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Ahora, secuestros colectivos en perjuicio de excursionistas a bordo de autobuses…

Nueva modalidad en esta inagotable cartera criminal del país. No son actos virtuales. Hoy participan de manera presencial operadores delincuenciales, falsos guías u organizadores de eventos, hoteleros, empleados de hotel y hasta choferes

Doña Eva, de 70 años, fue la primera. “Vas a bajar del autobús hija de la chingada; si haces algo, ya no lo cuentas”, la amenazó el hombre por el altavoz de un celular manejado por un supuesto guía, quien había logrado subirse al camión con el gancho de llevar al grupo de turistas a un restaurante de playa.

Era el miércoles 1 de mayo de 2024, en Huatulco, Oaxaca…

La mujer debía colocarse en la puerta de la unidad para tomarle una fotografía y subir con rapidez. Así lo hizo…

“Cuando subí al camión me ordenaron buscar mi teléfono en la bolsa donde habían puesto todos los celulares”, contó, temblorosa por el recuerdo.

-¿Eres casada? -le preguntó el sujeto.

-Separada.

-¿Cuántos hijos tienes?

-Cuatro.

-¡Márcale a uno!

-Me siento muy mal, sufro de la presión…

-Me vale madre, no queremos escenitas de pánico, te pones las pilas o estás muerta.

“Antes de llamar a uno de mis hijos me dijeron lo que debía decir: ´me tienen secuestrada los del Cártel de Jalisco Nueva Generación y te van a marcar ahorita´. Así lo hice. ´No tengas miedo, mamá, no te pasará nada´, alcanzó a decirme él antes de colgar”.

En unos minutos los secuestradores llamaron al hijo desde un móvil de Culiacán, Sinaloa, se sabría después.

“Tenemos secuestrada a tu mamá”, le soltaron mientras le enviaban la foto tomada junto al autobús. “Te estamos enviando un número de cuenta de Banco Azteca. Si no depositas 200 mil, te la vamos a entregar en pedacitos”…

La historia fue compartida a Crónica por la propia mujer, originaria del Edomex, dedicada desde hace más de 30 años a organizar excursiones. En la charla participaron otras víctimas.

Se trata de una nueva modalidad en esta inagotable cartera criminal del país, cada vez más vasta y lacerante ante el fracaso gubernamental en materia de seguridad.

Se habían documentado antes los secuestros de migrantes. También las extorsiones a viajeros y plagios virtuales. Pero no los secuestros colectivos en perjuicio de excursionistas a bordo de autobuses rentados. Ya no son actos virtuales, orquestados por teléfono. Hoy participan de manera presencial operadores delincuenciales, falsos guías u organizadores de eventos, hoteleros, empleados de hotel y hasta choferes.

Pese al discurso presidencial de un “México feliz y en paz”, la criminalidad ha invadido ya terrenos insospechados como el turismo, y ha trastocado las actividades más tradicionales y cotidianas entre la población, como salir de paseo. El sector más afectado, como siempre, el popular.

“No todos tenemos la posibilidad de comprar un paquete en avión o un todo incluido, hacemos los viajes en excursiones porque en grupo nos sale más barato transporte, comida y hospedaje. Es la única forma de conocer lugares, pero hoy tiene uno miedo hasta de eso”, expresó Verónica Centeno, quien sufrió un secuestro similar junto a decenas de excursionistas, en Veracruz. La mayoría eran personas de la tercera edad, otro factor aprovechado por los delincuentes.

De los 48 paseantes de doña Eva, al menos 30 eran ancianos. Salieron desde el Edomex, en un autobús rentado. Era el viernes 26 de abril. Harían una visita al Santuario de la Virgen de Juquila y después pasarían cuatro días en Huatulco.

Aquel 1 de mayo era su último día de vacaciones. El 2 volverían al hogar…

“Iba todo bien, del hotel nos movíamos a las diferentes playas. Ese día ya nos íbamos. En el lobby se me había acercado un muchacho ofreciéndome el servicio de un restaurante a pie de playa, nos iban a aplicar descuentos por el número de personas y nos pareció buena idea. Él mismo nos llevaría al lugar. Casi todos nos encontrábamos arriba del camión, menos una familia. Me bajé para buscarla… Cuando volví, comenzó la pesadilla”.

“Mientras buscaba a los que faltaban, una empleada del hotel llamó al chofer del autobús: “Tiene una llamada telefónica”, le dijo. No sé qué pasó ahí. Volví a subir al camión con el resto de la gente. De repente vi subir al chofer, traía un celular en la mano y se notaba extraño. ´Le hablan´, me dijo. Era una videollamada. El fulano en la pantalla me habló por mi nombre completo”.

-Escucha bien, somos del Cártel de Jalisco Nueva Generación, ya hay gente nuestra entre ustedes, también tenemos halcones vigilando el camión y el hotel. Sabemos cuánta gente hay en el camión y quiénes son. No nos importa si son viejos o niños, si no siguen las indicaciones los vamos a matar. Están secuestrados -dijo.

El autobús se encontraba en un estacionamiento compartido, aledaño al hotel.

“Todas las amenazas, groserías e indicaciones se dieron por videollamada, pero dentro del autobús los ejecutores fueron el muchacho del restaurante y el chofer. La primera orden fue cerrar las puertas, recorrer las cortinas y avanzar hacia un punto de la carretera. Luego pasaron el teléfono por el pasillo, para que todos supieran del secuestro. La segunda orden fue meter todos los celulares a una mochila. ´Pobre de aquel que se lo guarde, tenemos matones que pasarán a revisar y no tendremos piedad´. Todos obedecimos, entramos en pánico”, relató doña Guadalupe, víctima.

“No nos podíamos parar o hacer movimientos raros, si alguien quería pararse por algún motivo tenía que pedir permiso. La primera en tomar su celular y sacarse la foto fue la organizadora de la excursión, pero todos lo tuvimos que hacer: exigían 200 mil por cada uno”.

Fueron seis horas de infierno: de las 10 de la mañana a las cuatro de la tarde, en aquel autobús itinerante.

“Cierro los ojos y se me viene a la mente el calor insoportable, las constantes amenazas de muerte, los viejitos quejándose, los niños llorando, el terror psicológico. Pensé que no la librábamos”, relató doña Eva.

-¿Y qué pasó?

-A un señor le dio un preinfarto y comenzó a faltarle el aire. Se empezaron a poner nerviosos. Tuvimos que suplicar que se abriera una ventana para que él jalara aire, yo también estaba al borde del desmayo y me acerqué para vomitar. Estábamos a la orilla de una carretera. Logré ver de reojo una camioneta y un carro rojo desde donde nos veían. ´Esos son´, pensé. Y ocurrió el milagro: una patrulla apareció, moví los dedos de la mano mientras vomitaba y de repente sentí cómo cerraron la ventana abruptamente, mientras seguían las amenazas y majaderías.

“Alcancé a ver cómo alguien movió los dedos y supusimos que algo pasaba. Estacionamos la patrulla frente del autobús. Un hombre se presentó como el chofer, le preguntamos qué pasaba, sólo dijo que el camión se había descompuesto. Era muy sospechoso. Como no veníamos armados, pedimos refuerzos”, relataría uno de los policías en su declaración inicial, en las instalaciones de la Fiscalía de Huatulco.

A la zona donde estaba el camión llegaron elementos de la policía local y estatal, de la Guardia Nacional y de la Secretaría de Marina. Todas esas corporaciones tuvieron conocimiento de lo sucedido. El secuestro quedó al descubierto. El chofer y el promotor turístico fueron detenidos. En la Fiscalía sostuvieron su inocencia, alegaron coerción: según dijeron, habían sido forzados a participar; los autores intelectuales conocían sus datos personales y familiares.

“Ustedes ejecutaron todas las acciones”, les dijo el fiscal.

“Nos bajamos corriendo del autobús, queríamos terminar con la pesadilla, todos llorando, gritando, lo primero que hice fue abrazar a uno de los policías, me puse a llorar y le di las gracias”, detalló Lourdes, otra de las turistas.

“Deben presentar su denuncia”, instaron los policías. Ellos mismos ayudaron a solicitar taxis para llevar a las familias a la Fiscalía.

“Todos fuimos a denunciar, pero para empezar no había quién tomara declaración, porque era día feriado. Tuvimos que esperar un buen rato. Temerosos, sin comer, sin medicamentos, la mayoría se empezó a ir al hotel, en especial los viejitos. Quedamos como 20. Estábamos en la parte de arriba de la Fiscalía, sólo cubiertos por un barandal. Nos dimos cuenta cómo pasaban sujetos en motos y nos tomaban fotos. Era muy evidente y le dijimos al fiscal, mandó a dos policías y detuvieron a un par de jóvenes, ya no supimos que pasó con ellos. Salimos casi a las 2 de la madrugada de ahí”, describió doña Eva.

En las seis horas del secuestro, la mayoría de las familias fueron contactadas. Una de las víctimas confirmó un depósito cercano a los 200 mil pesos. Otras, sólo un depósito parcial, conforme a las negociaciones con los plagiarios.

El 2 de mayo, día programado para el retorno, los turistas se reunieron en una de las habitaciones. Algunos habían huido ya, con ayuda de familiares. En los aún presentes predominaba el pavor; las fotos en la Fiscalía lo habían acrecentado. Acordaron libertad a cada víctima para ratificar la denuncia y continuar el proceso. “Tienen que estar viniendo a Huatulco para cualquier cosa”, les había dicho el fiscal.

Casi todos los denunciantes terminaron por rendirse. “No tengo el tiempo ni los medios para estar viniendo acá”, dijo una de las afectadas durante la reunión.

Doña Eva debió pedir prestado 30 mil pesos a familiares y amigos para contratar otro autobús y trasladar a quienes carecían de recursos para volver a casa por su cuenta. Sólo pidió un favor a la policía: una patrulla para custodiar la unidad durante varios kilómetros. Quedaron atrás la bahía y la brisa del mar, pero no aquellas seis horas tortuosas, todavía hoy imposibles de enterrar…

Pasillo de un autobús
Autobuses en peligro Autobuses en peligro (Especial)

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