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“¡Se robaron mi beca! ¡Se robaron mi beca!”

 El asunto va más allá del depósito o no de 920 pesos mensuales. Comprende inconsistencias y manipulaciones a los registros del programa de becas; inscripción en los padrones sin cumplir requisitos marcados en las reglas de operación y el mal uso de bases de datos de programas operados en otros sexenios, como Prospera...

La familia frente a la sede judicial

La familia frente a la sede judicial

Especial

María, de siete años, se aferraba a su pequeña muñeca de trapo mientras repetía: “¡Se robaron mi beca, se robaron mi beca!...

La conocimos bajo la sombra de un árbol, frente a la sede del Poder Judicial de la Federación en San Bartolo Coyotepec, Oaxaca. Acudió, junto a sus padres, a una audiencia en la cual un juez de Distrito resolvería un amparo para protegerla de diversos abusos cometidos por la Coordinación Nacional de Becas (CNB) de la Secretaría de Educación Pública. Querían ingresar al juzgado y presenciar la sentencia, pero las protestas cotidianas en una entidad carcomida por la injusticia, lo impidieron. Dos grupos habían tomado las instalaciones para exigir resoluciones justas y un freno a los atropellos de autoridades.

Eso mismo había padecido la pequeña María y su familia durante más de ocho meses, desde diciembre de 2023, cuando la CNB, encargada del Programa de Becas Bienestar Benito Juárez de Educación Básica –uno de los estelares en la 4T–, rechazó su alta con un argumento suspicaz: “la niña ya recibe el beneficio y se encuentra inscrita en el padrón”.

Ahí comenzó el calvario. De no ser por la perseverancia de Mario, el papá, pero sobre todo de Shadi, la mamá, esta historia habría quedado enterrada. “El dinero no es lo importante, nuestra principal preocupación siempre ha sido proteger la identidad de mi hija, su integridad, seguridad jurídica y datos personales. ¿Qué derecho tenía la Coordinación de Becas de hacer mal uso de sus documentos y ponerla en riesgo?”, expresó don Mario, quien se dedica a la hojalatería y pintura automotriz.

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El abogado Juan Maldonado Vargas, especialista en la defensa de derechos humanos, se sumó al caso y, a principios de marzo, promovió el amparo por múltiples omisiones de la CNB, traducidas en violaciones a los derechos de audiencia y petición de la menor.

A cada hallazgo de su madre, muchas preguntas comenzaron a taladrar el pensamiento de María: “¿Por qué dicen que mi mamá es una señora que no conozco?, ¿por qué desconocidos usan mi nombre, mis papeles y los datos de mi escuela?, ¿quién cobra mi beca?”…

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BATALLAS. No es un caso aislado. En Oaxaca, las historias se han ido desgranando poco a poco, aunque la mayoría desconfía de la justicia, se asusta ante futuras represalias o teme perder la beca u otro apoyo social. De ahí la trascendencia de la batalla emprendida por la familia Cuevas Quevedo, la cual ha llegado a niveles judiciales.

El asunto va más allá del depósito o no de 920 pesos mensuales. Comprende inconsistencias y manipulaciones a los registros del programa de becas; inscripción en los padrones sin cumplir requisitos marcados en las reglas de operación y el mal uso de bases de datos de programas operados en otros sexenios, como Prospera, los cuales han sido calificados por la actual administración como “corruptos y fuente de desvío de recursos”. También encierra sospechas sobre el destino de las becas, en especial cuando los supuestos beneficiarios no reciben el apoyo alardeado por el gobierno. Además, graves deficiencias en los sistemas del Registro Civil y del Registro Nacional de Población, al asignar y aprobar para distintas personas un mismo CURP.

Pero el corazón de la denuncia es la facilidad con la cual se pueden suplantar identidades en el estado mexicano y una autoridad puede validar como padre, madre o tutor de un menor de edad a cualquier persona, incluso ajena al entorno familiar, otorgándole derechos y beneficios ilegales.

LA LLAVE. María pide un plato con fruta. Lo saborea, pero le gana la chispa y escapa hacia una escalerilla de madera, camino de entrada a una rústica casa del árbol. Se escuchan sus risillas traviesas mientras Shadi, su madre, comienza a desmenuzar lo ocurrido.

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“En septiembre del año pasado me enteré que estaba abierto el registro para las becas, me metí a la página y pude registrar a mis dos hijas: además de María, tengo otra de 14, en la secundaria. Incluso me llegó un folio de solicitud. A finales de diciembre ingresé ese folio para ver el estatus, y me arrojó que el registro no había podido completarse porque una de las niñas ya estaba en el programa. Luego supe que se trataba de María”.

En pleno periodo vacacional, Shadi esperó a la segunda semana de enero de 2024 para acudir a la oficina local de la Coordinación Nacional de Becas, en el centro histórico oaxaqueño.

“Desde la primera vez fue burocracia: que no podían atenderme porque se requería sacar una cita por Internet, tuve que tramitarla y volver cuatro días después. Cuando logré explicarle la situación a una funcionaria, me respondió media molesta: ‘¿cómo no va a saber quién cobra la beca de su hija?’. Como si quisiera timarlos. De mala gana me pidió los papeles de María para verificar en su sistema y se enojaron más: me acusaron de hacerme pasar por otra persona y dijeron que no me podían dar ninguna información porque yo no era la tutora de la niña becada”.

La madre debió programar otra cita para una queja formal, pero igual le negaron el trámite: aunque siempre presentó identificaciones, actas de nacimiento y matrimonio, para la Coordinación era una mamá falsa. “Redacté un escrito detallando todo el caso y lo dejé en la Coordinación, jamás recibí respuesta”.

Shadi visitó más de 10 veces la sede institucional y por lo menos gestionó seis solicitudes de atención, tanto de forma presencial como por correo electrónico. Todas fueron ignoradas. Le quedó claro: si quería saber quién hacía mal uso de los documentos de María y cobraba la beca, debía escarbar por méritos propios.

“Me concentré en revisar la página y encontré un buscador de beneficiarios. La CURP de mi hija fue la llave de acceso al estatus de la beca. Pude conocer así la CURP del supuesto tutor o representante de familia. Se llamaba Itzel Alondra Mendoza Bautista. No había escuchado jamás ese nombre. Desconocía quién era esa mujer. Y algo peor e increíble: aparecía como fecha de incorporación al programa el mes de enero de 2019. ¿Quién diablos estaba cobrando el dinero desde hacía más de cinco años?, ¿quién se asumía como tutora de mi hija?”.

Shadi, mujer audaz, tomó una captura de pantalla de la fecha aludida en el sitio web, la cual se convertiría en prueba de los posteriores cambios a conveniencia ordenados por la CNB: de enero de 2019 pasó a enero de 2024, después a baja del sistema, hasta la desaparición definitiva del registro.

La fecha de enero de 2019 resultaría clave, porque para entonces María tenía 2 años y meses, e incumplía el requisito de estar inscrita en una primaria o secundaria pública, conforme lo dispuesto en las Reglas de Operación del programa.

Ya desesperada, la madre envió un último escrito a la Coordinación –22 de febrero– para solicitar tres puntos: información de cómo María había sido dada de alta en el programa y con qué documentos; el cambio inmediato de tutor -a favor de ella o su esposo- y la entrega del monto total de la beca otorgada desde 2019. Esta vez sí hubo respuesta oficial, aunque la CNB sólo aludió, a medias, uno de los puntos: la modificación del tutor. La familia debía esperar al fin de la veda electoral porque, durante las campañas, el sistema se encontraba cerrado.

PEPA. Por medio de un amigo, la familia conoció al abogado Maldonado. Y juntos se enfilaron al ámbito jurídico. En el camino, surgieron las historias de Fátima, Rodrigo, Rocío, Manuel, Alan, Bety, Leonel, Mariana, Edgar y otros pequeños, cuyo registro en el programa reveló anomalías similares: documentos alterados, expedientes perdidos y becas con destinos inciertos. Aparecían registrados, pero sin cobro. El abogado ha tenido hasta ahora referencia de doce casos, la mayoría desistió porque la CNB regularizó sus altas con urgencia y prometió el flujo de recursos. “Pronto recibirá su beca, ya no le mueva, de lo contrario el apoyo se puede cancelar”, le dijeron a una de las madres.

“¡Se robaron mi beca!”, insistía María, quien sueña con un viaje en avión.

Abrazaba a Pepa, su muñeca de trapo, sin comprender del todo el largo y tortuoso sendero rumbo a la justicia. “Todavía hay que seguir luchando”, le decía su mamá, consciente del rompecabezas, cuyas piezas arrojaron un nuevo nombre, el de otra niña de ocho años: Michel. ¿Quién es Michel?...

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