Desde hace años, miles de jóvenes, lo mejor de lo mejor de las universidades públicas y privadas, se alistan para realizar una serie de exámenes destinados a seleccionar unas pocas decenas que se integrarán al servicio exterior de carrera.
Se trata, valga la comparación, de las fuerzas especiales de la diplomacia mexicana, jóvenes (nunca mayores de 35 años) que demuestran conocimientos generales para áreas técnico administrativa en consulados y embajadas, lo mismo que quienes demuestran un entendimiento pleno de las relaciones internacionales, el papel de México y, por tanto, se convierten en el equipo de apoyo al cuerpo diplomático consular del Servicio Exterior Mexicano.
Detrás de este proceso está el conocimiento generado en el Instituto Matías Romero que ahora, por decisión de Juan Ramón de la Fuente, quedará bajo la dirección de Juan José Bremer de Martino, un internacionalista de reconocido prestigio, escritor y promotor cultural mexicano hasta el grado de haber sido nombrado representante permanente de México ante la Unesco.
A partir de lo expuesto por De la Fuente al hacer, este fin de semana, los anuncios respectivos, se sabe que el Instituto tiene ahora la misión de llevar esa vocación por la excelencia en la selección de nuevos miembros del servicio exterior de carrera a tareas más cotidianas de la Cancillería.
El contexto en el que queda México luego del gobierno de AMLO es complejo: pleitos con algunos países, algunos de ellos irremediables como el desatado con Ecuador luego de la invasión de la embajada mexicana en donde se había dado asilo al expresidente Jorge Glas.
Otros, la ambigüedad con Maduro que se critica ante las posturas amlistas proactivas sobre la presunta necesidad de que españoles pidan perdón a mexicanos por lo que hace medio milenio ocurrió entre ejércitos castellanos (apoyados por infinidad de pueblos indígenas) contra mexicanas, resultan un pastel más difícil de digerir.
Para, justamente, la idea de que el Matías Romero y Bremer se conviertan en bastiones sólidos de una política exterior del naciente gobierno se apoya en la idea de retomar “doctrina”, es decir, respetar lineamientos sólidos con los que México se distinguió en el Siglo XX.
La doctrina mexicana establece muy particularmente que el gobierno de un país no requiere del reconocimiento de otros países para representar la soberanía de su pueblo. Este viejo principio, promulgado desde 1930 en la Cancillería capitaneada por Genaro Estrada es mucho más colocó los principios de libre que un principio moral, pues al respetarse evita que México tome una posición activa en los conflictos internos de países amigos.
La primera encomienda de ese gran “cerebro” que es el Instituto Matías Romero es generar el panorama general con el que México puede insertarse en ´Norte y Latinoamérica, así como en el resto del mundo, a partir de esta doctrina.
A la par del nombramiento de Bremer, la Secretaría de Relaciones Exteriores anunció que Alejandra del Moral Vela será directora ejecutiva de la Agencia Mexicana de Cooperación Internacional para el Desarrollo; Daniel Barrera Pérez como titular de la Unidad de Administración y Finanzas; Daniela Zapata como directora general de Comunicación Social; Ana Tovar Fernández como secretaria particular; Alfonso Zegbe Camarena, como director ejecutivo de la Coordinación Intersectorial; Roberto Armando de León Huerta, jefe de la Oficina del Canciller.
El Instituto Matías Romero, a la par de consolidarse como centro de análisis internacional, deberá mostrar que puede abastecer de especialistas a las embajadas y consulados con suficiente conocimiento para encausar el nuevo rumbo que se quiere marcar.
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