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Un tour atípico en el lugar que ha horrorizado a la nación y ha puesto en duda las capacidades de investigación en casos graves

Teuchitlán: un paisaje suspendido entre el dolor y la indiferencia

Cerca de la Fiscalía, antes de iniciar el abordaje a los autobuses habilitados para el tour al Rancho del Horror, una mujer mayor ofreció mandarinas a quienes esperaban abordar: “Los civiles están del lado de la prensa, ustedes están del lado de la verdad”, dijo con calma, con su gesto sencillo, destacando como un destello (muy humano) en un entorno cargado de tensión.

Rancho Izaguirre (Samantha Lamas)

Los autobuses, una vez ocupados por camarógrafos y reporteros, principalmente chilangos, llegados a Jalisco ex profeso, comenzaron a avanzar hacia el Rancho Izaguirre. En uno de ellos las pantallitas repartidas entre los asientos comenzaron a proyectar una película de tiburones. La historia giraba en torno a dos jóvenes atrapadas en una cueva, enfrentándose a la pérdida de su padre devorado por un tiburón. Había mucha sangre de por medio.

En las calles, los policías (tránsitos les dicen en Guadalajara) se encargaban de organizar el tráfico. Patrullas escoltaban a los vehículos, intentando mantener un orden que resultaba artificial: finalmente la seguridad era excelente, pero se daba para ir a un lugar que ya no es peligroso.

Rancho Izaguirre (Sama)

En Teuchitlán, las miradas de los habitantes del lugar ya no mostraban demasiada expectación. Este tour de fuereños no es el primero, sin duda, se han ido acostumbrando a ver llegar a extraños, que avanzaban como caravana hacia un sitio cargado de dolor. Todo transcurría con una extraña normalidad.

En Teuchitlán, los ocupantes de los seis autobuses, todos llenos, descendieron y personal de la Fiscalía pidió hacer una fila para entrar. El acceso se dio lentamente bajo un sol abrasador. El aire sofocado vibraba entre los presentes quienes exigían a gritos y entre risas que los dejaran entrar. Los rostros de esta multitud de periodistas reflejaban una mezcla de expectativa y resignación a la espera.

Rancho Izaguirre (Samantha Lamas)

Las conversaciones se teñían de descontento. Algunos lo llamaban un “circo mediático”, una etiqueta que hería a los colectivos de buscadores que se hicieron presentes.

Luego, empujones y jaloneos. Frente a las rejas, las cámaras se disputaban el mejor ángulo, una danza inquietante por capturar el momento más trágico, por registrar la mayor tristeza.

Una madre buscadora, rodeada de micrófonos, rompió el silencio: “Nunca nos llegamos a reunir con el Pelonchas”, confesó. Su voz, cargada de una mezcla de frustración y dolor, resonó entre los presentes. Quienes estaban cerca sentían una punzada indescriptible al ver tan de cerca el sufrimiento. Ella terminó de hablar y como pudo se abrió paso entra la multitud de reporteros que dejaron de prestarle atención apenas terminaron sus preguntas. Ella se marchó con su búsqueda.

El caos se apoderó del lugar. Todos querían entrar, nadie sabía cómo. Las multitudes se empujaban, los gritos se mezclaban con el ruido de las cámaras. La escena parecía la de carroñeros alrededor de una presa invisible.

Mientras tanto, los policías permanecían al margen, algunos fumando vape, indiferentes al desorden. Aunque tenían prohibido hablar con los medios, su lenguaje corporal hablaba de desinterés. Si bien fueron educados, no se entrometían en lo absoluto.

Los colectivos reclamaban la falta de transparencia. “Limpiaron todo, ya no hay evidencia”, repetían, sus voces cargadas de impotencia. Entre ellos, Don Raúl destacaba con una camisa que llevaba el rostro de su hijo desaparecido. En su mirada había cansancio, pero también una determinación que las palabras no podían explicar. Habló de llamadas anónimas, de pistas que lo mantenían en movimiento, siempre buscando, siempre esperando.

Rancho Izaguirre (Samantha Lamas)

Teuchitlán era un escenario de contrastes. La indiferencia y el dolor convivían en un paisaje que parecía desafiar la lógica. Allí, entre el calor y el caos, el eco de las historias no contadas seguía resonando, recordando a todos que la lucha por la verdad no tiene fin.

Durante las horas previas, había expectativa de que el Fiscal General de la República estuviera presente. De alguna manera él era quien había detonado la visita que, finalmente, debió organizar la Fiscalía estatal más forzada que con ganas.

Don Raúl fue quien avisó que Gertz no llegaría. Él también estaba desilusionado, pues sin la presencia del principal funcionario de procuración de justicia en México, la jornada se volvía sólo un día perdido para las investigaciones que deben realizarse aún en el Rancho Izaguirre.

Rancho Izaguirre (Samantha Lamas)

La expectativa creada antes del tour era que personal de la fiscalía explicaría lo que se encontró en el lugar. En realidad no hubo ninguna explicación, ni de los lugares encintados, ni de las banderitas de colores clavadas aquí y allá, ni de las excavaciones. Los presentes deambulaban sin mucho rumbo, se guiaban por especulaciones.

“Por las condiciones del lugar y el clima, se sugiere utilizar mangas largas, sombrero, gorra o visera, calzado adecuado para caminar sobre tierra suelta y bloqueador solar”, había recomendado la Fiscalía al invitar al tour. Al final se trató de un paseo bastante libre por el lugar.

Cada visitante decidió qué ruta seguía dentro de un predio que en realidad no es tan grande. Un único caminito de tierra, delimitado por las cintas amarillas de resguardo policial, conducía a construcciones en obra negra.

Llantas, tocones y zonas con alambres de púas constituyen lo que se ha dado en llamar el campo de entrenamiento. Más adelante, excavaciones de un metro y medio, aproximadamente. Allí las banderitas amarillas, rojas y verdes se clavaban sobre el terreno. Nadie supo explicar qué significaban.

Un lugar alejado, con una construcción que parecía semidestruida, con tubos saliendo de ella, representó lo más enigmático del lugar.

El circuito acababa en una construcción que sí tenía techo, allí se aglomeraban los integrantes de los colectivos de búsqueda. Una madre buscadora se dejaba entrevistar, mientras lloraba.

“¡Atención, por favor! Retírense de esta pared, porque está ladeada y se puede venir abajo”, señaló un hombre vestido de rojo que, pese a que la advertencia era grave, no fue escuchado.

Rancho Izaguirre (Samantha Lamas)

Dos horas y media en total del tour del horror. El lugar se puede recorrer completo y a detalle en media hora.

Poco antes de la partida, los guías del tour (personal de la Fiscalía) habían colocado una carpa para reunir a los visitantes que debían regresar a Guadalajara.

El tour había concluido. De regreso no hubo película en los autobuses.

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