Maestro en derecho, a sus 40 años de edad, Hugo Christian Rosas de León es el secretario de Servicios Parlamentarios de la Cámara de Diputados. Denota ser un hombre de más edad, no sólo porque las prematuras canas van ganando terreno en su cabeza, sino por el conocimiento que vierte en una charla muy afable que concede a Crónica en su oficina, un espacio invadido de algo de literatura, algo de filosofía, algo de la lucha de clases, pero se imponen los títulos de derecho, del derecho constitucional. Por algún resquicio se filtra un poco de aire que hace que se muevan banderitas de diversas democracias del mundo. La oficina está ambientada con vasos que tienen los dibujos de sus superhéroes, como Batman, de un frutero con apetecibles uvas verdes, pero lo que sobresale en este lugar es que está despojado de la arrogancia que pudiera haberle dado el escalafón a tan corta edad.
“Tener a ‘maestros de la vida,’ como Manuel Camacho Solís, como Rosario Ibarra de Piedra, no me permiten actitudes de arrogancia”, expresa ante la sorpresa de quien piensa que se puede topar con un servidor público acostumbrado al roce con grandes personalidades y de conocimiento.
Desde el ‘corralito’ o ‘palco’, como se conoce al espacio del Salón de Sesiones destinado a los medios de comunicación que cubren la fuente legislativa, se ve en lontananza a un hombre de casi dos metros de altura, siempre impecablemente trajeado y que no se despega casi nunca de la oreja derecha del presidente o presidenta en turno de la Mesa Directiva. El susurro es imparable. Tiene de frente 500 curules, “500 jefes” que le pueden reprochar su trabajo, ha dicho él, pero atrás de él también se debe a un equipo de 130 personas que comanda en tiempos en los que se debate por una Constitución muy distinta a la que conoció en sus años como estudiante de derecho constitucional en la UNAM.
Sus jornadas son extenuantes ante la búsqueda del equilibrio político que debe garantizar entre una fuerza apabullante que por sí sola es Morena contra la débil oposición que es hoy el PAN, PRI y MC. Una semana después de haber sido el conductor de la sesión del Congreso General que invistió a la primera mujer como Presidenta de México, Hugo Christian Rosas explica su papel.
“Tengo el honor y la responsabilidad de ser el secretario de Servicios Parlamentarios”.
¿Cómo se llega a la máxima tribuna del país sin ser diputado?
“Empiezo diciendo que estudiaba la preparatoria en medio de leer revistas de política, de programas de noticias con opinólogos en la materia. Y me interesé por la política, sin conocer mayormente de ella. Decido estudiar entonces derecho, y me interesaba la materia constitucional de manera más intensa. Y qué rama del derecho se relaciona más directamente con la , pues el derecho constitucional. Regreso al año, o me adelanto al año 2004, cuando estaba haciendo el servicio social. Todos los que estamos haciendo el servicio social queremos quedarnos a trabajar donde lo hacemos. En ese momento no había dinero en el PRD para contratar a un asesor más. Un día le llevamos un juicio electoral a un diputado, era un candidato. Ganamos el juicio, y con esa referencia me fui a trabajar a la entonces Asamblea Legislativa, en 2006, como asesor. Fue mi primer trabajo en el Poder Legislativo, como asesor. Después un buen amigo me avisa que la senadora Rosario Ibarra de Piedra necesitaba un abogado para la Comisión de Derechos Humanos que ella presidía en el Senado. Me entrevisté con ella. A mis 25 años yo no dimensionaba que Rosario Ibarra me estaba dando trabajo. Lo vi como una oportunidad laboral, fue con el tiempo que entendí la relevancia de estar con ella, con su lucha social. Poco después se dio el tema de las protestas por el fraude electoral en 2006. A ella la buscaba en los mítines mucha gente, personas que le decían que tenían un familiar preso, pero ella los mandaba con ‘Hugo’. Me di cuenta que no era sólo que tuvieran a un familiar preso, hay que darles seguimiento. Le propuse ayudar a esas personas con la Ley de Amparo. Nos dimos cuenta de fabricación de delitos, del ‘error judicial’“, narra el constitucionalista.
Al hablar de su experiencia al lado de la defensora de derechos humanos denota su vocación de servicio social, de acercar el conocimiento legal a quien lo necesita.
Tras separarse de Rosario Ibarra vino otra gran oportunidad. Conocer a Manuel Camacho Solís, un hombre al que describe de una inmensa inteligencia y de una gran humildad, despojado de cualquier tipo de arrogancia.
“Salí con él para encaminarnos hacia otro lugar, y en vez de irnos en un taxi, en un vehículo particular, me dijo ‘vámonos en el micro’. Ahí me dije que no me estaba permitido ser arrogante. Fue un gran maestro de la vida y de conocimiento en la política”, recuerda Hugo Christian.
La llegada a la alta tribunal del país casi se dio sola. La experiencia acumulada, la sencillez y su férreo estudio del derecho hasta obtener la maestría en la rama constitucional.
Estuvo detrás de Porfirio Muñoz Ledo, cuando arriba la demoledora fuerza de Morena en los tres poderes de la unión: Ejecutivo, con Andrés Manuel López Obrador, en el Legislativo, en ambas cámaras y en el Judicial, con la llegada de ministras afines al movimiento del expresidente.
“Fue Mario Delgado -hoy secretario de Educación Pública- que como líder de la bancada morenista y presidente de la Junta de Coordinación Política me dio la oportunidad de dirigir los servicios parlamentario”, reconoce.
Si la LXIV, LXV legislaturas fueron apuballantes para el manejo y control de la Mesa Directiva, lo es más en la LXVI, que con todo y la mayoría calificada que tiene Morena y sus aliados del PVEM y del PT, Hugo Christian Rosas de León también fue avalado por la oposición del PRI, PAN y MC dentro de la Junta de Coordinación Política para mantenerse como el equilibrista del salón de sesiones.
“Me ratificaron en el cargo, y yo respondo a 500 diputados, a 500 jefes, a los que se les tiene que dar voz en todo el momento de la vida parlamentaria. Todos los líderes de los grupos parlamentarios han depositado su confianza en mí, y a ella me debo para lograr que cada sesión se salde con un dictamen, una reforma aprobada”, dice satisfecho de quien a tan corta sabe qué le queda mucho por andar.