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De cómo la plata construyó a la Nueva España

No, no fue el paraíso de oro que soñó Hernán Cortés lo que acabó de darle fulgor y valía mundial a estas tierras, sino las ricas vetas de plata que en el norte del territorio fueron halladas. Así, sustentadas en esa prosperidad que habría de ser larga y duradera, aunque desigual, fueron naciendo las ricas ciudades mineras del Bajío novohispano

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Real Camino de Tierra Adentro, le llamaron. Pero el nombre que más le acomodaba a esa larga ruta comercial que conectaba los grandes emporios mineros del norte de la Nueva España con la ciudad de México, era, simplemente, la Ruta de la Plata. Porque de la promesa de la plata surgió la estrategia de progresivo poblamiento del territorio, y de la realidad de la plata derivaron las que fueron las ricas ciudades mineras del Bajío que prosperaron en dos siglos y medio de orden virreinal.

Ya se ha contado que fue el hallazgo sorprendente de las ricas vetas en lo que hoy es Zacatecas lo que hizo brotar la chispa inicial. De un mineral más o menos estable, empezó a manar plata, plata suficiente para asombrar a los poderosos de la ciudad de México. Cuando fue evidente de que ahí había plata para, prácticamente inundar, no solo a España, sino al mundo entero, se supo que esa era la clave para, poco a poco, expandir y consolidar el mundo que, entre ruidos, gritos y acarreo de piedras mexicas para cimentar los hogares de los españoles, se estaba fraguando en el altiplano.

Plata, mucha plata. De ahí nacieron caminos, ventas, poblaciones que fueron paradas de ruta y que, con los años verían nacer el orgullo de los criollos novohispanos y sus anhelos de independencia.

Las nuevas poblaciones y las nuevas necesidades

Si todo empezó en Zacatecas, en 1546, con el hallazgo de las formidables minas de plata, y con la fundación de la ciudad, en 1548, la expansión de la ruta de operación, beneficio y comercio se armó con relativa prontitud. Tocó al primer virrey de la Nueva España, don Antonio de Mendoza, empezar a discurrir la forma en que aquella riqueza bajaría del norte hacia la ciudad de México, y de ahí a Europa, para llenar las arcas del rey, y a Oriente, para transformarse en ricas mercaderías y en arriesgadas exploraciones.

Los españoles no partieron de cero. Sabían que los pueblos originarios mantenían rutas para el viaje y el comercio, y, evidentemente, eran aprovechables para los planes de expansión. Pero fundaron sus propias paradas. Fruto de ese proceso fueron poblaciones como Mazapil, Sombrerete, Fresnillo y Saltillo. Todas esas poblaciones surgieron y se consolidaron merced a la prosperidad que empezaba a rodar por el Camino Real de Tierra Adentro.

La abundante plata justificaba todo, incluso, que, antes de que la ruta a Veracruz se volviera un camino carretero, el de Zacatecas fue una realidad. Y ese camino hacia las minas fue lo que se conoció como El Camino de la Plata.

Tan importante llegó a ser el Camino de la Plata, que para mediados del siglo XVI, es decir apenas treinta años después de la caída de Tenochtitlan, ya era una ruta bien empedrada, que tenía sitios de parada y aprovisionamiento cada veinte kilómetros, que era la distancia aproximada que, en un día, podía caminar un hombre o avanzar una carreta de bueyes.

Así, fue como la minería empezó a detonar el sistema económico novohispano. Porque el transporte de los minerales, el ir y venir de los materiales que se necesitaban para su beneficio, exigían más herramientas que solo la fuerza humana. Los “animales de servicio” empezaron a ser cada vez más necesarios. Si la presencia de los españoles había generado, casi en automático, una abundancia de cerdos, porque eran animales baratos de criar, a tal grado que en todas las casas había uno o dos puercos, la necesidad de montar una estructura productiva hizo necesaria la presencia de bestias de carga: el ganado bovino empezó a ser abundante, a grado tal que a veces estropeaban los sembradíos de los pueblos de indios. Pero disponer de bueyes era importantísimo para mover los pesados carros de la Ruta de la Plata.

Pero poco a poco se fueron generado necesidades y las estrategias se afinaron: la arriería nació al amparo del Camino de la Plata cuando se decidió echar mano de las recuas de mulas para transportar alimentos y mercancías por la ruta. No tofo era plata y más plata: quienes explotaban las minas requerían la comunicación con el centro del reino para poder sobrevivir. Mientras más al norte iba el Real Camino de Tierra Adentro, más seco era el suelo y más inseguro era establecerse sin guarniciones ni respaldos.

La seguridad y la expansión

¿Inseguro? Ciertamente. En los territorios de la Gran Chichimeca, como se llamaba a aquellas tierras inexploradas, abundaban indios nómadas o seminómadas de talante arisco y agresivo, que no tenían ninguna intención de doblegarse ante aquellos exploradores. Por eso, desde los tiempos de Antonio de Mendoza se empezó a desarrollar una estrategia de expansión territorial que estuvo acompañada de políticas de poblamiento, cuyos rastros llegan hasta el México del presente.

En diversos momentos se autorizó la movilización de indígenas tlaxcaltecas para ir a fundar poblaciones o engrosarlas, con el fin de que en el Real Camino de Tierra Adentro no hubiera grandes distancias sin guarniciones vigilantes o, por lo menos un lugar donde comer y descansar a salvo. Uno de esos sitios, por ejemplo, es hoy la ciudad de Querétaro, fundada en 1531 y transformada en ciudad hacia 1552.

Otro punto de la ruta, a donde llegaron tlaxcaltecas es lo que hoy se llama San Miguel de Allende, y ese es el origen del llamado barrio de San Miguel de los Chichimecas. Fue también población tlaxcalteca la que fundó, en 1589, Santa María del Río, en lo que hoy es San Luis Potosí- El sucesor de Antonio de Mendoza, Luis de Velasco, llamado el viejo, también autorizó nuevos poblamientos con indios tlaxcaltecas, como lo que hoy es la ciudad de Celaya.

Mientras más plata hubo, más ciudades se crearon. La veta que se encontró en la zona conocida como Mazapil amplió el Camino de la Plata hacia lo que hoy es Durango, a la que primero llamaron Guadiana para volverla la capital del reino de la Nueva Vizcaya, fundado en 1562. No fue cosa menor crear Guadiana, porque allí estaba la llamada caja real, a donde todos los mineros estaban obligados a acudir, para depositar el famoso “quinto real”.

La ruta de la plata creció y creció: en 1575 se fundaba, apenas como una pequeña base, Aguascalientes. San Juan de los Lagos había nacido 14 años antes.

La búsqueda de la plata se expandió: el camino llegó hasta lo que hoy se llama Nuevo México, llevando por primera vez a aquellas tierras, caballos, ovejas y reses. Casi un siglo después de haberse encontrado las ricas vetas de la plata zacatecana, el Camino Real de Tierra Adentro también había dado lugar a la población de Parral, y después vendría Paso del Norte.

La plata alimentó las ambiciones y los afanes exploratorios. El camino que nació de las vetas del metal precioso, serían, durante décadas, la columna vertebral de la economía novohispana.