
El pasado 5 de marzo se cumplieron 500 años de que llegara a México la expedición de Francisco Hernández de Córdoba, que tocó tierra en Cabo Catoche, en la península de Yucatán, y con este acontecimiento daría inicio el largo proceso de conquista que vendría a concluir tras las expediciones de Juan de Grijalva, en 1518, y finalmente la de Hernán Cortés, quien llegó en 1519 y tomó México-Tenochtitlan en 1521.
En esta primera expedición llegaría a México el primer sacerdote, al parecer de la Orden de la Merced, a quien Bernal Díaz del Castillo menciona en el primer capítulo de su monumental obra: Historia de la conquista de Nueva España, y de quien dice: “Hubimos de haber un clérigo que estaba en la misma villa, que se decía Alonso González, el cual fue con nosotros”.
Aunque no hay constancia por escrito de que este sacerdote hubiera celebrado misas o impartido sacramentos, es de suponer, conforme la costumbre de los capellanes de la época, que debió celebrar misas en la embarcación, además de que debió haber predicado en sus homilías, cantado vísperas, e impartido la comunión entre los españoles.
A partir de ese momento, se puede hablar del inicio de un lento proceso de inter culturización o de un encuentro entre dos mundos entre México y España. Dicha expedición, en medio de enfrentamientos con los indios, recorrió las costas de Campeche y Champotón y luego llegaron hasta La Florida con varios heridos y muertos.
Las consecuencias de este primer viaje no se hicieron esperar. Al saberse en España de este descubrimiento, el rey Carlos V solicitó al Papa León X la erección de un obispado en Yucatán, a lo que accedió con la Bula Sacri Apostolatus Ministerio del 24 de enero de 1518, e incluso, en 1519, fue designado como obispo el religioso dominico fray Julián Garcés (1452-1547), pero la creación de este obispado quedó sin efecto porque los españoles no fundaron ninguna ciudad en la península.
Para 1518, la expedición de Juan de Grijalva, quien era sobrino del Gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, volvió a explorar el litoral de Yucatán y llevó al clérigo Juan Díaz, natural de Sevilla, quien escribió el Diario de la expedición. Él dejó constancia por escrito de que el 6 de mayo, en Cozumel, celebró la primera misa en tierras mexicanas. La expedición recorrió Champotón, Boca de Términos, y en los ríos Grijalva, Tonalá, Coatzacoalcos, Papaloapan y Banderas; así como en San Juan de Ulúa, Tuxpan y Cabo Rojo; finalmente regresó a Cuba el 23 de octubre.
En estos primeros viajes, los exploradores comenzaron a dar nombres españoles y algunos de ellos cristianos, a los lugares por donde pasaban.
Con la llegada de Hernán Cortés en 1519, tuvieron lugar los primeros bautismos, en Tabasco poco después del 15 de marzo de 1519, cuando “caciques y principales” obsequiaron a los españoles a 20 mujeres, entre ellas, a La Malinche, que adoptó el nombre de Marina luego que se hizo cristiana. Bernal Díaz del Castillo comenta que fue: “Jerónimo de Aguilar quien predicó a las 20 indias que nos presentaron muchas buenas cosas de nuestra santa fe… y luego se bautizaron… más estas fueron las primeras cristianas que hubo en la Nueva España”.
Sin embargo, sería hasta 1523, con la llegada de los tres primeros predicadores a México que se instalaron en Texcoco: Fray Pedro de Gante, Juan De Ayora y Juan Fray Juan de Tecto, y en 1524, cuando llegaron los primeros 12 franciscanos, encabezados por Fray Martín de Valencia, quienes fundaron las primeras cuatro provincias eclesiásticas de México, cuando comenzó un programa más estructurado de evangelización.
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