A la voz resonante de Troka, el Poderoso, el robot mexicano en cuyo cuerpo se resumía todo el genio tecnológico de la humanidad, se unía un coro peculiar, con sonoridades de metal, cuerda, resortes y motores. Por medio del encanto de la radio, los niños de 1933 se enteraban de que muchos de los objetos de la vida diaria eran signo del progreso indiscutible que se vivía en México en aquellos días: las máquinas de sumar, las de escribir, las lavadoras y hasta los elevadores revelaban a los escolares y a sus padres su significado profundo.
Así sonaba el programa de Troka el Poderoso, transmitido tres veces a la semana por la XFX, emisora de la Secretaría de Educación Pública, que llevaba nueve años al aire. Poco a poco, la radiodifusora se había consolidado y una parte importante de sus contenidos se había alineado a los programas de la educación primaria, prioridad de la SEP.
La radio educativa era una herramienta que los profesores sí empleaban, tanto en los hogares como en algunas escuelas. Incluso, en algunos proyectos del Estado mexicano, como las Escuelas de Pintura al Aire Libre, donde cualquiera podía llegar sin mayores trámites, para estudiar dibujo y pintura, se contaba con un aparato de radio, sintonizado en la estación de la SEP.
En materia educativa, la década y el gobierno de Pascual Ortiz Rubio habían empezado de manera desastrosa: el recién nombrado titular de la SEP, don Carlos Trejo y Lerdo de Tejada, revolucionario de pura cepa, fiel maderista de la primera hora, y convencido de la necesidad de promover una educación laica y nacionalista, había emprendido una campaña contra el anciano ese, el tal Santa Claus. La tradición anglosajona del anciano que llevaba juguetes a los niños, empezaba a hacerse de entusiastas en el México posrevolucionario.
Por eso, don Carlos tuvo una idea iluminadora: había que buscar una figura de la cultura nacional, que simbolizara lo bueno y lo poderoso, para sustituir al chocante Santa Claus. El personaje elegido fue nada menos que…Quetzalcóatl, que protagonizó uno de los episodios más extravagantes documentados en la historia del gobierno federal mexicano. En el Estado Nacional, atiborrado de chamacos (Es decir, por lo menos unos 30 mil), actores vestidos de Reyes Magos se inclinaron ante el señor caracterizado como el dios prehispánico, y, con los atentos saludos de Quetzalcóatl, los chiquillos asistentes recibieron juguetes, golosinas y suéteres rojos. Dos meses después de aquel numerito, Carlos Trejo y Lerdo de Tejada ya no despachaba en la SEP. Lo habían mandado de gobernador al territorio de Baja California. Nadie volvió a hablar de Quetzalcóatl.
TROKA Y SUS AMIGOS
Tres años después de aquel desastre, los cuentos de Troka el Poderoso se transmitían con regularidad, como parte de los contenidos de la emisora de la SEP. Sabemos, porque la edición de las historias de Troka muestra la estructura, que los primeros cuatro cuentos estaban dedicados a contarle a la audiencia quién era Troka, síntesis del genio humano. Después, seguía una serie de siete cuentos, que, principalmente, debían dirigirse a los estudiantes de primer año de primaria.
Y entonces, Troka, después de pavonearse, se volvía discreto. Porque era hora de que muchas máquinas presentes en la vida diaria se hicieran escuchar. Pero eran diálogos insólitos: se trataba de curiosas peleas: un tractor rezongaba por lo dura que estaba la tierra; la tierra se defendía, diciendo que era la pereza del tractor. Un aeroplano pasaba, burlándose de la pesadez del pobre tractor, que repela: “¡Si en vez de ruedas me hubieran puesto alas, volaría como tú!”. “¡SILENCIO!”, irrumpe la Mañana, y pone a todos en su sitio: “Trabaje cada quién su tarea. Necesito más surcos, tractor. Lleva pronto viajeros, aeroplano”. En otro cuento, un ferrocarril se burla de los refunfuños de la montaña, que lo considera un triste gusano. Pero la montaña se sorprende cuando el “gusanito” pasa a través de ella: “Conmigo no se juega”, se despide la locomotora. “Estoy de prisa. Adiós, Montaña, alcánzame si puedes…”
Esos cuentos para el primer año muestran al ingenio humano venciendo a la naturaleza: la Luna presume que, sin ella, las noches de los humanos son como boca de lobo, pero una humilde lámpara eléctrica se encarga de explicarle la situación de 1933: “…como usted no quería dar siempre luz a la Tierra, yo he venido a dársela… No quisiera decírselo para no molestara, pero damos mayor claridad, mis compañeras y yo, todas juntas, que usted, y, sobre todo, no nos negamos a alumbrar”. La Luna, desde luego, está al borde del infarto del puro coraje, mientras un poste explica a un pajarito preguntón cómo miles de mensajes viajan a través de los alambres que sostiene. “Te saludaré con respeto”, promete el ave, “como aquel que ayuda, aun cuando sea humildemente, al progreso humano”.
HABLAN LAS MÁQUINAS
Porque de eso se trataba todo: de progreso. Mostrar que era la inteligencia humana la creadora de esas mil cosas que aligeran la vida, era el propósito de los cuentos. Y a partir de las historias de segundo año, los protagonistas no se ocupaban de peleas bobas, y no se quejaban del arduo trabajo: eran artefactos orgullosos de su valía: la Chimenea, la Máquina de Escribir, el Elevador, la Máquina de Coser, el Hierro, la Máquina de Sumar y muchos otros.
Algunos de estos artefactos sueñan, como la Máquina de Escribir: “Yo he de servir para que se escriban los más bellos libros, los poemas más hermosos, las páginas más sabias”. El Elevador no dice nada. Solamente canta cuando sube o cuando baja, para disgusto de su vecina, la Escalera. La Máquina de Coser habla de su linaje de los recelos iniciales que había en torno a su trabajo y de cómo dejaría en la miseria a las costureras. Pero en 1933, todo eso es pasado: “en la casa pobre, en la casa rica, en la ranchería como en la ciudad, nunca falto porque soy quien da a todos los vestidos bien cosidos”.
A cual más presumido. El Hierro proclama su valor: muela para moler el trigo, palancas, muelles y tubos para la locomotora, prensas y rotativas imprimen los libros y los periódicos. “Mírame en todas partes, niño. En la humilde cacerola y en el radio y el cinematógrafo, siénteme junto a ti y llámame tu amigo”.
A lo largo de la serie, se revelaba el propósito de la narración: que los chicos advirtieran el valor del talento humano, que, por medio de sus inventos, hacía la vida más sencilla y cómoda, desde un avión hasta una lavadora.
LOS MODERNOS CUENTOS INFANTILES
Desde principios del siglo XIX hubo escritores e intelectuales que exigían dar una educación racional a los niños de México. Dejar en el olvido las leyendas y las historias de aparecidos para contar cosas más reales, lo exigieron lo mismo José Joaquín Fernández de Lizardi que Amado Nervo, pero no incursionaron en la materia.
Los cuentos de Troka el Poderoso perseguían ese fin, en momentos en que el proyecto educativo nacional pretendía dejar atrás las historias fantásticas, y la SEP producía materiales propios con esa orientación: “hay que poner al niño en contacto con los objetos que el día de mañana utilizará”, proponía el creador de Troka, German List Arzubide. Antiguo revolucionario, List había visto el horror de la guerra civil. Sumado al proyecto que iba construyendo la SEP hace 90 años, creía que sus historias de robots y máquinas construirían mejores ciudadanos.