El esquema del Plan Mérida, básicamente, era similar a un rico que le daba dinero a un familiar pobre que no tiene mucha idea de qué, cómo o dónde comprar. Y el aprendizaje a veces entrega facturas costosas, los dineros que llegaron a México durante año, terminaron en varias ocasiones en productos que no había forma de usar.
Por ejemplo, entre 2010 y 2015, las policías Federal, estatales e incluso municipales se enfrascaron en la aspiración de que los policías utilizaran tabletas electrónicas para verificar, durante una detención o un operativo, personas, vehículos o armas. La idea, una genialidad en el papel, terminó con miles de tablets almacenadas y sin uso: los policías mexicanos no sabían utilizar estas herramientas, ni sus corporaciones podían dotarlos de conectividad en la calle y carreteras, ni había suficiente funcionalidad en las consultas a bases de datos para que el asunto resultara eficiente.
Aún más, los policías estaban en pleno proceso de revisión de confiabilidad, así que darles a todos los datos personales de conductores, propietarios de vehículos, infractores de tra´nsito e incluso de indiciados (pero no sentenciados), no pareció prudente.
En el caso de la identificación balística (el disparo de un arma de fuego produce en su proyectil marcas únicas) los sistemas se duplicaron: PGR quería el suyo, con sus proveedores, en tanto el Sistema Nacional de Seguridad Pública apostaba por el suyo. Las entidades federativas se aliaban con la instancia federal que más le conviniese, incumpliendo lineamientos de la otra.
Si bien la Iniciativa Mérida tuvo logros notables, particularmente en dotas de equipamiento de alto poder a la Policía Federal, la Marina y el Ejército, el clímax del gasto absurdo llegó con el tema de la lectura de iris y de las tomas de ADN. Otra vez una excelente idea en el papel.
En el país están circulando medio millón de tabletas de muestras de ADN desde hace unos años, mismas que nunca pudieron ser debidamente guardadas (estropeándolas seguramente), mucho menos procesadas para usarlas en juicios y que representaron el esquema del gasto absurdo de los dineros que remitía el tío rico.
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