
Si les ha tocado “pajarear” un rato —pajarear es cuando te acuesta sobre el pasto sin hacer nada ni decir nada— es como perderte del mundo por un momento y que el mundo te pierda a la vez. En esos momentos filosóficos uno puede llegar a muchas cosas, desde la cura del cáncer hasta la posible paz mundial. Pero siendo realistas y si consideramos como lo más acertado a eso que suele ser lo más desapercibidamente captable, llegamos a la conclusión de que no es una pregunta tan absurda como parece.
En principio, una nube es una masa visible en la atmósfera provocada por la acumulación de agua, polvo o hielo, y esta congregación de partículas se desplaza por la mera acción del viento. Por consecuencia, una primera respuesta a nuestra pregunta sería que la velocidad de una nube es igual a la velocidad del viento. Pero ojo, el viento en sí se mueve y su velocidad ya está determinada para una masa específica, pero al tomar en cuenta la masa de la nube esto supone que la velocidad final será menor a la velocidad solamente del viento. Por lo que al final de cuentas, depende de la forma de la nube y su densidad para considerar la velocidad que ésta puede llevar, así que como decimos en mi pueblo “depende del tamaño del sapo para lo grande de la piedra”.
En caso anterior podemos ser más estéticos (físicamente hablando) y podemos abordar el tema desde un punto relativista y considerar la velocidad de la nube como una suma en donde los factores (la velocidad de la nube y de la corriente de aire) tienen un factor C (velocidad de la luz) en común, pero eso ya es harina de otro costal y me gustaría explicárselos a mayor profundidad con un ejemplo del metro en el siguiente artículo… así que hasta la próxima mis amigos.
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