Ella tiene miedo de todo: de las murmuraciones, de su embarazo, del bebé por llegar, de su nueva vida como madre a los 15 años de edad y de quien bajo amenazas la obligó a tener relaciones sexuales.
A Mariela le partieron un pastel pequeño para celebrar sus XV. No fue como ella imaginaba, con un vestido largo y brillante, con un pastel de cuatro pisos, un baile de ensueño, sonrisas de familiares y amigos. La alegría se desvaneció. Ya nada es igual desde aquel día, cuando debió contar la verdad a sus padres.
“Un hombre me llevaba al cerro”, les dijo.
Esta madre adolescente, a quien conocimos entre las cuatro paredes de un cuarto médico, con la necesidad constante de recibir ayuda psicológica, no vive en una zona recóndita del país, sino en la delegación Milpa Alta de la Ciudad de México.
Su historia ejemplifica uno de los abusos más graves en perjuicio de niñas y jóvenes en México: la coerción sexual ejercida por adultos. Un tema relevante a propósito del 25 de noviembre, elegido desde 1999 por la Asamblea General de Naciones Unidas como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer; el objetivo es visibilizar las agresiones padecidas por mujeres de todo el mundo y empujar acciones para eliminarlas y prevenirlas.
Según los datos más actualizados del INEGI - derivados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) del 2021-, el 41.8 por ciento de las mujeres mexicanas de 15 años y más fueron violentadas de una u otra manera durante su infancia. De manera específica, el 12.6 por ciento sufrió violencia sexual: alrededor de 12.5 millones de mujeres en territorio nacional.
Los actos de violencia con mayor incidencia referidos por ellas son: “me tocaron mis partes íntimas; intentaron forzarse a tener relaciones sexuales; me obligaron a tocar las partes íntimas de otra persona sin mi consentimiento, a mostrar mis partes íntimas o a mirar las de otra persona, a tener relaciones sexuales bajo amenazas o usando la fuerza, a mirar escenas o actos sexuales o pornográficos y a realizar prácticas sexuales a cambio de dinero o regalos”.
Y los principales agresores sexuales fueron una o un tío (20.8%) una o un primo (17.4%), un vecino o conocido de la familia (15.8%), un desconocido (9.7%) u otro familiar (8.1%).
“Tengo mucho miedo de que ese hombre se entere”, repite Mariela. Se refiere a la demanda interpuesta ante el Ministerio Público en contra de su agresor, un hombre de 65 años, vecino de la comunidad de San Pablo Oztotepec y quien tiene fama de ser muy conflictivo.
“Tengo amigos policías y muchos contactos en la alcaldía”, presume de forma reiterada.
Pese a las intimidaciones y riesgos, los padres de la chica decidieron demandarlo, pero hasta ahora no ha habido ninguna respuesta positiva o avance en la investigación.
“Yo no quería, él me obligaba”, insiste.
-¿Cómo te obligaba?
-Decía que si no me iba con él al cerro le haría daño a mi familia, decía que tenía armas en su casa y en cualquier momento las iba a sacar. ¿Qué tal si algo nos pasa?
Es temor y también desdicha…
“Mis papás y yo estamos muy tristes”, se sincera la adolescente.
-¿Por qué? -se le pregunta.
-Porque ese hombre anda como si nada, se sigue paseando por el pueblo. Fuimos a la policía, nos preguntaron cosas, pero se olvidaron de nosotros.
-¿Por qué piensas que las autoridades no han hecho nada?
-A lo mejor porque somos pobres y no tenemos dinero, o porque piensan que miento, pero no, fue él quien me hizo esto -susurra mientras se toca el vientre-. A lo mejor van a esperar a que nazca el bebé y así estar seguros de lo que digo. Yo no quería estar así, dicen que ya llevo seis meses de embarazo.
Por la ansiedad, depresión y secuelas emocionales tras lo sucedido, la chica recibe terapia psicológica en el Centro de Salud de San Pablo. Forma parte del programa de Servicios Especializados en Prevención y Atención de la Violencia de Género (SEPAVIGE), el cual sólo se presta en la Ciudad de México en dos Centros: el ya referido en Milpa Alta y el “Rafael Carrillo” en el barrio de San Lucas, Iztapalapa.
“Aquí en Milpa Alta y en San Pablo Oztotepec es muy recurrente que haya casos así, de chicas menores de edad, muchas ni siquiera llegan a los 15 y son embarazadas por hombres de 40, 50, 60 años. La violencia sexual es uno de los problemas que más nos duelen”, dice Daniela Alvarado, psicóloga de la comunidad.
“Los atropellos se acentúan en poblaciones vulnerables. San Pablo es de los pueblos con más carencias económicas de la alcaldía y de la ciudad, sin servicios, sin empleo, con mayor índice de pobreza y con un nivel de adicciones muy visible. Son circunstancias que inciden en la violencia. Las adolescentes dicen: me llevó al cerro, pues sí, porque aquí difícilmente encontramos un hotel”.
Otros factores, asegura, “son los usos y costumbres que consideran a la mujer como un simple objeto, y la naturalización de la violencia. Pareciera que el tiempo se ha detenido aquí, y los hombres replican todos esos patrones de discriminación, poder y desigualdad”.
-¿Y quién hace algo? -se le cuestiona.
-Las autoridades ministeriales archivan los casos. Algunas familias afectadas se atreven a denunciar penalmente, pero no hay acceso a la justicia. ¿De qué sirve levantar el acta? De nada, prevalece la indiferencia, la impunidad y el abuso de poder.
El programa de SEPAVIGE contempla, además de respaldo psicológico y atención especializada, terapias grupales, pláticas de sensibilización sobre la violencia a sectores vulnerables, talleres en escuelas y otros espacios públicos, conformación de planes de seguridad para las víctimas y, en su caso, canalización a refugios.
Conforme a los últimos Censos Nacionales de Procuración de Justicia Estatal (los cuales sistematizan carpetas de investigación iniciadas por diversos delitos en fiscalías y procuradurías del país, clasificadas por características sociodemográficas como sexo y edad), los casos de abuso sexual contra niñas de 5 a 9 años triplican los casos de niños. En el grupo de 10 a 14 años, los casos contra mujeres ocurren seis veces más en relación a los casos contra hombres; y de 15 a 17 años, ocho veces más.
En torno al delito de violación, la proporción es de 5 casos contra mujeres por 1 contra hombres (de 10 a 17 años de edad).
Las historias como la de Mariela se multiplican aquí en Milpa Alta y otras regiones del país. Ella se nota enferma, incomoda, inquieta con el embarazo y sin ánimo. No le resulta un tema agradable, el rostro se le congela. Prefiere hablar del vestido soñado de quinceañera, del vals, de los bailes y de aquel pastel colorido. Si se trata de hablar de esa fiesta imaginada e imposible, sube el tono de la voz y una chispa se expande en esa mirada casi siempre desangelada y aturdida.
“¿Qué tal si se entera que lo denunciamos?... Yo no quería, no quería esto”…