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Jalisco, el último reducto del viejo Morena que apuesta al mito del fraude

 Lo que intenta Morena en Jalisco (y particularmente en Guadalajara) es crear una idea colectiva de una elección turbia. Ningún dato duro, ni alguna prueba pública o ante tribunal avala esta idea

una estrategia estatal luego de perder la elección

Chema, al centro del mito

Chema, al centro del mito

Especial

La premisa es montar la narrativa de un fraude electoral, generar el mito en la memoria colectiva de los jaliscienses y, muy especialmente, de los habitantes de Guadalajara. El excandidato a la alcaldía, Chema Martínez, aparece en esa mitología como “defensor del voto”, junta a la excandidata al gobierno estatal, Claudia Delgadillo. Esa, grosso modo, es la estrategia planteada por los morenistas locales luego de las elecciones del 2 de junio.

En ese sentido, Jalisco se convirtió en el último reducto del viejo Morena que solía perder elecciones y gritar inmediatamente “¡fraude, fraude!”.

La estrategia fue confeccionada, después de la derrota, por el equipo que lidereó la campaña electoral en Jalisco; un equipo que no era originalmente la cabeza del morenismo estatal, pero que, ante el crecimiento del peculiar Grupo Vallarta y los desacuerdos con Carlos Lomelí, terminó circunstancialmente al mando de las elecciones jaliscienses más relevantes para la 4t.

Los allegados del exgoberador asesinado Aristóteles Sandoval no escasean en este conglomerado, lo que, también por suspicacias internas, ha generado fisuras internas. Por un lado, quienes sí ganaron la elección, desde la mayoría en el Congreso del Estado, los puestos federales en el Congreso de la Unión, así como importantísimos municipios, se sienten poco tentados a hablar de una elección en la que resulta que los puestos de votación en los que salieron electos estarían en duda.

Las fisuras permiten que Crónica recopile las voces internas de desacuerdo y que de ellas deriven algunos detalles sobre la estrategia planteada, muy meditada y planeada, para generar un conflicto poselectoral más artificial que numérico.

La hipótesis de quienes gestaron esta estrategia es que los mexicanos tenemos en el ADN un gen de desconfianza electoral: primero 70 años de priismo y elecciones de Estado generan poca fe en los resultados al concluir los comicios en la población más adulta. El priismo de Jalisco, el más duro y que terminó dando lugar a la fuerza del alfarismo, hace un aporte adicional. Así, la premisa fue aprovechar esa desconfianza latente, pedir abiertamente a los líderes nacionales de la 4T que no reconozcan tempranamente el triunfo de los emecistas y que eso traerá como beneficio una cohesión entre los votantes morenistas de Jalisco que hoy no existe.

En efecto, hay muchos votos, pero el partido Morena en Jalisco prácticamente carece de estructuras reales.

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“¡Griten fraude, fraude!”

El mito que esta estrategia promueve es a imagen y semejanza de lo que AMLO hizo a nivel nacional en 2006, cuando perdió por apenas unos votos ante Felipe Calderón. Y lo esperado en la casa de campaña morenista es que, aunque la decisión en urnas no se revierta, la memoria colectiva –al menos en parte– crea en “el fraude” para el futuro. De allí que Verónica Delgadillo, la alcaldesa electa, sea un objetivo prioritario; las elecciones municipales se realizarán nuevamente en tres años, en tanto las de gobernador tardarán un sexenio.

Los principales problemas para que el mito del fraude anide en Jalisco es que el 2 de junio, más de 3.7 de jaliscienses votaron en una jornada que no registró un solo incidente de gravedad en ningún rincón de la entidad (99% de casillas instaladas y la recuperación de los paquetes electorales se realizó igualmente sin sobresaltos).

A cada inconformidad de Morena presentada ante tribunales electorales, el Instituto Electoral y de Participación Ciudadana del estado ha entregado documentales, lo que significa que miles de actas de escrutinio, bitácoras y muchos documentos más respaldan resultados de triunfo muy holgados para los candidatos de Movimiento Ciudadano.

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La estrategia entonces –ha decidido el liderazgo estatal morenista– es gritar el fraude y repetirlo en redes y medios masivos de comunicación: repetir los mismos alegatos que han sido desechado con pruebas ante tribunales.

Otra vez, explícitamente según se indicó a Crónica, la referencia obligada era la elección de 2006 o, más específicamente, un error de AMLO que debía evitarse. Cuando AMLO generó protestas que fueron vistas con malos ojos por la ciudadanía (cierres de calles o carreteras), la cohesión de sus seguidos se logró sólo en un grupo reducido de quienes habían votado por él.

Chema Martínez y su equipo han sido puntuales en que las redes producirán para su causa mucho más que cualquier movilización callejera. Los algoritmos de Google llevaran sus alegatos a los celulares de todos los ciudadanos interesados en la elección.

Así, por ejemplo, Chema y su equipo siguen repitiendo en redes que se nombró a funcionarios públicos estatales en los consejos electorales distritales y municipales. En realidad, todos los partidos conocieron quienes serían estas personas desde noviembre y ningún caso ha caído en la hipótesis morenista. Eso último, para efecto de redes, no importa.

Igualmente, la leyenda de bultos de boletas llevadas sin control de un sitio a otro tampoco se pudo comprobar. En los casos videofilmados, aquellos en los que se presumía que esto había pasado, a la postre se comprobó que la cadena de custodia se había respetado. Curiosamente, los bloqueos morenista y agresiones a funcionarios electorales distritales, incluyendo jovencitos que participaban en la jornada electoral como ayudantes, fueron las únicas causas de que los consejos no pudieran actuar libremente.

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Tampoco importa la verdad en este caso, sino que la reproducción, una y otra vez de eventos violentos (de los propios morenistas contra funcionarios electorales) dé la impresión de elección tocada por la violencia.

El colmo fue los alegatos sobre la presunta pérdida de 100 mil votos. Todo circula en redes a partir de una versión con error matemático de por medio que Morena preparó terminada la elección.

Contruyendo mitos, no partido

A Morena le fue muy bien en Jalisco, pero a diferencia de otros estados, las estructuras del partido en estas tierras tienden a disolverse con facilidad. Como ya se mencionaba, las candidaturas a Gobernador y a alcalde de Guadalajara llegaron en forma más bien providencial a quienes las ocuparon, primero por el declive del hoy senador electo Carlo Lomelí y segundo porque dentro del Morena Jalisco y Morena Nacional, aun no se termina de entender plenamente el proyecto que representa el Grupo Vallarta, una serie de Morenistas con un poder económico insospechado y que tiende a arrasar en cualquier votación o consulta interna del partido a nivel nacional.

Así, montar la estructura partidista ha estado ausente de tiempo y recursos económicos necesarios. Tanto la candidata y el candidato a Jalisco y Guadalajara, respectivamente, tuvieron estructuras operativas relativamente cortas y desarticuladas.

Primero fue Carlos Lomelí quien logró construir una protoestructura, pero antes que nada con un esfuerzo político y económico personal. Como punto de arranque sirvió, pero no cuajó del todo y de allí que el grupo dominante ahora no haya heredado mucho.

Ahora, muy particularmente Chema intenta consolidar la primera estructura estable, pero ha estimado que para ello requiere esa mitología del fraude tanto como en su momento la necesitó López Obrador. De allí los ruegos constantes a que la dirigencia nacional se mantenga sin reconocer a Pablo Lemus y a Verónica Delgadillo. En el fondo, dice una de las voces consultadas al interior de Morena, él sabe que será mero trámite que el Tribunal Electoral deseche sus quejas, pero espera que para entonces las estructuras estatales estén cohesionadas y con él al centro.