanto por los cohetes lanzados desde el norte por la guerrilla libanesa de Hezbolá y desde el sur por las guerrillas palestinas; pero nunca había sufrido una invasión terrestre.
Todo cambió de forma brutal hace un año, cuando más de tres mil milicianos de Hamás derribaron la barda fronteriza entre Gaza e Israel (una de las más vigiladas y militarizadas del mundo) de forma sincronizadas en una docena de puntos y se adentraron hasta 20 kilómetros tierra adentro, masacrando soldados puestos militares, familias enteras de granjeros en kibutz , conductores de automóviles en carreteras y jóvenes que bailaban en festival de música electrónica, que los terroristas se encontraron por casualidad.
En total, mil 195 israelíes murieron (entre ellos 815 civiles, algunos de ellos con doble nacionalidad) y otras 251 fueron secuestrados, de las que más de la mitad murieron el mismo día por las heridas o a lo largo de estos 12 meses en los túneles y en los zulos donde fueron hechos cautivos en la Franja de Gaza. Entre los rehenes, dos mexicanos, Ilana Gritzewsky, liberada junto a otros dos rehenes en noviembre gracias a la mediación de Qatar, y Orión Hernández, quien murió el mismo día del ataque, pero no se supo hasta que su cadáver fue rescatado por el ejército israelí en mayo, junto a otros dos jóvenes que bailaban al amanecer como otros más tres mil jóvenes en festival de música electrónica al aire libre. 364 jóvenes fueron masacrados en el festival, uno de cada diez participantes.
El mito de la invencibilidad hecho añicos
Aquel día, que pasará a la historia como el peor ataque sufrido el Estado de Israel y el peor ataque contra judíos por el hecho de ser judíos desde el Holocausto, es también el día en que se hizo añicos el mito de la invencibilidad israelí y de que sus ciudadanos vivían seguros y protegidos por las fuerzas armadas israelíes y de los servicios de inteligencia contra cualquier enemigo.
La arrogancia de quien se cree invencible fue la perdición de Israel. El gobierno israelí, el más radical y supremacista judío de su historia, tenía en su poder desde hacía un año información detallada de un ataque por sorpresa que planeaba Hamás, según una investigación de The New York Times.
El movimiento radical islámico —en el poder en Gaza desde que ganó las elecciones en 2006 y expulsó a los moderados de la antigua OLP— llegó incluso a publicar videos de sus simulacros, donde se observaba a combatientes explotar trozos de valla, asaltar viviendas y tomar rehenes, exactamente como ocurrió el día de la masacre. Pero, ni el primer ministro Benjamín Netanyahu ni los mandos hicieron nada, en su creencia de que los milicianos de Hamás eran incapaces de una operación a gran escala, por lo que no desviaron su atención de la guerrilla libanesa proiraní Hezbolá, que consideraban la verdadera amenaza.
Consciente de que la sociedad israelí tarde o temprano va a exigir al gobierno y a sus mandos militares explicaciones por la cadena de errores catastróficos que condujo al ataque del 7-O, Netanyahu emprendió una sanguinaria huída hacia adelante en la que sigue enfrascado, porque es consciente de que sólo alargando la guerra en Gaza y abriendo nuevos frentes, en Cisjordania, Líbano, y parece que de forma inminente en Irán, puede aferrarse al poder y evitar el juicio por su negligencia criminal que permitió el ataque terrorista, por negarse a negociar la liberación de rehenes y también por sus actos corruptos bajo su mandato.
Sadismo diario retransmitido para todo el mundo
La consecuencia del 7-O fue un año en el que el mundo descubrió con indignación la falta de humanidad de Israel hacia una población palestina (ya antes del ataque empobrecida y sin futuro) atrapada en la ratonera de Gaza, huyendo sin saber a dónde de los bombardeos israelíes, cometidos con total impunidad, gracias al veto de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU contra cualquier condena a sus aliados en Oriente Medio.
El resultado de este sadismo israelí es propio de un Estado cuya intención no es ejercer el derecho a la legítima defensa, sino aprovechar la cacería de terroristas de Hamás para atacar directamente a la población palestina: destruyendo sus hospitales, bombardeando campos de refugiados, escuelas de la ONU, instalaciones eléctricas, carreteras y campos de cultivo.
Cerrar todos los pasos fronterizos para impedir el paso de caravanas humanitarias con alimentos, medicinas o agua, con la consecuente hambruna y epidemias, son catalogados por los tribunales de La Haya como crímenes de guerra y de lesa humanidad. Pero la sociedad israelí no parece afectada por este sufrimiento de todo un pueblo ni por el castigo absolutamente desproporcionado: han habido manifestaciones casi diarias, sí, especialmente en Tel Aviv y en menor medida en Jerusalén, pero para exigir al gobierno exclusivamente que negocie la liberación de los rehenes (quedan unos 60 vivos), aunque ello implique un alto el fuego.
La opinión pública israelí también miró hacia otro lado, mientras el gobierno armaba a los colonos judíos para que disparasen a los palestinos de Cisjordania, en un claro intento de desestabilizar el territorio ocupado, mientras aprueba como nunca la construcción de nuevos asentamientos ilegales.
15 mil niños muertos
Las consecuencias de un año de venganza israelí en el primer año de guerra son 41mil 800 palestinos muertos, de los 15 mil eran niños.
Además, bajo los escombros hay al menos 10 mil desaparecidos, dos millones de gazatíes viviendo en condiciones infrahumanas, mientras que el 60% de toda la infraestructura de viviendas de la Franja está totalmente destruida.
El fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) ha requerido la emisión de órdenes de arresto para Netanyahu, y su ministro de Defensa, Yoav Gallant, que fueron respondidas por las autoridades israelíes con absoluto desprecio y con fuertes ataques contra la ONU y contra los líderes que pidan un alto el fuego, a los que acusan de “antisemitas” y “amigos de los terroristas”.
Al mismo tiempo, la catástrofe humanitaria en Gaza levantó la ira de millones de personas en todo el mundo y ha vuelto a llenar los campus de EU de universitarios que protestan contra los crímenes de Israel, como en su día hicieron contra los crímenes de EU en Vietnam.
Pero, ¿por qué lo hizo Hamás? ¿por qué expuso a los palestinos a una venganza salvaje, a sabiendas de que Israel estaba controlado por partidos extremistas que ambicionan la expulsión definitiva de los palestinos de sus últimas tierras?
Golpe en la mesa para no ser olvidados
Como señala al diario El País Arancha González Laya, excanciller de España y decana de la Paris School of International Affairs, el ataque del 7 de octubre de Hamás fue un intento brutal de hacer descarrilar el acercamiento entre algunos países árabes e Israel, con la mediación de Washington, que dejaba en punto muerto la causa palestina y arrinconaba a Irán, la gran potencia regional chiita que defiende por las armas la creación de un Estado palestino y la desaparición del existente “Estado sionista”.
“Lo que buscaba Hamás era evitar el acercamiento entre Arabia Saudí e Israel”, declaró la experta y evitar que la potencia sunita del golfo Pérsico se sumara a los Acuerdos de Abraham de 2020, impulsados por el entonces presidente de EU, Donald Trump, y que normalizó las relaciones de Israel con Emiratos Árabes Unidos.
Según algunos expertos, como contrapartida secreta, Arabia Saudí iba a recibir luz verde por parte de EU para tener su propio programa nuclear, como el que desarrolla sus adversarios iraníes y posee Israel (aunque no lo reconoce).
Un año después, la estrategia de Hamás ha resultado catastrófica, no sólo por el sufrimiento de los palestinos, sino porque ha extendido la guerra a Líbano, al caer en la misma trampa Hezbolá, provocando la ira israelí con sus cohetes en “solidaridad” con los palestinos.
En este segundo año de guerra que comienza, el peor escenario parece cada vez más posible: la entrada de Irán en la guerra, de consecuencias impredecibles para la estabilidad mundial, ya que Rusia podría acudir en auxilio de su aliado chiita, que a su vez le abastece de armas para la guerra de Vladimir Putin contra Ucrania.
Está por verse también si influirá en las elecciones en Estados Unidos (para las que queda menos de un mes), especialmente si el votante más progresista castiga a la candidata demócrata Kamala Harris por la hipocresía del presidente Joe Biden, que en público pide un alto el fuego y en privado manda armas a sus aliados israelíes.
En cualquier caso, el origen de la tragedia en Oriente Medio no es, como asegura Israel, el terrorismo palestino, que golpeó de forma brutal hace un año, sino que viene de décadas de humillación del pueblo palestino por la ocupación israelí y por su negativa a negociar un Estado palestino viable y con garantías de seguridad para el Estado israelí.
Lo dijo claramente el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, en su primera reacción pública tras los atentados del 7 de octubre.
“Nada puede justificar matar, herir y secuestrar deliberadamente a civiles, ni el lanzamiento de cohetes contra objetivos civiles, pero es importante reconocer también que los ataques de Hamás no ocurrieron de la nada. El pueblo palestino ha sido sometido a 56 años de ocupación asfixiante”.
“Los palestinos han visto sus tierras constantemente devoradas por los asentamientos y plagadas de violencia. Su economía fue asfixiada. Su gente fue desplazada y sus hogares demolidos. Sus esperanzas de una solución política a su difícil situación se han ido desvaneciendo”.
En vez de reflexionar o buscar una vía para esta solución a la crisis crónica, Israel ha sido declarado "persona non grata" y tiene prohibida la entrada en el Estado judío.
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