Michel, de ocho años, se sacudía por la fiebre y el dolor. Sollozaba, no sólo por los malestares generales sino por su miedo permanente de visitar al médico.
-Tengo un poquito de dinero, vamos a llevarla al doctor. No la podemos dejar así -decía doña María de los Ángeles a su hija Itzel Alondra, mamá de la pequeña.
“¿De dónde saca mi hija para los gastos de la niña? No le alcanza, yo también trabajo, gano poco pero tengo un ahorro y con eso podemos buscar un doctor que cobre barato, para que sobre para la medicina”, se dirigía la abuela a este reportero, en un intento por explicar la realidad familiar de escasez y lucha diaria.
La enfermedad de la niña contrarió ese primer encuentro. Pero al menos las habíamos encontrado, preguntando aquí y allá, deambulando por calles polvorientas y con una dosis de fortuna.
Itzel Alondra, de 25 años, es la mujer a quien la Coordinación Nacional de Becas (CNB) tiene registrada desde 2019 para el cobro de una beca Bienestar Benito Juárez de Educación Básica -programa estelar de la 4T-. Para el alta, se usaron documentos personales y escolares de María, niña de otra familia, quien recién obtuvo el amparo de un juez por los abusos cometidos por la institución, y cuya historia ha sido contada ya en estas páginas.
La CNB, dependiente de la SEP, ha pretendido reducir el problema a una duplicidad de la CURP de María y de Michel, cuyos apellidos, datos de nacimiento y familia son distintos. La dependencia no ha podido explicar por qué tomó información de Prospera, un programa social de sexenios anteriores, cuya finalidad no era apoyar a niños de Primaria; por qué su sistema aceptó una CURP anómala y cómo registró en 2019 a una niña de dos años, cuando el programa aplica para mayores de seis. Tampoco ha aclarado por qué usó la clave y el nombre de la escuela de María, cuando ambas pequeñas viven en lados opuestos de la ciudad y asisten a colegios diferentes, y por qué manipuló su base de datos cuando una investigación de Shadi, mamá de María, destapó las irregularidades.
Lo peor: en una tarjeta informativa enviada a este reportero, la Coordinación aseguró que Michel se mantenía en el padrón de beneficiarios del programa -pese al uso de datos de otra niña- y su madre, Itzel, seguía cobrando la beca como su representante.
-¿Michel está inscrita en el programa de becas? -se preguntó al vuelo a Itzel Alondra, antes de su partida al médico.
-¿Qué beca?
-La Benito Juárez, para los que van en primaria.
-No, ella no recibe nada.
-¿Usted no la cobra?
-Nada.
-Son 920 pesos al mes.
-Ya los quisiera para estas urgencias.
Tomó de la mano a la niña y se fue. Habríamos de vernos después…
MARGINACIÓN. Michel fue diagnosticada con dengue y debía estar varios días en reposo. Eso nos dijo Alondra cuando cruzamos el pequeño cuartito sin puertas ni ventanas, de paredes pintadas con cal y adornadas con una bandada de mariposas descoloridas. Nos citó en el hogar de la tía Alma, admirada en la familia por graduarse de la secundaria abierta cuando amamantaba a su segundo hijo. “Fue para conseguir trabajo, con la primera ya no la hacía”.
La casita está ubicada en la colonia El Manantial, en Pueblo Nuevo, una agencia a las orillas de la capital oaxaqueña -a más de media hora del centro-, dominada por la marginación y la inseguridad.
Acudimos acompañados del abogado Juan Maldonado Vargas, quien pidió promovió el amparo por los diversos atropellos cometidos por la CNB. Y por Shadi.
Aquí, el diálogo íntegro con Itzel Alondra, en aquel segundo encuentro.
-¿Michel estudia? -se le preguntó.
-Sí, pasó a tercero.
-¿Dónde estudia?
-En la Primaria Francisco Zarco, aquí de Pueblo Nuevo.
-¿Recibe ella alguna beca o apoyo?
-No, la que recibía antes era yo, pero por ser madre soltera.
-Pero a Michel, ¿no la registraste en algún programa?
-Sí, en Prospera, cuando estaba chiquita. Metí los papeles, decían que ayudarían para la guardería, pero nunca llegó nada.
-¿Por qué no la inscribiste a las becas Benito Juárez?
-Decían que si la inscribía perdía la mía de madre soltera.
-¿Quién te dijo eso?
-Los servidores. Dijeron que no convenía, porque a los niños les daban poquito.
-¿Entonces tú no estás cobrando una beca? -se le insistió.
-Nada.
-Dicen que desde 2019…
-Es mentira.
-La primaria registrada para cobrar es Josefa Ortiz de Domínguez…
-No la conozco.
-Está en Santa María Ixcotel.
-Re´lejos, qué voy a hacer yo hasta allá.
-¿U otra persona que pudiera haberla registrado?
-¿Quién? Sólo soy yo, y su abuela.
-¿Conoces a María, la otra pequeña involucrada?
-No la conozco.
-¿Qué le pedirías a la Coordinación Nacional de Becas?
-Que no estén manipulando papeles, que no me metan en sus transas.
-¿Sabías que en el acta de nacimiento de tu hija inscribieron una CURP que no le corresponde?
-¿Cómo?
-Sí, es una CURP que no corresponde a su nombre y datos de nacimiento. ¿A poco nunca has tenido problemas?
-No. Nadie me ha dicho nada…
-Los datos de Michel, tu hija, también han sido mal usados…
-No se vale. Es una niña. Están falsificando documentos en contra mía que yo ni sé, y además meten a una menor que no es mi hija.
SANSÓN. Itzel Alondra terminó apenas la primaria. Sueña estudiar la secundaria y aspirar a un mejor empleo, como lo hizo su tía Alma. Trabaja tres veces a la semana en un comedor rústico operado por otra de sus tías: Licha. Gana 200 pesos al día, por lo cual su presupuesto semanal es de 600 pesos. Es una mujer de semblante triste, con dificultad para hilar frases largas. Vivió una infancia difícil, entre maltratos y un padre alcohólico.
“A su mecha, es un pinche enredijo, una fregadera”, soltó la tía Alma tan pronto escuchó la historia, documentada por el abogado.
“¿Por qué los de Becas ni siquiera investigaron quién es Alondra, dónde vive? Imagínese, acusada de cobrar una beca que ella ni sabe, y de usar papeles de una niña que no es la suya. Hubiera sido un problemísima. Aquí hay culpables, y nosotras queremos saber quiénes son. Se van a querer lavar las manos”.
Doña Alma fijó su mirada en Alondra, y se atrevió al consejo:
“Hija, debes cooperar con el licenciado, porque estás embarrada hasta el cuello”…
“Cuando la gente es de escasos recursos, y hay problemas con el gobierno, es como ponerse con Sansón a las patadas, lo más lógico es que a ella la culpen de todo, puede ser encarcelada y pagar todos los platos rotos, cuando en realidad ni siquiera sabe. Las cárceles de nuestro país están llenas de inocentes sin dinero”, reprochó.
“La mamá de la otra chiquita bien podría decir: ¿por qué esta mujer cobra algo que no le corresponde? La economía de mi sobrina es muy difícil, apenas si va saliendo, para estar en estos líos. Qué fácil sembrarle papeles. ¿De dónde va a sacar para un licenciado, para los pasajes? Es injusto, para que el presidente ande presumiendo: ´estamos limpios, ya todo está llegando a los destinatarios, si yo digo que la beca es para este niño, se le entrega en tiempo y forma´. No es así. A ver, ¿quién cobra esta beca?”.
Itzel Alondra dibujó un rictus, apenas perceptible. Parecía contenta porque la familia decidió recoger un par de perritos tirados en la calle. Comenzó a contar cuánto le cuesta juntar cien pesos a la semana para el recreo de Michel. “Ahí le voy estirando, jalando, a veces no tengo y nos venimos a comer con mis tías”.
-En qué líos te íbamos a meter, porque la carpeta se meterá contra quien resulte responsable y las autoridades te culparían a ti -le comentó el abogado.
-Estoy asustada. No quiero problemas…
-¿Por qué no vamos juntas en la lucha? -le sugirió Shadi.
-¿Cómo?
-¿Por qué no buscas un amparo, como nosotras? Es luchar contra las instituciones, contra el gobierno, pero hay que vencer el miedo. Todo es por cuidar a nuestras hijas, por su identidad y el resguardo de sus datos personales.
En la penumbra, Itzel buscó el consentimiento de la tía Alma y al final aceptó:
“Sí, quiero darle una mejor vida a Michel, que no sufra lo que yo, que no se quede callada siempre”…
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