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Justo cuando las mujeres mexicanas defendían su derecho a vestir como les diera la gana y estudiar en las universidades y consolidar su papel en la vida pública, una mujer recibió el nombramiento de directora de un proyecto radiofónico del Estado mexicano. Los seis años que duró su paso por la estación de radio de la SEP eran, aún para los vertiginosos tiempos de hace un siglo, un logro insólito para una mexicana

María Luis Ross Landa, pionera de la radio mexicana

María Luisa Ross Landa, impulsora de la radio educativa en México
María Luisa Ross Landa: Pionera de la radio educativa en México María Luisa Ros Landa fue llamada a dirigir los contenidos de la emisora de la Secretaría de Educación Pública. Originalmente, era profesora y autora de libros de lecturas para primaria. Promotora de la nueva cultura nacionalista posrevolucionaria, promovía la emisión de música nacional antes que los ritmos de influencia norteamericana, como el jazz. Tres veces fue llamada a dirigir la emisora educativa del Estado mexicano

Parece mentira que, en los días que corren en el México del siglo XXI, cuando más de tres se llenan la boca hablando de que estos son “tiempos de mujeres”, las conmemoraciones por el centenario de la radio educativa no hayan abundado en el hecho de que hace exactamente un siglo, era una mujer, una de esas modernas mexicanas de los años 20, la responsable de llevar adelante una nueva política de estado, sustentada en la modernidad y la tecnología, la CZE, emisora de la Secretaría de Educación Pública.

¿Su nombre? María Luisa Ross Landa. Cuando recayó en sus manos la tarea de dotar de contenidos a la radio educativa, aquella mujer ya había tenido tareas de difusión de la cultura asociadas a los gobiernos revolucionarios; en algunos puntos de la frontera norte se conocían los materiales que publicaba en la prensa de San Antonio. Maestra por formación, criada en el orden porfiriano, a ella le tocó incorporarse a la transformación educativa del país por medio de la herramienta más moderna que hace un siglo tenía el Estado mexicano: la radio.

Una dama educada y muy moderna

María Luisa Ross Landa era hija de militar. Su padre, el teniente coronel Alejandro Ross fue subdirector del Hospital Militar de México. La hija del importante médico nació en Pachuca, donde él fue director del hospital local. La hija del doctor Ross nació en 1887 y en 1900, es decir, a los trece años, recibía su diploma de profesora normalista. Pero la muchachita no se conformó. Se inscribió en la Escuela de Altos Estudios de la Universidad Nacional, y se sabe, por el expediente que de ella resguarda el Archivo General de la Nación, también hizo estudios en el Conservatorio Nacional. Tenía dieciséis años cuando fue a pedir empleo de redactora en El Mundo Ilustrado, y lo obtuvo. Aparentemente, ahí entró en contacto con parte de la comunidad literaria de la ciudad de México de principios del siglo XX. Diversas anécdotas aseguran que el talento de la muchachita llamó la atención de el director de El Mundo Ilustrado, Luis G. Urbina, quien se volvió un rendido admirador. Un chisme de la época asegura que Urbina, enamorado de la joven, produjo, inspirado en ella, uno de sus poemas más famosos, el “Madrigal” (“Era un cautivo beso enamorado…”) .

Lo curioso es que, siendo una privilegiada jovencita porfiriana, con acceso a numerosas oportunidades educativas y presencia en la vida intelectual del nuevo siglo, acabara sosteniendo relaciones de afinidad y colaboración con los gobiernos surgidos de la revolución. Otros personajes contemporáneos suyos, aunque mayores en edad, habían sido abiertamente hostilizados por los revolucionarios triunfantes.

Pero en esos primeros años del siglo XX, María Luisa Ross Landa se labró una carrera particularmente en la docencia: en el Conservatorio era profesora de declamación lírica, ejecución de algunos instrumentos y materias diversas; en una época donde todavía no se inventaba el libro de texto gratuito, Ross escribió algunos libros de lectura que se empleaban en las escuelas elementales, como “Memorias de una niña”, “El mundo de los niños”, “Lecturas selectas”. En 1920, Ross era la presidenta de la Sociedad de Autores Didácticos Mexicanos, es decir, de autores de libros de texto. Había participado en la fundación de publicaciones como Revista de Revistas y en algún momento dirigió El Mundo Ilustrado.

Acaso esa fama llamara la atención de un peculiar presidente provisional, cuyo mandato duró apenas seis meses, la segunda mitad de 1920: Adolfo de la Huerta.

Fue De la Huerta quien dio a María Luisa Ross el nombramiento de “embajadora cultural”, y la comisionó para ir a difundir “la cultura mexicana en España”. El nombramiento de Ross debió haber ocurrido hacia el final del mandato de De la Huerta, pues la misión duró cerca de 5 meses y Ross seguía dando conferencias en España en la primavera de 1921. Se sabe que fue muy bien recibida en el Ateneo de Madrid, donde fue presentada por el escritor y diplomático Alfonso Reyes. ¿Los temas? María Luisa Ross habló del teatro y la danza en México, de la música popular, de Sor Juana Inés de la Cruz. En su momento, tanto la prensa de España como la propia Ross, llamaron la atención sobre el hecho de que, por primera vez, una mujer era enviada del gobierno mexicano para hacer difusión cultural.

En fin, que había logrado incorporarse al mundo de la cultura posrevolucionaria. Su perfil de profesora y de conocedora de los planes de estudios promovidos por la nueva Secretaría de Educación Pública, tenía que llamar la atención de la administración vasconcelista, que la consideró para hacerse cargo del Departamento de Extensión por Radio.

María Luis Ross y la CZE

El gobierno de Plutarco Elías Calles asumió como propio ese proyecto radiofónico que debí servir como herramienta educativa. De hecho, y porque era la infraestructura adecuadamente instalada y en operación, fue la CYE, emisora de la SEP, la que transmitió por radio la toma de posesión del nuevo presidente, el 1 de diciembre de 1924. Uno nunca sabe para quién trabaja: la ceremonia se efectuó en el Estadio Nacional, en las afueras de la capital, donde Vasconcelos transformó el terreno de un viejo cementerio fracasado en el escenario de la renovada vida escolar.

A los pocos días, José Manuel Puig Casauranc transmitía por radio el plan educativo del gobierno. Y luego, siguió el trabajo diario, del que ya ha hablado Historia en Vivo. Los rastros de aquella programación están dispersos: algo queda en el AGN, en el fondo del Archivo Histórico de la SEP, de agitada existencia. En algunas bibliotecas aparecen, de repente, los boletines de la CYE, convertida a las pocas semanas en la CZE. Esos boletines, promovidos por María Luisa Ross, eran de distribución gratuita, y pedían anuncios a las empresas exitosas, para poder seguir editándolo. Con sensibilidad, la Cigarrera El Buen Tono, propietaria de la radiodifusora del mismo nombre, pagaba un anuncio de plana completa.

Con frecuencia, Ross Landa publicaba textos, nuevas versiones de sus cuentos a diversos periódicos texanos, preocupada por lo que llamaba “El México de Afuera”, es decir, los mexicanos migrantes. En 1932, Ross produjo un testimonio, para una publicación académica estadunidense, acerca de lo que había sido su vida en la radio educativa.

Aunque el horario inicial de la CZE era solo de unas pocas horas por la tarde y la noche, pronto empezó a ampliarse. Se transmitían los festivales y actividades que se desarrollaban en los patios del edificio de la SEP y después en el Estadio Nacional. Poco a poco, el calendario cívico se agregó, y se transmitían las ceremonias del 15 de septiembre. A los cursos en construcción se empezaron a agregar comunicados de la SEP y del gobierno federal que importaba transmitir a los maestros de todo el país. De Ross Landa y su experiencia como autora de libros educativos, se derivó un principio que duraría años: los contenidos para los más pequeños, los chicos de primaria, aunque fueran de higiene o geografía, tendrían la forma de cuentos, y para los alumnos de la naciente secundaria mexicana, serían lecturas más complejas.

El nacionalismo renovado de la posrevolución influyó en la programación Ross Landa explicó que los números y presentaciones musicales tenían el propósito deliberado de “contrarrestar el jazz americano”. De ahí nació el principio de, al final de cada concierto, que se presentaba los días jueves, se terminaba con el himno nacional.

María Luisa Ross Landa se volvió tan importante que dirigió la CZE hasta 1930, y luego, a pesar de tener nombramientos en la Normal de Maestros y en las bibliotecas del Museo Nacional de Arqueología e Historia, regresó en 1931 y 1933. Cuando por fin dejó la radio educativa, su sucesor, aunque joven, era de gran talento: se llamaba Agustín Yáñez.

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