En la cartilla de vacunación de Celeste abundan los espacios vacíos: le falta la vacuna para prevenir la hepatitis B, también la de la varicela y todos los refuerzos de la poliomielitis. “Las de sarampión y rubéola apenas se las pusimos, a destiempo, después de andar peregrinando en varios Centros de Salud y anotándonos en listas de espera”, dice Yesica, su madre.
La pequeña nació a finales de 2019, poco antes de la explosión del COVID-19. Fue en la Ciudad de México, donde, en teoría, los servicios de salud son más amplios.
“En los pueblos están peor. Tengo una sobrina en San Juan Teacalco (en el municipio mexiquense de Temascalapa) y no hay para vacunar a su chamaco. Ha tenido que traerlo hasta acá, al menos para ponerle algunas”, cuenta doña Georgina, abuela de Celeste.
Aunque la carencia de biológicos se acentuó durante la pandemia, ya desde 2019, antes de la crisis sanitaria, era visible el déficit, conforme a los números de la Secretaría de Salud consultados por Crónica.
Las historias se repiten por todo el país, en medio de la paradoja: mientras en los últimos años afloró el auge de la inmunización contra COVID y su extensión en menores de edad es aún tema en boga, el esquema ordinario quedó en el rezago, en especial para recién nacidos y pequeños menores de un año, rango en el cual se concentra este trabajo.
Los niveles oficiales de cobertura -ya de por sí en entredicho- se desplomaron de manera notoria: de acuerdo con las cifras de la SS, el porcentaje de avance en el esquema básico completo de vacunación para niños de un año de edad cayó a 79.7 por ciento en 2019, cuando de 2012 a 2018 se había mantenido entre 85 y 90 por ciento. En 2020 disminuyó aún más hasta llegar al 74.6 por ciento, lo cual no se veía desde 2008. Y en 2021 repuntó un poco y se ubicó en 83.1 por ciento.
En el esquema para bebés menores de un año se redujo en 2019 a 80.5 por ciento, cuando los años previos había alcanzado casi 93 por ciento (2016, por ejemplo). Y en 2020 tuvo su caída más estrepitosa, al derrumbarse hasta 64.5 por ciento. En 2021 subió a 83.9, aunque lejos del tope de otros años.
Pese al golpe a la salud infantil -a unos días de celebrarse el Día del Niño-, el tema parece vetado en la Secretaría de Salud. Se solicitó una entrevista con José Luis Díaz Ortega, encargado del Centro Nacional para la Salud de la Infancia y la Adolescencia (CeNSIA) y responsable de los programas de vacunación y de atención a estos sectores de la población. El silencio se alargó por semanas, hasta el envío de una misiva por parte de este reportero reprochando la indiferencia y recalcando la importancia de conocer la postura institucional.
El funcionario terminó por reconocer el retraso, en respuestas por escrito: “Las coberturas de vacunación no han sido óptimas debido a la insuficiencia de algunas vacunas por déficit en proveeduría de las empresas farmacéuticas”.
Sobre el bajo nivel de 2019, culpó al gobierno anterior: “La compra de vacunas a aplicar ese año fue programada desde 2018, en la administración anterior”.
Y se refirió también a las secuelas del encierro y al exceso de trabajo: “Desde 2020 la pandemia y el confinamiento en casa propiciaron una menor demanda de vacunación por los padres de las niñas y niños, considerando además la sobrecarga del personal de salud que no estaba sujeto a confinamiento y tenía que vacunar tanto a la población contra COVID-19, como a las niñas, niños y adolescentes con las vacunas de esos grupos de edad”.
Al cuestionarle sobre el impacto de esta escasez en la salud de la niñez mexicana, volvió la mudez: ya no hubo respuesta.
No es un asunto menor: tanto la Organización Mundial (OMS) de la Salud como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) han alertado sobre las graves consecuencias de las interrupciones a los servicios de inmunización en todo el mundo, pero principalmente en los países con sistemas de salud más deficientes. El riesgo, han señalado, es el resurgimiento de enfermedades prevenibles por vacunación.
La OMS, por ejemplo, ha confirmado ya casos de poliomielitis en Israel, después de 33 años, y Malaui, donde no se presentaban desde 2016.
Apenas hace unas semanas, la OPS urgió a los países de América a redoblar esfuerzos para vacunar a los niños contra la polio, cuya tasa de vacunación con las tres dosis recomendadas fue de 82 por ciento en 2020, la más baja desde 1994. En México estuvo por debajo del 80 por ciento.
“La amenaza de la reintroducción de la poliomielitis en la región es real. No podemos retroceder. Evitar casos de polio depende de tener una población infantil altamente vacunada y una fuerte vigilancia de la enfermedad”, afirmó Andrés de Francisco, director de Familia, Promoción de la Salud y Curso de Vida de la OPS.
Al pequeño Edwin, cuya familia vive en Ciudad Neza, sólo le pusieron la primera dosis contra la polio después de una larga espera. Y así lo comprueba su cartilla. “He preguntado a las enfermeras por qué sólo una dosis, cuando a mi otra hija, que está un poco más grandecita, le pusieron varios refuerzos en 2017 y 2018. Ellas sólo dicen que no hay vacunas, porque vienen de otro lado o las piezas son insuficientes, pero dicen que no me preocupe, porque la enfermedad está erradicada”, refiera Sofía, la madre.
Como dato revelador en México, el tétanos neonatal reapareció en tiempos recientes: con un caso en Yucatán en 2019, después de tres años sin registros; y otro en 2020, en Baja California.
“En gobiernos anteriores se dijo que tenían una cobertura arriba de 95 por ciento, pero era falso, el sistema de salud ya estaba mal”, según Hugo López-Gatell, subsecretario de prevención y promoción de la salud.
Una muestra de ello, dijo, es el brote de sarampión, coincidente con el día en el cual se detectó el primer caso de COVID-19: el 28 de febrero de 2020.
“Los infectados, por las edades, debieron haberse vacunado hace años y no fue así; sólo 7 por ciento se debieron haber inmunizado durante este sexenio. Igualmente, desde hace años, hay una falta de cobertura contra rubéola y parotiditis”, expresó, y aludió a la falta de personal.
Al menos en vacunación infantil, las coberturas en la 4T no son halagadoras. Pero además de los números, el avance es nulo en el registro de aplicaciones. No hay en el país un modelo fiable en torno al sistema y la digitalización es quimera…
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