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Trabajo de cuidados y labores domésticas alcanza 24.3% del PIB, pero mujeres viven en el olvido…

“Ser cuidadora implica darlo todo, es algo muy profundo, un lazo muy grande”, dice doña María Elena, dedicada a su nieta desde hace 11 años>

Abuela cariñosa cuida a su nieta en cama
María Elena Ramírez se ha hecho cargo de su nieta, quién ha sufrido de enfermedades y afecciones desde recién nacida. María Elena Ramírez se ha hecho cargo de su nieta, quién ha sufrido de enfermedades y afecciones desde recién nacida. (Especial Crónica)

A doña María Elena Ramírez, de 56 años, se le quiebra la voz. Sus sollozos reflejan desamparo, encierro y una batalla diaria en terrible soledad…

“Las cuidadoras somos olvidadas, nadie entiende lo que uno vive cuando estás a cargo de una personita que no se vale por sí misma. Para uno, ya no hay vida”, dice.

La historia de esta mujer cambió en 2013, cuando a su primera y única nieta, de tan sólo seis meses de nacida, le detectaron un tumor maligno en el cerebro e hidrocefalia. El tipo de cáncer, dijeron entonces los médicos, era muy agresivo e inusual en bebés. Pronosticaron su muerte en tan sólo unos meses.

Pero Mía cumplió ya 11 años. “Ha sido un milagro de Dios. Sólo él sabe qué propósito tiene para nosotras”, susurra la abuela.

Al año y medio de vida, la pequeña sumaba 30 quimioterapias.

No puede caminar, sólo pronuncia algunas palabras y debe comer por medio de una sonda. Además, sufre convulsiones. Sus visitas al Instituto Nacional de Pediatría son constantes. Ha sido su segunda casa.

“Desde el principio fue dedicarse a ella. Me daba mucho miedo cambiarle la sonda gástrica, pero tuve que aprender y pedirle valor a Dios”.

Según datos de la Cuenta Satélite del Trabajo No Remunerado de los Hogares de México, realizada por el INEGI en 2022 -la más actualizada en el país-, el valor económico del trabajo de cuidados no remunerado y de las labores domésticas alcanza los 7.2 billones de pesos al año. La suma equivale al 24.3 del Producto Interno Bruto, mayor al de otros rubros como manufactura, comercio o remesas.

Y lo más revelador: de ese motor económico, las mujeres aportan el 72.2%, casi el triple de los hombres (27.8%).

La implementación de un Sistema Nacional de Cuidados está en boga, porque la presidenta entrante Claudia Sheinbaum lo ha incluido en sus 100 principales compromisos de gobierno; y desde el Senado se ha presentado una primera iniciativa al respecto, la cual se mantiene en análisis.

Hoy los derechos de personas susceptibles de ser cuidadas y de cuidadores no forman parte de ninguna ley. Pero ya fueron reconocidos por la Suprema Corte de Justicia de la Nación en el amparo directo 6/2023. En este caso, un hombre se opuso a la tramitación del divorcio solicitado por su esposa. Ella, argumentó, era quien le brindaba apoyo y cuidados para realizar sus necesidades esenciales, pues él era una persona mayor, con diversas enfermedades crónicas y limitaciones de movilidad por la amputación de un dedo del pie derecho.

Pese a todo, un juez del estado de Nuevo León validó la disolución del vínculo matrimonial. El esposo se opuso al dictamen y el asunto llegó al Alto Tribunal.

“La Primera Sala de la Corte basó su resolución en una interpretación del artículo primero constitucional, y en diversos tratados internacionales. Lo hizo en tres dimensiones: el derecho a cuidar, el derecho a ser cuidado y el autocuidado. Tomó en cuenta la perspectiva de género y los derechos de los adultos mayores y personas con discapacidad”, explica María Elisa Franco, del Instituto de Investigaciones Jurídicas, y quien revivió el caso en una mesa redonda sobre el tema, organizada en la UNAM.

“La esposa dijo: ´no quiero seguir casada´, y se privilegió el libre desarrollo de su personalidad, pues nadie podía obligarla a mantenerse en un vínculo; el señor dijo: me están violentando mis derechos porque ella era quien me cuidaba´. La Corte resolvió que sí hay un derecho a ser cuidado, pero no puede recaer en una persona, en una mujer, y es necesario considerar la red de cuidados tanto familiar como social, y estatal. Considerando que es un derecho, el estado y las instituciones involucradas están obligadas a garantizarlo e implementar mecanismos y programas para tal efecto”.

Según la investigadora, la carga desproporcionada del trabajo de cuidados en las mujeres “es una barrera para el ejercicio de otros derechos: laborales, políticos, de salud y esparcimiento”.

-¿Cómo impacta el trabajo de cuidados no remunerado en la participación de las mujeres en el trabajo remunerado? -se le pregunta.

-Dificulta su inserción al mercado laboral, el desarrollo de una trayectoria laboral sostenida y hay mayor precariedad. Las mujeres padecen mayor informalidad laboral, tiempos parciales, bajos ingresos y negativa de prestaciones. Carecen de protección social: licencias, guarderías, jornadas legales y pensiones.

Y cita como ejemplo lo ocurrido en la pandemia de COVID: “Vimos cómo las mujeres insertas en ese momento en el mercado laboral tuvieron que abandonarlo por los problemas de confinamiento, para asumir la carga doméstica y el cuidado de los niños que no iban a la escuela y de los adultos mayores, que eran los más afectados”.

Antes del nacimiento de Mía y de su prematura enfermedad, doña María Elena se dedicaba a vender pan en un expendio. “Siempre estaba activa, salía a vender y me sentía feliz, era una mujer independiente”, cuenta.

¿Por qué usted, siendo abuela, debió dejar todo para cuidar a su nieta?

-Porque mi hija, que fue madre muy joven, se dedicó a trabajar para solventar los gastos. Y yo tuve que dejar lo del pan para dedicarme a cuidar a la nena: asearla, llevarla el médico, regresar y bañarla, hacerle su comida, cambiarla, limpiar la sonda de alimentación. Se enfermaba, y córrele al hospital, yo solita. Pero no me ha importado, porque la quiero como si fuera mi hija.

-Pero se quedó sola…

-Sí, la mamá todo el tiempo en el trabajo. Y cuando le toca descansar no le pone mucha atención. Eso me duele mucho. Al papá se le hizo fácil hacerse a un lado, nos dejó y la olvidó. El resto de la familia se deslindó: ´a ver cómo te las arreglas´. Sólo mi mamá, que ya es una persona mayor, me ha echado la mano.

-¿Qué ocurrió con su vida?

-Terminé por enfermarme de ansiedad, no podía salir a ningún lado, ¿con quién la dejaba? Para que la personita esté bien cuidada, uno debe de estar bien, y llegó el momento en que me desplomé.

En 2022 doña María Elena se enteró de un programa piloto de ayuda a cuidadoras en la delegación Iztapalapa. Se registró y salió beneficiada: tuvo acceso a un psicólogo, a terapias antiestrés y a sesiones de esparcimiento como juegos de mesa y manejo de bicicleta. Además de una ayuda de 6 mil pesos -tres pagos de 2 mil- al año.

Este proyecto es antesala de lo prometido por Sheinbaum a nivel nacional…

“Fue un pequeño respiro, pero no suficiente. La niña ya creció y no la aguanto. Ya no es como antes que me la cargaba y al doctor, no puedo”.

-¿Qué hará?

-Le dije a mi hija que debía esforzarse un poco más y ganar un extra, para contratar a alguien que me ayude.

Doña María Elena y Mía tienen un vínculo especial. Se acuestan juntas y se abrazan, la abuela le platica historias; encienden la televisión y ven las caricaturas; juegan con los peluches o escuchan música y la pequeña parece responder con ligeros movimientos.

“Los médicos decían que no ve, pero claro que ve muy bien, le encanta la tele, ver los muñequitos y hasta el celular agarra”.

“Ser cuidadora implica darlo todo, es algo muy profundo, un lazo muy grande que no tuve ni con mi propia hija. La he visto crecer, sé todo de ella. Sí ha sido muy difícil, sí me he caído emocionalmente, pero aquí estoy, entregándome a ella, porque eso es ser cuidadora, entregarse, aunque los demás nos dejen en el olvido”…

*Cada niña entre 5 y 11 años destina, en promedio, 5 horas a la semana a las labores domésticas y de cuidados. Los niños, colaboran con 4 horas.

*41% de las mujeres mexicanas realizan al menos un trabajo de cuidados directo, por 22% de los hombres.

Fuente: Flacso, IIJ

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