En los últimos años el uso de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC) han revolucionado al mundo dando origen a nuevas modalidades de interrelacionarse. Hoy en día, las sociedades modernas sustentan la mayoría de sus actividades en estas nuevas tecnologías modificando a ritmos acelerados las formas de comunicarse, de educar, de producir los métodos de trabajo y de negocios, los patrones de consumo y las formas de vivir en sociedad.
En la mayoría de los casos, la experiencia internacional ha demostrado que los gobiernos modernos que utilizan dichas tecnologías como instrumento de crecimiento y desarrollo son más eficientes, altamente productivos y competitivos, tienen mayor acceso al universo del conocimiento y, por ende, mayores niveles de educación. Sin embargo, estudios recientes revelan que este fenómeno de penetración digital y acceso tecnológico, principalmente en el uso de Internet, tiene efectos negativos si no se usa de manera correcta.
De acuerdo con Pedro Rojo del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, el uso de las nuevas tecnologías y de las redes de comunicación, además de impactos económicos positivos, está multiplicando los canales de expresión de la sociedad a todos los niveles como el cultural, de esparcimiento y de ocio, de conocimiento y de trabajo. Además está ampliando los intercambios privados de información y generando una sociedad, donde el acceso al conocimiento es cada vez más individualizado.
Este último cambio es el que ha generado la mayor polémica entre los investigadores que se han dedicado a analizar las repercusiones de las TIC en la sociedad, que se centra en dos versiones distintas, de lo que ha supuesto la irrupción de las TIC a lo largo de la historia. En primer lugar, el aislamiento social versus la ampliación de las relaciones sociales y en segundo, la integración tecnológica de mayores sectores de población versus la exclusión tecnológica de los mismos sectores, causado por la complejidad intrínseca a toda nueva tecnología, que acaba generando analfabetismo tecnológico. Entendemos por analfabetismo digital la falta de modelos educativos para la “educación digital”, el desconocimiento técnico de las herramientas tecnológicas, falta de habilidades y competencias, acceso y asequibilidad a computadoras e Internet, la brecha y exclusión digital.
En México, de acuerdo a la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares del INEGI, existen 62.4 millones de personas usuarias de los servicios que ofrece Internet, que representa el 57.4 por ciento de la población. Más del 70 por ciento de los cibernautas mexicanos tienen menos de 35 años y 39 por ciento de los hogares del país tiene conexión a Internet. Se destaca en esta encuesta que el uso de Internet está asociado al nivel de estudios, es decir, entre más estudios, mayor se hace uso de la red.
Sin embargo, este avance en la inclusión digital no ha generado los efectos positivos esperados, en razón de que su uso es meramente recreativo o las personas que tienen acceso, desconocen cómo aprovechar las ventajas de estas herramientas digitales. Es sumamente preocupante que en nuestro país no existan proyectos de educación enfocados en el uso de las TIC, si consideramos que es a través de la educación como se generan cambios culturales, necesarios para adaptarse a las demandas constantes que generan las innovaciones y los cambios tecnológicos. Las TIC deben considerarse un medio y no un fin, es por ello que se deben instrumentar políticas públicas tendientes a la alfabetización digital con la finalidad de generar habilidades para localizar, organizar, entender, evaluar y analizar información, es decir, políticas que no sólo se centren exclusivamente en los contenidos y los fines académicos, sino considerar aspectos del uso adecuado y eficiente de estas tecnología.
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