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De “lo que diga mi dedito” al “no soy caudillo”: la soberbia humildad de AMLO

López Obrador se vende como “maderista”, pero su último baño de masas en el Congreso y su video de despedida con la canción "Ese hombre" de Silvio Rodríguez despiden cierto tufo de arrogancia

fin de sexenio

Andrés López Obrador observa el Zócalo desde Palacio Nacional en su despedida

Andrés López Obrador observa el Zócalo desde Palacio Nacional en su despedida

EFE

Si existiera en México el cargo de líder moral de la nación, como ocurre en Irán —donde quien realmente manda no es el presidente sino el guía de la revolución islámica, el ayatolá Alí Jamenei—, Andrés Manuel López Obrador no sólo lo rechazaría, sino que aboliría semejante aberración, por mucho que mientras esperaba la llegada de Claudia Sheinbaum al Congreso, para colocarle la banda presidencial, la bancada morenista le regalara los oídos con un atronador grito al unísono: “¡Presidente! ¡Presidente!”.

“Yo soy maderista”, no se ha cansado de repetir AMLO en su larga despedida por la República, donde se ha dejado querer por las masas, sin gesticulaciones exageradas, pero dejando que se escuchara alto y claro durante algunos minutos “¡No te vayas!”, para luego replicar calmadamente que no puede traicionar al espíritu de Madero y su no a la reelección: “¡Ni caudillo, ni jefe supremo, ni cacique!”.

Nada que objetar a la sinceridad de sus intenciones, pero la cuestión no es el fondo, sino la forma, ya que un exceso de humildad puede revelar lo contrario: soberbia.

Y no siempre trató de ocultar López Obrador el pecado de la arrogancia. Basta un escueto repaso por su sexenio, desde aquellos tics altaneros “lo que diga mi dedito” o “yo tengo otros datos”, para negar responder a la pregunta de un periodista o para rebatir críticas a su gestión, a hechos más preocupantes por autoritarios, como forzar una sobrerrepresentación de la bancada oficialista en el Congreso, la polémica elección de los jueces, la eliminación de organismos de transparencia o científicos, o por su constante cesión de privilegios al Ejército.

Despedirse con un escueto “Adiós, hasta siempre”, pero acompañado de un emotivo video desde su humilde origen a su conversión en un líder en proceso de fusión con el pueblo, es, cuando menos, contradictorio, si no sospechoso de cierta vanidad, sobre todo, si eligió como tema de fondo la canción de Silvio Rodríguez: “Ese hombre”.

Ese hombre que por hechos o por dichos

Es amado tanto,

Ese hombre que por dichos o por hechos

Es alabado tanto,

Se cuide de sí, se cuide de él solo

Por qué hay un placer perverso en creer

Merecerlo todo,

Se cuide de sí, se cuide de él solo

Porque el mismo don que lo levantó

Puede ahogarlo en lodo.

Quizá el video, más que un regalo al pueblo, es en realidad un recordatorio a sí mismo de su lucha interna, de quien siente que ha tocado la gloria, pero tiene que recordarse que no debe caer en la tentación de abusar de ella, porque en la virtud (la humildad) lleva el pecado (la soberbia).