El hombre que hablaba con las ardillas

Todo lo que rodea a Chilpancingo son tierras bravas. El narco anidó allí en forma natural, en terrenos donde las rencillas interfamiliares conducían a matanzas a machetazos. Ese fue el terreno en el que los curas católicos aprendieron a hacer de mediadores. Para muchos resultó una novedad que el obispo emérito Salvador Rangel Mendoza convocara a negociar con el crimen organizado en 2022 y 2023 y erradicar así los enfrentamientos armados entre cárteles de la droga.

Para entonces un grupo, Los Ardillos (apodo surgido porque así el decían al profe rural que lo fuundo) ya había asentado su dominio sobre una importante zona productora de amapola.

Para quienes habían estadio más atento a la fiereza de Los Ardillos, Ragel era ya una figura conocida que pugnaba por lograr acuerdos mínimos desde tiempo atrás. Su primera intervención conocida como negociador con el narco data de 2017, dos años después de su llegada a Chilpancingo. Luego, en 2018, fue aún más claro respecto a que este diálogo con el narco no sólo era realizado por él, sino también por los candidatos en campaña, “no quieren que los maten”, le dijo a Adela Micha. Y remataba con una claridad incómoda: “Díganme si quieren que soy irresponsable, pero ¿cómo vamos a parar la violencia que vivimos?”

Rangel fue de los primeros en hablar del fentanilo, pues se experimentó con esta sustancia y la amapola en los terrenos guerrerenses. Rangel supo que eso era el inicio de nuevas disputas por un tráfico que prometía aumentar en ganancias a ritmos exponenciales.

En 2023 reconoció nuevamente que realizaba negociaciones para impedir una violencia generalizada en los amplios corredores de cañadas y terrenos montañosos del centro de Guerrero.

Este lunes 29 de abril su nombre volvió a aparecer en todos los noticiarios del país. Fue secuestrado en Morelos y retenido por dos días, aunque, por fortuna, finalmente fue liberado.