
Los restos de la joven Jael Monserrat Uribe Palmeros fueron velados en la Glorieta de las Mujeres que Luchan, en la avenida Paseo de la Reforma, luego de tres días de búsqueda en el Ajusco, donde su madre, Jaqueline, deseaba recuperar la mayor parte de huesos de su hija.
Los restos que fueron colocados en un ataúd en la glorieta, fueron hallados por Jaqueline y su colectivo “Una Luz en el Camino” en noviembre del 2024 y tras una revisión pericial, la Fiscalía capitalina le confirmó que pertenecían a Monse.
Tras escarbar por tres días el paraje “Llano de Vidrio” en el kilómetro 32 de la carretera Picacho - Ajusco, Jaqueline no pudo encontrar más restos de su hija, sin embargo, decidió darle una sepultura digna a los huesos que halló por sus propios medios.
Luego de más de dos horas para que las autoridades le entregaran a su madre los restos de Monse, decenas de madres buscadoras custodiaron el ataúd blanco hasta el centro de la glorieta. Jaqueline relató el difícil proceso de revictimización que tuvo que pasar para buscar justicia y esclarecer los motivos de la desaparición de Monse.
“Monse salió de casa un 24 de julio del 2020 sin la sospecha de que no volvería a regresar a casa ¿Cómo lo iba a sospechar? Si sus propios amigos o conocidos fueron los mismos que la citaron y privaron de su libertad con mentiras”.
“Monse desapareció a plena luz del día, exactamente a la 1:40 de la tarde. La última vez que la vi por las cámaras del C5, traía un pantalón de mezclilla claro, tenis blancos, blusa azul rey, una sudadera amarrada a la cintura y una bolsita color blanco con café qué solía usar; llevaba un collar con su nombre. Ella abordó un vehículo color gris con placas confusas, pues las cámaras son obsoletas y sólo sirven para lo que las autoridades les conviene, esos videos los desapareció la Fiscalía, junto con otros dos, un chip y parte de la carpeta de investigación”.
“Aún recuerdo cuando fui a levantar la denuncia y me dijeron que me esperara, que tal vez andaba de fiesta”.