En las entrañas de una de las últimas selvas de Norteamérica, enclavada en el estado mexicano de Veracruz, una mona aulladora llamada Manú, que saltó de la realidad a los cuentos infantiles, desciende de un grupo de primates que migró por la amenaza de sus hábitats
Refugiada en la selva de Los Tuxtlas, en el oriente de México, Manú pasó de ser hija de sobrevivientes a protagonista de una historia que crea conciencia de las amenazas que enfrentan los jardineros del bosque y de la destrucción de los ecosistemas mexicanos.
"Esa mañana Manú contaba los diferentes tonos verdes de los árboles del mundo, su mundo. Eran enormes y gracias a ellos, el color verde podía tener mil significados, cada uno era contado por Manú", relata el libro que lleva su nombre.
México perdió 295.000 hectáreas de bosque natural en 2020 por incendios y deforestación, lo que lo convierte en uno de los 10 países más afectados, según la Global Forest Watch del World Resources Institute (WRI).
En este contexto, en una zona de 90 hectáreas de espesa jungla, conocida como La Flor de Catemaco, en la cuna de la santería en México, monos aulladores encuentran un refugio y ahí es donde Manú cuenta la aventura de una tragedia de la que lograron florecer.
Del proyecto de traslocación de monos que la Universidad Veracruzana (UV), una de las más grandes del sureste mexicano, ha realizado por 30 años, surgió el cuento de la investigadora María del Socorro Aguilar Cucurachi, la joven escritora Karla Carreón y la ilustradora Karo Carvajal.
"Cuando hay procesos que cierran de esta manera, con la vida, es muy satisfactorio. Manú representa vida y cuando hay procesos que emergen, y que dan más vida y florecen, hacen pensar que todo tiene sentido", cuenta este domingo a Efe la bióloga Aguilar Cucurachi.
DE LAS LLAMAS A LA QUIETUD
Durante su servicio social en el Instituto de Neuroetología de la UV en 2005, la investigadora conoció a la familia protagonista de monos aulladores: Nerón, el macho dominante con un anillo dorado alrededor de la cola; Madaleno, el macho joven, y a Camila y Danila, hembras de la tropa.
En una comunidad llamada Cascajal del Río, del municipio ganadero de Acayucan, ocho ejemplares habían sido empujados a la orilla de un río, ante la amenaza de la quema de su hábitat para abrir paso a cultivos.
Fue un proceso de reubicación, acelerado por las llamas que consumieron los árboles, la desaparición de cuatro monos y la pérdida de un ojo de una sobreviviente.
"Estábamos confundidos, no sabíamos si huir o esperar. Verás, Manú, el fuego es algo muy peligroso porque quema. Cuando algo te quema, se siente como cuando estás muy enojada, como si algo se hiciera cachiporra (una bola) muy lento dentro de ti", dicen en el cuento a la protagonista.
Nerón, Madaleno, Camila y Danila fueron a un lugar temporal con rejas del tamaño de dos habitaciones, luego al parque controlado de la dirección de Flora y Fauna Silvestre de la universidad y, finalmente, luego de dos meses, al área privada de conservación La Flor de Catemaco.
NACE LA ESPERANZA
Después, en una tupida selva, al breve tiempo nació Manú, descendiente de esos migrantes y a quien su madre le cuenta su pasado.
"Queríamos que este tipo de historias la conocieran otros sectores, generalmente se quedan en documentos científicos o se divulgan entre pares, pero tiene que llegar a las infancias, adolescencias y a los adultos, lo que sucede a Manú trasciende a muchas realidades", dice Aguilar Cucurachi.
El libro es una obra infantil publicada por la editora del Gobierno de Veracruz, porque, asegura su directora Zoila Cruz, se busca promover la cultura, historia, tradiciones y riqueza natural del estado, así como divulgación científica para la niñez.
Manú lleva a una zona mística y mágica donde habita una tropa tan importante y valiosa para la humanidad, considera la ilustradora de la obra, Karo Carvajal, quien trabaja además en el Laboratorio Multimedia X Balam del área académica biológica-agropecuaria de la universidad.
"Son migrantes no voluntarios, forzosos, son estos movimientos que la misma humanidad genera, son supervivientes de una tragedia, lograron florecer en un lugar que paradójicamente se llama La Flor", destaca.
A la distancia y junto a 37 monos en ese refugio, Manú descansa, con sus cinco hijos y sus nietos que gritan y retozan en ese reducto de selva mexicana. Se convirtió en la matriarca de la familia más grande de La Flor de Catemaco.
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